𝐒|| "No importa cuantos años han pasado, sigo sin poder olvidarte Mily"
「Donde Emily y Lando tenían la relación perfecta, pero luego de tres años ella desaparece sin dejar nada más que una carta」
O
「Donde Emily dejo a Lando para que pudiera cumpli...
Las horas en el circuito pasaron con lentitud. La práctica 1 la vimos Sarah, Alexandra y yo desde el paddock club.
Para la práctica 2, nos trasladamos al garaje: Sarah y yo nos quedamos en el de Carlos, mientras que Alexandra fue al de Charles.
Durante toda la sesión, mi pequeña aplaudía feliz cada vez que Carlos regresaba al garaje y los mecánicos hacían algún ajuste en el monoplaza.
Realmente parecía disfrutar todo aquello, lo que me causaba una profunda ternura.
Al término de las prácticas, esperamos a Carlos en el hospitality de Ferrari. Sarah se entretenía con su tablet, mientras yo aprovechaba para revisar algunos asuntos del trabajo.
—Ahí están mis dos chicas favoritas —anunció Carlos, entrando sonriente. Tomó a Sarah en brazos y luego me miró.
—¿Lista para irnos? —preguntó, observándome unos segundos antes de volver su atención a mi pequeña, quien le contaba emocionada todo lo que había visto en los boxes durante la práctica 2.
Por mi parte, me levanté del asiento y comencé a recoger las cosas de Sarah mientras ellos conversaban.
Al terminar, me coloqué junto a Carlos, quien pasó su brazo por mis hombros abrazándome mientras caminábamos juntos.
Al salir del hospitality, noté que el paddock estaba casi vacío; las pocas personas que quedaban eran del personal de los equipos.
Durante la caminata, los únicos que hablaban eran Sarah y Carlos. Yo solo escuchaba atentamente, riéndome a ratos por las ocurrencias de ambos.
Cuando llegamos al estacionamiento, fuimos interceptados por una persona que conocía demasiado bien.
—Reconocería ese caminar donde sea —dijo, mirándome fijamente.
Quedé helada en mi lugar y podía apostar que estaba algo pálida.
—Cisca —fue lo único que logré decir al ver a la abuela de mi hija frente a mí.
Por inercia, giré hacia Carlos con una expresión de susto. Él me devolvió la mirada, luego miró a Sarah y bajó un poco más la gorra de la niña, aunque aquello ya era inútil. Cisca la había visto.
La mujer frente a mí parecía haber entrado en estado de shock, pero antes de que pudiera decir algo, una voz detrás de mí la interrumpió.
—¡MAMÁ!
Aquel grito me tensó aún más. Después de casi cuatro años sin escuchar su voz, comprobé que seguía teniendo el mismo efecto en mí.
—Carlos, vámonos, por favor —le rogué a mi mejor amigo, mirándolo con desesperación.