Cuando eres la perfecta definición del Omega imperfecto, pierdes todo pensamientos positivo de algún día encontrar el amor de tu vida. Choi SooBin tiene veinte años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad.
¿Qué alfa quería encargarse...
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— ¡Papá!
Solté un largo quejido al oír a BeomGyu hablarme, su voz se escuchaba tan distante mientras dormía.
Abrí mis ojos lentamente para no dañarlos por la luz de la habitación y observé el cuerpo de mi hijo sobre mí, con esos preciosos ojos que me observaban enojados, aunque al notar que ya me había despertado su carita se iluminó por completo y se acercó más para dejar un suave beso en mi mejilla.
De acuerdo, quizás no estaba bien visto que mi hijo sea el que me despierte, pero es un sábado de mañana y prefiero dormir hasta que mi pequeño me avise que tiene hambre, como ahora.
BeomGyu es un niño muy inteligente. A veces despierto y lo encuentro mirándome dormir, sin hacer ruido ni moverse, solo me mira tan cariñosamente que siento que mi corazón se encoge.
BeomGyu me salvó la vida desde la primera vez que abrió los ojos.
Como persona, nunca me interesó mucho perder al idiota del padre de BeomGyu. Yo sabía que no estaba enamorado y puedo decir que solo fue una fantasía adolescente, pero la supuesta “relación” que teníamos era extremadamente tóxica y la aprendí a tolerar, pero nunca pude apreciarla.
Durante ese tiempo, por mi mente pasó la idea de convertirme en esos tipos de Omegas que solo sirven para parir y estar en casa, incluso la había aceptado hasta que me enteré sobre la apuesta. Luego, ese Alfa rompió el lazo al morder a otra Omega, una que era linda, tierna y totalmente virgen.
Si bien mi lado consciente no sufrió mucho, mi Omega se dedicaba a darme los peores momentos de mi vida; recuerdo cómo me retorcía en mi cama por los fuertes dolores de cabeza y la depresión.
Los doctores me habían dicho que no se podía hacer nada, pues era bien sabido que, cuando un Alfa abandonaba a su compañero, este podría hasta morir debido a su abandono. En los noticieros era algo que se mencionaba todo el tiempo, y yo era como un grano de arena más, así que todo dependía de mi suerte y de que tanto mi lado Omega se haya encariñado de su Ex-Alfa.
Sin embargo, todo cambió el día que BeomGyu nació. Recuerdo haberme enamorado de esa tierna mirada apenas sus ojos se abrieron. Nunca creí que fuera posible, pero puedo decir que mi Omega desarrolló un lado maternal aquel día, y desde entonces, no le hizo falta tener a su Alfa a su lado para ser feliz.
Fue su lado protector el que nos llevó a seguir viviendo.
Yo no podía abandonar a BeomGyu dentro de este mundo. Mis padres me habían dado la espalda cuando se enteraron que me dejé morder por un idiota y eso me llevó a ser la deshonra de la familia; si yo me hubiera dejado morir, mi hijo estaría completamente solo ahora.
Logré salir adelante, pude conseguir un trabajo como fotógrafo de una de las revistas más conocidas del país (anteriormente había sido parte de múltiples talleres gratuitos sobre fotografía) y, si hay una sola cosa que puedo agradecerles a mis padres es la cámara profesional que me compraron.
