La luz de una vela me acompaña esta noche. La luna y una vela es todo lo que necesito para apreciar esta pintura. He adoptado la costumbre de apreciarla cada noche hasta dormir desde el momento en que nos separamos, Na-Kyum y, ninguna de esas veces he logrado ver más allá que tu ojo entrecerrado.
La modestia en tu carácter me ha vuelto miserable no al no poder verte en algo tan ácrono como una pintura; sin embargo, este lienzo es ahora la ventana de mi corazón y mis pensamientos, donde apareces en un bucle de bucles que ha despertado la melancolía desconocida de mi persona. Aferrarme a la idea de que vemos la misma luna y pisamos la misma tierra parece un pensamiento tan efímero y trivial que antes de concerte nunca hubiera rondado en mi mente.
El tiempo ha transcurrido como siempre lo hace, pero el día de nuestro reencuentro aún es incierto. Acato los mandatos de mi padre, escuché que quería comprometerme con una doncella de buena familia, aunque sabe que jamás lo aceptaría. Pero así es como decidí vivir, Na-Kyum. Me arrepiento de no poder estar a tu lado ahora mismo, sin embargo, no me arrepiento de elegir esta vida para asegurar tu bienestar. El tiempo que pase hasta que nos volvamos a ver aún es incierto y hasta entonces no me queda más que velar por que ese momento llegue.
Mi amado Na-Kyum, deseo que ahora mismo estés observando la luna y sigas pensando en mí tal como esa vez en la casa Kiseng, así como yo pienso en ti cada que la veo. Deseo que aún no hayas olvidado mi rostro y deseo que nos reencontremos una primavera, de forma que podamos observar la floración del durazno tal como nosotros hayamos florecido. Deseo volver a ver tus ojos de estrellas y recibir un beso tuyo como un pétalo o una brisa de verano.