-¿¡Cómo se te ocurre salir sola a la calle, niña tonta!?- La señora Lovett y mi padre estaban en la mesa del comedor, sus facciones notablemente preocupadas.
-Lo lamento... Solo quería explorar, no tenía nada que hacer y ustedes estaban ocupados... Lo lamento- tenía la cabeza agachada, pero no podía admitir que había seguido al juez Turpin y mucho menos que me había gustado.
-Está bien, dejala, ya tiene ... Igual estuvo bien que se fuera por unas horas...- La señora Lovett le hizo un gesto de «callate» y mi padre no dijo más, yo noté esta conducta, pero no dije nada.
-Señora Lovett, cree que tenga más Ginebra..?- al comedor entró un niño con una botella de alcohol vacía en la mano. Lo reconocí, era el niño que vi esa vez en la plaza promocionando esa cosa, pero ahora no tenía su cabello largo rubio como aquella vez. -Oh... Hola?- dirijió su visita hacia mí.
-Hola... Qué pasó?- pregunté a ambos.
-El hombre de aquella vez vino y... No tenía dinero, dió al niño a cambio de una afeitada...- Dijo la señora Lovett notablemente nerviosa y sudando, mientras mi padre permanecía inmóvil viendo a la nada.
Después de cenar, unos deliciosos pasteles de carne, mucho mejor que las cenas deshabridas de siempre, fui a dormir a mi habitación, pero había un pensamiento que no salía de mi mente... El juez Turpin... Cómo un hombre que había hecho tanto daño a mi familia y era unos 30 años mayor que yo podía gustarme desde el momento en que lo vi.
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Pasaron unos días, ya era jueves y estaba planeando como escapar en la noche del viernes, por la supuesta fiesta a la que me invitó el juez.
Mi padre permanecía igual de paranoico e inmerso en sus pensamientos. La señora Lovett me había dicho que la barbería estaba llendo muy bien y por eso había carne fresca para los pasteles, pero, aunque era mucho desgaste bajar y subir escaleras, ella no nos permitía entrar a el horno donde cocinaba los pasteles y mantenía la carne, esos días a penas llegaron unos 15 clientes durante el día, pero era mucho mejor que nada, incluso alcanzó para una cena decente, mucho mejor de las que tuve en toda mi vida.
Vi como llegaban personas a afeitarse con mi padre, pero no me permitían subir, o me mantenía ocupada la señora Lovett cuando mi padre atendía a sus clientes.
-Y quiero que lo dejes impecable... Y tú, Tobi... Ayúdale a Emily.- Tobi (así se llamaba el niño) estaba tratando de alcanzar una bote de ginevra, pero cuando le pidió que me ayudara él obedeció en seguida.
-A veces quisiera poder ayudar a mi padre...- comenté mientras Tobi y yo limpiabamos una repisa llena de platos, vasos y tazas de vidrio. -Tobi...- una idea vino a mi mente.
-Dígame, señorita Emily- contestó el pequeño.
-Podrías ayudarme..? Tengo un... Compromiso mañana, y me gustaría que dijeras que me siento muy mal y quiero estar en mu habitación sola.- El niño levantó las cejas y me vió confundido.
-Pero... No puedo mentirle a la señora Lovett ni al señor Todd...- dijo algo preocupado.
-Te daré una botella completa de ginebra- le dije, él puso cara de contento y le brillaron los ojos. -Pero será mañana... Ahora limpia rápido para ir por unas golosinas- Tobi con entusiasmo se dió prisa en quitar todo el polvo de los platos y vasos con una gran sonrisa.
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El día pasó, y yo estaba nerviosa, seguramente el plan funcionaria... La señora Lovett no hacía muchas preguntas y mi padre seguía encerrado en la habitación de arriba desde ayer. A las 6 de la tarde, fui con Tobi para aplicar el plan.
-Cómo dije, aquí está tu botella... Pero que no la vea la señora Lovett... Recuerda "Emily no quiere salir, le duele la cabeza y no quiere ver a nadie", regresaré por la noche, tú tendrás que abrirme la puerta, y te daré de las bebidas que habrá en la fiesta, entendido?- le repasé lo que él tenía que decir.
-Más que entendido, señorita- sonrió y guardó la botella en una pequeña bolsa y fué a esconderla en un espacio que le adaptó la señora Lovett para Tobi.
Revisé que la señora Lovett y mi padre estuvieran muy bien ocupados, y me metí a mi habitación, cerré la puerta con llave, guardé ésta en mi bolso, arreglé un poco mi vestido y mi cabello antes de salir por la ventana y cerrala, también revisé por fuera si no estaba ninguno de los dos. Una vez asegurandome que nadie podría descubrirme, fui como recordaba el camino hacia la casa del juez, podrían ser las 7:30pm ya y a penas había llegado al lugar, me había perdido unas cuantas veces, pero logré llegar a tiempo.
Se oía música dentro de la gran casa del juez, incluso dos cuadras antes, las ventanas estaban completamente iluminadas, mientras más me acercaba veía a las personas dentro, había unas 50, pero no logré ver a él juez por fuera.
Un hombre, de hecho el mismo rechoncho y chistoso hombre que fué el juez en el concurso de mi padre y Pirrelli se acercó de prisa a mí cuando me vió.
-Señorita... Permitame acompañarla a la entrada... El juez la espera impacientemente...- me dió una sonrisa muy asquerosa mientras me dejaba en la entrada de la casa unos pasos adentro y luego salía de nuevo.
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La otra hija
FanfictionEl juez Turpin es el más reconocido en Londres, pero él guarda un secreto que no muchos conocen... Su protegida Johanna es hija de un barbero y una hermosa mujer, la cual al intentar escapar del juez tomó arsénico. Tiempo después el barbero llega a...