𝔍𝔫𝔣𝔢𝔯𝔫𝔬

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El mundo no está preparado para un amor incestuoso de los Kaulitz.

—¡Ellos son tan poderosos y de buena imagen!— Decía un personal de servidumbre de los ricos Kaulitz.

—Ellos son gente de bien, nada ocultan.— Aseguraba la empleada más personal de ellos.

Lo que no sabían es que Tom hacía gemir a Bill tanto que tenían que irse a otra parte a hacer sus asquerosidades. Bill se había vuelto tan estirable desde las primeras 10 veces que su hermano se lo cogio.

Cualquiera pensaría que por lo que escribi antes, Tom era el hombre que le ordenaba a Bill cuando quería y necesitaba que abriera las piernas y alzará el culo. Pero, en realidad Bill era el que le ordenaba y mandaba:

—Quiero que me folles ¡Ya!— Sus ojos oscuros perpetradores y su piel suave, añadiendo su agradable sabor, hacían que Tom no pudiera resistirse. A pesar de que los 50 minutos rosando su pene contra el culo de Bill le ardieran por el rápido movimiento que pedía aquel. No lograba parar hasta hacer correr a su hermano menor.

O al menos hasta ver sus pupilas subir lo suficiente para saber que esta satisfecho. Tampoco puedo mentir y no decir que Tom adoraba su apretada entrada y su sudor, incluyendo la voz de Bill que siempre gritaba:

—¡Más ohh más!¡Carajo, dame más!—

No podía permitir dejarlo ir tan fácil, no importaba cuantas veces lo pidiera, donde lo pidiera, Tom no dejaría de entrar en Bill.

Solía decir:

—Es un dulce que siempre me sabe bien.— Mordía su labio con frecuencia cuando pensaba en el.

Con su pene en la boca, metiendolo y sacándolo hasta que Bill lo llenará de saliva para Tom.

Ni si quiera podían dejar de amarse, se deseaban, se querían sentir, en todo caso alguien más con la mente más abierta del mundo diría que era completamente asqueroso y repugnante.

Aceptarían besos y caricias incluso, pero el sexo ya era algo enfermo, algo que solo ellos dos querían saber.

—Soy la razón del por que el infierno es tan caliente y divertido.— Decía Bill entre las sábanas abrazado de Tom.

Tom solo lo veía con una sonrisa juguetona y morbosa, ojos nunca mienten ¿verdad? Ellos no mentían al decirse que se amaban, y obviamente no pasaban ratos tristes ni mucho menos desagradables, pues eran los más poderosos de toda Alemania. Nadie los cuestionaria aún si supieran su terrible secreto.

Su terrible lujuria mutua.

Claro que aún así les asustaría que alguien se enterara pero, tu no le dirás a nadie ¿verdad?....

Obra de: Marckvil

TOLL SHORTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora