prólogo

84 8 2
                                    


El invierno estaba cerca, y ahí se encontraba él, observando cada copo de nieve que caía sobre su cálido abrigo, estaba perdiendo el tiempo para no tener que llegar a casa pues sabía perfectamente que su madre lo recibiría con golpes. Lamentablemente no contaba con un padre quien lo protegiera, este había fallecido una vez que el castaño cumplió los diez años de edad, ser un adulto le agobiaba, solía pensar en que relacionarse con las personas era sumamente complicado, o simplemente se sentía muy solo.

Paseándose por las calles, caminando sin ganas hasta llegar a casa, temeroso de abrir la puerta y encontrarse con aquella mujer que abusaba de él, no había día en el que no deseara estar muerto; le tomó varios minutos tener la valentía suficiente para abrir aquella cerradura, lo primero que sus ojos encontraron fue aquella mujer postrada sobre la mesa inconsciente debido al alcohol. Suspiro pesadamente, y agradeció haberla encontrado en un sueño profundo.

Logro escabullirse sin hacer el más mínimo ruido, cualquier movimiento en falso y acabaría muerto en las garras de su progenitora, y aquello es lo último que quería; adentrándose en la habitación, cerrando la puerta con llave detrás de él, de esta manera era la única forma en la que él podía sentirse seguro, encerrado en medio de cuatro paredes. Deseando cada segundo de su miserable vida estar muerto en cualquier momento.

10:02 am..

Solía pasar la mayor parte del tiempo, mirando la ventana que había en su pequeña habitación, mirando los transcursales, admirando aquello que no podía tener, envidiaba todo aquello que le rodeaba, por el hecho de que no podía tenerlo, porque ni siquiera era dueño de su propia vida, perdido en sus pensamientos como es de costumbre, algo capto su atención, algo que no había visto apesar de estar la mayor parte de su vida en aquella ventana. Un chico.

Tenía casi su misma estatura, piel pálida y delgadas piernas, sus mejillas fue lo primero que noto sin importar a estar a una distancia considerable. Minho se lleno de curiosidad, había visto a tantas personas,todas y cada una de ellas le parecían aburridas y ninguna lo lleno de aquella intriga, siguió mirándolo a través de su pequeña ventana, el contrario permanecio sentado en aquella banca, justo enfrente de la casa de Minho. Llevaba un libreto consigo, parecía estar tan concentrado en aquellos escritos que plazmaba en el papel.

11:51 am..

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escucho la voz de su madre gritar sus nombre, golpeando de manera salvaje la puerta de su habitación, sus ojos se abrieron de par en par, llenos de temor
Su corazón se aceleraba cada minuto más, sentía que en cualquier momento se saldría de su pecho.

¿Que había hecho mal?

— ¡Abre la puta puerta pedazo de mierda!— grito nuevamente del otro lado de la puerta.

Sus piernas temblaron incontrolablemente, mientras que su respiración se volvía más agitada de lo normal, no iba a abrir la puerta, claro está.
Los gritos de su madre resonaron en toda la habitación, lo suficiente para que pudieran escucharse en la calle; fue entonces cuando aquel hombre que se encontraba escribiendo en ese pequeño libreto, miró al lugar donde provenian aquellos gritos de enojo. Observo a ese castaño postrado cerca de la ventana quien estaba aterrorizado.

—¿¡Que carajos estas esperando? Abre ya la puta puerta!— siguió gritando aquella femenina.

...

Los rayos del sol golpeaban ligeramente su ventana, diciéndole que un nuevo día había llegado, aquello no lo consolaba, seguía atrapado en el mismo infierno. Como pudo se levantó de su cama; su cuerpo dolía y nuevamente estaba lleno de hematomas,
Abrazándose a sí mismo para poder soportarlo una vez más, tenía que limpiar aquellas heridas dibujadas en su bello rostro, la autora era su propia madre, para su buena suerte no estaba en casa; había salido a comprar más alcohol para hundirse en el una vez que llegase.

THE LETTERS OF YOUR HEARTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora