Lunes por la mañana, y el pequeño café "Latte de Ensueño" estaba comenzando a llenarse de sus clientes habituales. El aroma a café recién molido y bollos horneados llenaba el aire, creando un refugio acogedor en medio del bullicio de la ciudad.
Clara, la dueña del café, estaba detrás del mostrador preparando un cappuccino cuando la campanilla de la puerta sonó. Alzó la vista y vio entrar a un joven que no había visto antes. Alto, de cabello castaño despeinado y con una sonrisa fácil, se detuvo un momento para orientarse.
"Buenos días, ¿en qué puedo ayudarte?", preguntó Clara con su mejor sonrisa profesional.
"Hola, es mi primera vez aquí. ¿Cuál es tu especialidad?", respondió él, devolviéndole la sonrisa.
"Nuestro café con leche de almendra y un toque de canela es muy popular", sugirió Clara.
"Suena perfecto. Y, ¿podrías recomendarme algún pastelito para acompañarlo?"
"Claro, nuestros muffins de arándanos son irresistibles", dijo Clara mientras comenzaba a preparar su pedido.
"Voy a confiar en tu buen gusto", respondió el joven, observando con interés cómo Clara trabajaba con destreza. "Por cierto, me llamo Daniel."
"Un placer, Daniel. Yo soy Clara. ¿Eres nuevo por aquí?", preguntó, entregándole el café y el muffin.
"Sí, me mudé hace poco. Trabajo en la editorial que está a la vuelta de la esquina."
"Vaya, eso está muy cerca. Espero verte más seguido entonces", dijo Clara con una sonrisa, sintiendo una chispa de interés por este nuevo cliente.
Mientras Daniel se alejaba para encontrar una mesa, Clara no pudo evitar observarlo un momento. Algo en él le resultaba intrigante, y se sorprendió al sentir un pequeño cosquilleo de anticipación. Quizás este lunes no sería tan rutinario después de todo.
