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Tomioka vio por tercera vez el reloj de su teléfono, marcando las once de la noche con cinco minutos para su infortunio. Exactamente pasaron solo quince minutos desde la última vez que revisó.

Apretó los labios, enojado consigo mismo.

Se había prometido no volver hacerlo, dejar de pensar en él y seguir con su vida. Una donde sus compañeros de trabajo le aseguraban que seria muy feliz si intentaba salir con alguien acorde a su personalidad.

Instintivamente su mente materializo la sonría del pasante Kamado Tanjiro que tanto lo idolatraba por su arduo trabajo y su manera tan relajada de ser. La diferencia de edad era abrumadora, aunque todos dijeran lo contrario, él seguía siendo alguien inocente en un mundo que lo acabaría si no realizaba un trabajo perfecto para el jefe Kibutsuji.

Hizo el ademán de tomar el teléfono, pero su consciencia fue más fuerte. Lo dejo sobre el escritorio y fue a recostarse sobre su cama para tratar de dormir.

Mañana era fin de semana por lo que podría descasar hasta tarde, lo que también significaba que Sanemi llegaría en la madrugada tan borracho como podría.

Se acostó observando el techo evaluando su vida, desde el día que inevitablemente decidió confesarse a su mejor amigo para luego convertirse en una mamá preocupada por el bienestar de su hijo.

Era patético.

Había aceptado su rechazo rogando por mantener la amistad que forjaron desde los cinco años en el jardín de infantes. Odiaba la idea de perder a Sanemi, no verlo nunca era como una tortura, aunque para él era muy distinto.

Giyuu cerró los ojos con fuerza girando sobre la cama para evitar recordar aquel día tan trágico.

Sanemi le había dejado en claro que jamás se fijaría en un rarito que veía a su mismo sexo como algo lujurioso o deseoso.

—Eres asqueroso, Giyuu.

Esas habían sido sus palabras antes de darle la espalda y dejarlo abandonado en el patio de la escuela. Tres simples palabras que fueron como un conjuro sellando así por completo todo sentimiento que pudiera entregar con libertad a futuro a cualquier otra persona.

Recordaba haber sido ignorado por todo un año en los pasillos y salas de clase, ni siquiera una mirada o pequeña sonrisa en donde le indicara que a pesar de dejar de ser amigo aún sentía una pequeña simpatía por él, pero las cosas no fueron de ese modo.

Se había aislado de todos, dañando aún más su personalidad introvertida.

Su profesor en aquel tiempo había sido un consuelo, hablando de temas nada importantes casi innecesarios con tal de hacerlo interactuar con un ser vivo que no fuera un perro o gato. Fue tal la confianza que había revelado su mayor secreto mostrándose abiertamente homosexual por primera vez en sus diecisiete años.

—¿Y cuál es el problema?

Giyuu había sonreído en aquel entonces ante la pregunta del profesor Sabito.

Tiempo después justo al inicio de su ultimo años escolar, Sanemi había solicitado hablar con él, pidiéndole que volviera a hacer amigos, unos buenos amigos... nada más que eso.

—Solo eso te puedo entregar.

Estaba feliz, casi extasiado de volver a la normalidad.

Al pasar los días Giyuu entendió que esa nueva y vieja amistad solo era eso, amigos fuera del tiempo de escuela. Sanemi había continuado con su indiferencia en el horario escolar, pero al termino siempre lo esperaba fuera de la escuela para volver a casa juntos.

MI QUERIDO AMIGO - KNYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora