Chiara Oliver, conocida por sus amigos como Kiki, se despertó con el sonido insistente de su alarma. La luz del sol se filtraba a través de las persianas de su pequeño apartamento, iluminando las paredes adornadas con pósters de sus bandas favoritas y letras a medio terminar. Con un suspiro profundo, Chiara se levantó de la cama, sacudiendo su cabello negro que caía desordenado sobre sus hombros.
El reloj marcaba las 7:30 a.m. y Chiara sabía que tenía que apresurarse. Su rutina matutina siempre era una carrera contra el tiempo. Preparó un desayuno rápido, una tostada con aguacate y un café fuerte, mientras su mente ya empezaba a divagar sobre la melodía que había estado trabajando la noche anterior. A veces, su TDAH hacía que concentrarse fuera un desafío monumental, pero la música siempre lograba centrarla, aunque solo fuera por unos momentos.
Después de vestirse con unos jeans desgastados y una camiseta de su banda favorita, Chiara recogió su mochila y su guitarra, y se dirigió al conservatorio. Mientras caminaba por las calles adoquinadas de Granada, sus pensamientos saltaron de una idea a otra: la nueva canción, la próxima clase, el turno en el bar. Pero la vista de la Alhambra en la distancia siempre lograba darle un momento de calma, recordándole la belleza que la rodeaba.
Las clases en el conservatorio eran tanto una bendición como una maldición. Chiara amaba la música con todo su ser, pero a veces las estrictas estructuras académicas la hacían sentir atrapada. Se sentó en el aula, su pie golpeando nerviosamente el suelo mientras trataba de seguir la lección de teoría musical. Los ojos verdes de Chiara, a veces cambiando a un azul intenso dependiendo de su estado de ánimo, parpadeaban rápidamente entre sus notas y la ventana, donde podía ver a unos estudiantes practicando en el jardín.
Durante el almuerzo, se reunió con sus amigos, Martin, Ruslana y su hermano Alex. Martin, siempre el bromista, hacía reír a Chiara con sus imitaciones de los profesores. Ruslana le mostraba un nuevo dibujo que había hecho, inspirada por una canción que Chiara había tocado recientemente. Alex, siempre protector, le preguntaba si necesitaba algo para su turno en el bar esa noche.
Por la noche, el bar donde trabajaba, "El Rincón de las Notas", estaba lleno de vida. Chiara se subió al pequeño escenario, con su guitarra en mano, y miró al público. El bullicio de conversaciones y risas disminuyó cuando empezó a tocar. La música era su escape, su forma de expresarse cuando las palabras fallaban. Mientras tocaba, sus preocupaciones se desvanecían, y el mundo parecía alinearse perfectamente, aunque solo fuera por unos minutos.
Después de su set, mientras servía bebidas detrás de la barra, recibió elogios y palabras de ánimo de los clientes habituales. Pero a pesar de las sonrisas y el apoyo, Chiara no podía evitar sentirse inquieta. Siempre había una parte de ella que se preguntaba si alguna vez lograría su sueño de ser reconocida por su música, si podría romper las barreras que su mente a veces le imponía.
Con el cierre del bar, Chiara regresó a casa, agotada pero llena de una extraña mezcla de esperanza y duda. Se sentó en su escritorio, sacó su cuaderno y escribió algunas líneas de una nueva canción. La lucha y la pasión se entrelazaban en cada palabra, en cada nota. Sabía que el camino no sería fácil, pero en su corazón, la música siempre encontraría una manera de guiarla.
......
Violeta Hódar caminaba por el bullicioso centro de Granada, disfrutando del aire fresco de la mañana. Su pelo pelirrojo, casi naranja, brillaba bajo la luz del sol, y su expresión decidida destacaba entre la multitud. Con una sonrisa que revelaba hoyuelos encantadores, se dirigía a la sede del canal de televisión donde trabajaba. Violeta había logrado hacerse un hueco en la sección del tiempo, pero su ambición la llevaba a desear más, a querer contar historias que impactaran y resonaran con la gente.
Al llegar a la redacción, Violeta saludó a sus colegas con un enérgico "¡Buenos días!". Denna, su amiga y compañera de trabajo, le devolvió el saludo mientras preparaba su café. Juanjo, el técnico de sonido, ya estaba inmerso en sus equipos, pero levantó la vista para saludarla con un asentimiento. Bea, su prima y una de sus mayores confidentes, le lanzó una sonrisa cómplice desde su escritorio.
Violeta se sentó en su puesto y comenzó a revisar el correo electrónico y las noticias del día. La rutina de preparar el informe del tiempo ya era casi automática para ella, lo que le permitía pensar en nuevas ideas para reportajes. Su mente estaba llena de posibilidades y proyectos que aún no había tenido la oportunidad de explorar.
A media mañana, el jefe de redacción, Manuel, convocó una reunión rápida en su oficina. Era un hombre de aspecto severo pero con un corazón generoso, siempre buscando maneras de mejorar el contenido del canal. Violeta sabía que esta reunión era importante y entró con una actitud profesional, pero con una chispa de curiosidad en sus ojos.
—Violeta, he estado observando tu trabajo y veo que tienes mucho potencial más allá de la sección del tiempo —comenzó don Carlos—. Quiero darte una oportunidad para demostrarlo.
Violeta sintió un nudo de emoción en el estómago. Esto podía ser el avance que había estado esperando.
—Necesitamos contenido fresco y relevante para nuestra revista "Nota Alta". Quiero que encuentres a un artista emergente, alguien que esté haciendo olas en la escena local, y le hagas una entrevista destacada. Algo que realmente capture la esencia de su arte y su impacto.
—¡Claro, Manuel! —respondió Violeta con entusiasmo—. No lo decepcionaré. ¿Algún artista en mente o empiezo desde cero?
—Desde cero, Violeta. Confío en tu instinto para encontrar a alguien realmente especial.
Con la tarea clara en su mente, Violeta salió de la oficina con un renovado sentido de propósito. Esta era su oportunidad para demostrar su valía y mostrar su pasión por el arte y la música.
De vuelta en su escritorio, Violeta comenzó a buscar información sobre la escena artística de Granada. Navegó por redes sociales, blogs locales y sitios web de música. Cuanto más investigaba, más se daba cuenta de la diversidad y el talento que la ciudad tenía para ofrecer. Entre las menciones y recomendaciones, un nombre empezó a aparecer con frecuencia: Chiara Oliver, alias Kiki, una joven música que tocaba en un bar local y estudiaba en el conservatorio.
Con el nombre de Chiara en mente, Violeta decidió asistir a una de sus presentaciones en "El Rincón de las Notas". Quería ver con sus propios ojos lo que hacía especial a esta joven artista. Esa misma noche, después de su turno en el canal, Violeta se dirigió al bar, su corazón latiendo con anticipación. Mientras observaba a Chiara tocar, quedó impresionada por la pasión y el talento que emanaba en cada nota.
Esa noche, Violeta decidió que Chiara sería la artista emergente que entrevistaría. No solo por su talento, sino porque había algo en su música que resonaba profundamente en ella. Tal vez, en esta tarea, encontraría no sólo una historia para contar, sino también una conexión que iba más allá de las palabras.
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Caminos cruzados- Kivi
Short StoryVioleta Hodar, periodista en la sección del tiempo de un canal de televisión, recibe la oportunidad de su jefe de entrevistar a un artista emergente para la revista "Nota Alta". Chiara Oliver, una cantante que trabaja en un bar cantando covers los v...