1- La niña y el perro(1)

5 2 0
                                    

Mi nombre es Johanna, una huérfana de la ciudad, como muchas otras. Aunque dudo que sus vidas hayan sido tan miserables como las mías.

Cuando cumplí 7 años, mi madre falleció de una extraña enfermedad para la cual no existía cura, y meses después mi padre incapaz de supera su pérdida, se suicidó.Yo quede bajo la custodia de mi tío, un bueno para nada, que le da más importancia a tener  una cerveza para la noche, a que su sobrina tenga un plato de comida.

Cansada de pasar hambre y ser abusada constantemente decidí huir de allí. Prefería mil veces morir de hambre en la calle que soportar una noche más aquellos tratos. Pasé todo un año viviendo de lo que podía robar, siendo mi única compañero un perro, un cachorro que como yo andaba a su suerte en medio de la ajetreada cuidad.

Con el tiempo aprendí que las hembras llamaban demasiado la atención, en especial si era una niña incapaz de defenderse a si misma, no queriendo ser abusada de nuevo opté por cortarme el pelo con un metal afilado que encontré en algún basurero. Ésto y el mucho churre que cubría mi cuerpo, producto a las varias semanas que llevaba sin poder tomar un baño, me hacía ver como un niño, una pequeña sabandija, como era llamado constantemente antes de ser maltratado y golpeado.

Una tarde, el hambre hizo mella en mí y por lo que podía ver también en Milo.

(Johanna)- No te preocupes Milo. De seguro que encontramos algo de comer -acaricie el lomo de Milo llevándolo en mis brazos, sus ojos casi sin vida no dejaban de mirarme.

La luz de la cocina de una cafetería apareció ante mis ojos, escapando a través de la puerta que de encontraban abierta.

«¡Es mi oportunidad»

Puse al cachorro en el piso y con pasos ligeros me acerque a la puerta puerta, mire adentro, en una mesa no muy alejada de donde me encontraba una gran variedad de platos lucían deliciosos. La comida que se me había negado por tanto tiempo, ahora estaba allí, frente a mis ojos, a tres pasos de distancia.

El recuerdo de mi madre enseñándome que robar era malo vino involuntariamente a mi cabeza, pero el hambre pudo más, con el estómago rugiendo camine sin detener hasta ese delicioso manjar. Solo de mirarlo mi boca se hacía agua.

Carnes, berduras, arroces, pastas incluso dulces que jamás había visto en mi vida. Me apresure a llevarlo todo a mi boca, daba un mordisco de todo cuanto viera, estando al borde de atragantarme muchas veces. A mis pies, mi fiel amigo también agradecía en silencio, por la comida que deje caer para el.

(???1)- ¡Maldito mocoso! ¡Aleja tus manos de mi comida! -detras de mi habló una voz ronca.

No tuve tiempo de reaccionar,  antes de darme cuenta el dueño del lugar, un gordo de almenos unos 45 años, me estaba sujetando del pulover, si todavía podía ser llamado así, era todo un ripio lleno de mugre y churre.

(Viejo1)- Es la tercera vez en la semana que roban mi comida. Pero eso se termina hoy. ¡Desde ahora aprenderán a no meterse en mi local!

El fin de sus palabras lo marcó el inicio de sus golpes. Formando un puño en su mano, me golpeó sin vacilar mientras seguía quejándose por todas las veces que le robaban. ¡Si no quieres que te roben más, al menos cierres la puerta, maldito gordo gilipollas!

Después de muchos de sus puñetazos todo mi cuerpo estaba adolorido, eran muchos los moretones que se podían contar en todo mi cuerpo y no me era difícil de creer que también hubieran huesos rotos. Sin esfuerzo me arrojo contra la pared mientras en sus manos tomaba un cuchillo.

(Viejo1)- Nadie te va a extrañar, maldita sabandija -bufó y pude sentir el odio en sus palabras.

Milo se interpuso en el camino cuando el viejo avanzaba hacia mí, no pude creer el gesto cuando después de regalarme una mirada que duró unos segundos, el canino mostró todos sus dientes para luego clavarlos en el antebrazo del dueño del lugar.

«Gracias Milo, gracias»

Mi único amigo se sacrificó para que lo pudiera escapar, me aleje corriendo de aquel lugar, mientras a la distancia escuche los gritos de dolor del hombre que luego fueron sustituidos por los de un perro. Mi perro, Milo.

Las lágrimas corrieron por mis mejillas, aún así seguí corriendo. Corrí sin detenerme buscando la seguridad de  los oscuros callejones bajo la luz de la luna.

No recuerdo que tiempo pasó antes de que mis pies cedieran, caí exasta sobre el pavimento, me encontraba ahora al final del camino, frente a mi se alzaba por varios metros un edificio. Me arrastré como pude hasta quedar oculta detrás de un callejón. Miles de pensamientos sobre Milo se empezaron a arremolibar en mi cabeza.

(Johanna)- Milo, mi niño -sollocé llamando a mi amigo.

No quería que aquello pasará, me arrepiento una y mil veces de entrará a ese maldito restaurante. Preferiría morir de hambre que perder a mi niño, mi único amigo, el único que me aceptó cuando todos los demás me miraban con desprecio. Me lleve las rodillas al pecho, asiendo me un ovillo, trataba de consolarme a mi mismo. Nadie más lo haría, ya no tenía a nadie.

Entre con las lágrimas y los miles de pensamientos, también llegó el sueño, me quedé dormida allí y no sé qué tiempo pasó cuando un tirón brusco me despertó.

Abrí lo ojos tanto como pude, asustada. Una mano me sujetaba por el pecho contra su cuerpo. El recuerdo de todos los abusos de mi tío llegaron a mi mente. Podía imaginar lo que venía y no estaba dispuesto a volver a sufrirlo.

Mordí el antebrazo de esa persona con todas mis fuerzas, quería mi libertad, no permitiria que volvieran a abusar de mi y no deje de morderlo sino hasta que el sabor metálico de la sangre recorrió mi garganta.

Con un sonido sordo quien me sostenía me dejó caer, me arrastré un poco alejándome de él hasta que choqué una pared con la espalda. Volví a llevarme las rodillas  al pecho, esta vez ocultando mi cuerpo de él. No le sacaba los ojos de encima aunque mi pelo envuelto en lado caía sobre mí ojo derecho dificultadome un poco la vista.

De la nada, la figura de otro hombre se materializó, sin dar ninguna señal atacó al otro hombre rasgando su camisa en el abdomen y dejando en el una profunda herida. Antes de que pudiera darme cuenta el primero de ellos, vestido con un pantalón negro y una camisa del mismo color al estilo Batman,  tenía ambos pies despegados del suelo mientras era sostenido del cuello por el recién llegado.

- Todos piensas que Víctor es débil -habló otro hombre a mi lado, ni siquiera me di cuenta cuando llegó-. Y por eso invaden nuestro territorio una y otra vez. Creen que no recibirán castigo -dejó de verme para lanzarle una mirada siniestra al que flotaba en el aire-. ¡Pero están equivocados!

- No sabía que era el territorio de tu familia, me largare de aquí -habló fuerte el de negro, esforzándose para ser escuchado

«De que carajos están hablando »

- Así no es como funciona, entrar en el territorio de otra familia, sin permiso, se paga con sangre -el de las gafas río por lo bajo, mientras el que estaba a mi lado me levantó por el hombro sin mucho esfuerzo, sin esfuerzo alguno de hecho.

No entendía una mierda lo que está pasando, pero no sería golpeado dos veces e el mismo día, etsa vez no tenía a Milo conmigo, me tocaba defenderme a mi, con brazos y piernas golpeé al hombre que me sostenía, aunque nada de lo que le hacia parecía tener algún efecto.

- El no tiene nada que ver, déjalo ir -volvio a gritar el de negro.

¡¿Que fue eso,?! ¡¿Porque alguien que ni siquiera me conoce gritaria eso?! ¿Acaso estaba tratando de defenderme? ¡No me conoce de nada! ¡¿Entonces como es que...?!

- ¿Donde esta la diversión de eso? -habló mi agresor antes morderme justo en el cuello.

El dolor fue menos del esperando, se sentía como si dos agujas hubieran penetrado mi piel, para luego succionar toda la sangre en mi cuerpo, con ese dolor, con esa sensación de succión. Pude sentir como la vida se me escapaba.




Mi mejor amigo, un vampiro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora