Estaba cerca, muy Cerca, casi podía sentir su piel rozando la mía. Sus ojos de diamante me miraban como cascadas de luz.Me enamoré de sus ojos, de su pelo de chocolate; de su sonrisa, de su dulce voz, de su forma de ver la vida. De todo su ser.Él casi ni se dio cuenta de lo sucedido, yo tan solo era una persona más que pasaba a su lado. Una persona con la que casualmente y sin pretenderlo se había cruzado. Aquel fue uno de los momentos más bonitos de mi vida, pensaba que me había cruzado a un ángel caminando por las calles de Madrid, caminando sin saber su rumbo, destino a cualquier lugar.Aquellos ojos del mar, aquel pelo color galleta....... Ojalá volver a cruzarme algo igual, Ojalá poder volver a sentir el calor de su piel, Ojalá.Mi mente entristecida, sabiendo que nunca volvería a encontrar semejante ser igual, se limitó a pensar en toda esa gente, toda aquella que encontró al amor de su vida paseando por la orilla del mar, por la plaza de la puerta del sol, en la Alhambra de Granada....... Encuentros como cualquier otros, que pueden cambiar tu vida completamente. Aquel día, un 17 de Diciembre, un día más del los 365 días del calendario, me había cruzado una estrella, que brillaba con luz propia, diferente a las demás estrellas que me había encontrado. Estuve todo el día imaginando, pensando en lo que pasaría si el destino nos volvía a juntar.Pasaron días, semanas, llegó al mes. Mi mente seguía imaginando, pensando en aquello. Las noches pasaban rápidas soñando con él, con el mar de sus ojos, en el que sin dudar me sumergiría a explorar que se esconde en aquella mirada, la que me hipnotizó, la que me capturó, la que no se iba de mi cabeza.El vivía encerrado en mi corazón, la llave, la tenía yo, yo decidía el cuando saldría de mi corazón y el porque lo haría. Sería difícil hacerlo, mi amor por él era enorme, y aunque sabía que era imposible, la esperanza es lo último que se pierde, y no pienso dejar de soñar con lo que este último mes me ha dado tanta felicidad.Sentía algo por dentro, una mezcla de miedo con tristeza, locura con alegría, era una sensación que únicamente había sentido ahí, una sensación que solo sientes una vez en la vida, un presentimiento de que lo nuestro iba a ir a más de lo que pudiéramos imaginar. Su recuerdo me hacía volar, mucho más allá de la galaxia. Me sumergía en sueños, que tal vez fueran visiones del futuro, que tal vez se hicieran realidad, o tal vez solo fuera mi imaginación de chica locamente enamorada.Nunca había deseado tanto que alguien entrase en mi vida, y más un desconocido, pero esta vez, era diferente, era como si ya lo conociera de toda la vida, como si el y yo ya hubiéramos sido algo en el pasado. Su mirada me recordaba al mar, a la luna.....Sus ojos eran un mundo donde nunca llovía, no había tristeza, tan solo tranquilidad, paz y alegría. La felicidad recorría las calles donde todo era de color alegre y vivaz.Soñaba con encontrarlo por ahí, otra vez, rozando su suave piel como en nuestro primer encuentro, que ojalá no fuese el último.
Confiaba en el destino, creía en el amor a primera vista, estaba preparada e iba a por todo.Salí dispuesta a encontrarlo bajo la luna, a encontrar de nuevo esos ojos, esa melena recorriendo la puerta del sol, contemplando el cielo de la noche lleno de estrellas brillando como él.Estuve un buen rato buscando, recorrí todo Madrid y sitios cercanos, pregunté a medio mundo, pero no había rastro. Mi cuerpo cayó rendido al suelo, llorando de pena y por amor. Me senté en un banco del Retiro y contemplé la luna. Imaginé que él estaba ahí conmigo susurrándome al oído.De repente empecé a oír una voz, parecía la suya, pero descarté que fuera él. Cada vez la oía más cerca, el viento soplaba mi pelo y mis ojos llorosos me impedían ver. Una sombra se paró delante de mí y me vio llorando, me ofreció su ayuda y se la concedí.Cuando por fin mis ojos dejaron de lagrimear, giré la cabeza y lo vi. ¡Era él!, me preguntó el motivo de mi llanto, le contesté que me había tropezado y caído. Me invitó a cenar al mejor restaurante de Madrid, dándome la oportunidad de conocerlo como había deseado desde que lo vi.Estaba nerviosa, ansiosa, quería al menos una amistad, solo pedía eso. Mi cuerpo temblaba y temblaba, a la vez que él me contaba su vida entera y yo la mía al son de la música romántica del restaurante. Se llamaba Alejandro, un nombre precioso que hacía juego con sus ojos azulísimos y su brillante y blanca piel.Decidimos ser amigos, nos dimos el teléfono, la dirección, y todo lo necesario para entablar una relación que si iba bien podía acabar siendo algo maravilloso y duradero, sin dudarlo, una obra del destino.Me sentía en un sueño, flotando por las nubes, en un mundo de alegría y pasión donde todo era perfecto y solo existíamos nosotros. Me adelantaba a los hechos, sabiendo que por el momento tan solo éramos amigos, nada del otro mundo. Su mirada rebelaba cosas de su personalidad, la felicidad invadía su cuerpo y no había rastro de una sola lágrima derramada por la tristeza. Tampoco existía dolor en aquel cuerpo, o al menos todo esto lo parecía por sus ojos, a los que se les veía felices al lado de los míos, cuando me hablaba y miraba detenidamente, contándome su pasado, su presente y lo que haría en un futuro, en el que desearía existir yo, ojalá poder tener un presente y un futuro con él, ayudándole en su día a día, pasando las horas juntos, viajando a cualquier sitio, sin rumbo al que ir.El tiempo pasaba muy rápido con él. Al principio decidimos vernos una vez por semana, después dos veces, tres, cuatro....... Todos los días. Se convirtió en rutina, una rutina maravillosa, cada día íbamos a un lugar diferente de Madrid, también a pueblos cercanos, acabamos recorriendo toda Castilla la Mancha juntos. Pasamos por Toledo, vimos las casas colgadas de Cuenca, Guadalajara, Ciudad Real entera y el museo de la cuchillería en Albacete.
Con él me di cuenta de que todo era posible a su lado, que no había muros ni barreras y que íbamos a conseguir lo que nos propusiéramos, sin duda alguna. El destino nos había juntado por algo, había unido las almas de dos personas completamente.Fue una noche de luna llena, en la puerta del sol, las campanas de año nuevo daban comienzo a un nuevo año para seguir disfrutando de lo que la vida nos había dado hasta ese momento. Ahí fue cuando me pidió salir, e hizo oficial nuestra relación amorosa que hace nada tan solo era una gran amistad entre nosotros dos.Mi alegría era enorme, los ojos nos resplandecían, su risa contagiosa animaba el ambiente. Nos pusimos dos copas de champán y brindamos por nuestra felicidad, por seguir juntos hasta el fin de los tiempos, por una relación verdadera y larga. El cielo se llenó de estrellas y la luna cada vez brillaba más y más, sonó música y bailamos al compás hasta tarde, celebrando el nuevo año que estaba por venir y que ya había pasado otro año más, era tiempo de olvidar los momentos malos y duros del pasado y mirar por el presente y el futuro que se venía.La vida me había cambiado completamente, ya nada era igual desde que nos conocimos, se me olvidó lo malo, me centré en lo bueno y en que estaba con él, y me ayudaría si algo no iba bien. Vivíamos momentos inolvidables, momentos mágicos, momentos juntos como una pareja que éramos. Nos queríamos muchísimo y juramos nunca hacernos daño, ni mentiras entres nosotros, que supondrían el fin de una maravillosa relación y ninguno de los dos queríamos eso. Queríamos formar una gran familia, ser padres en un futuro y vivir una gran vida, sin separarnos ni un milímetro. Todo iba muy bien, hasta que empezó a dejar de ir bien. Algo le pasaba a Alejandro, se empezó a encontrar mal, y se temía lo peor. Cada día se cansaba más, no podía respirar, se ahogaba, se tiraba todo el día acostado en la cama y todos nuestros planes de futuro se quedaron lejos, muy lejos.Su mirada ya no era la misma, sus ojos no brillaban, había un dolor intenso en su mirada y una tristeza enorme que le recorría todo el cuerpo de pies a cabeza. El cielo se volvió gris, El sol dejó de verse, una gran tormenta invadió el cielo de Madrid, dejándose de ver las estrellas del cielo de la noche. La vida se volvió incierta, dura, amarga, su risa ya no se oía, la echaba de menos, echaba de menos todo lo que ya no estaba en él, de todo de lo que un día me enamoré.Decidí llevármelo, necesitaba ayuda, no sabía que era lo que en realidad él tenía. Me lo llevé al hospital para descubrir que es lo que ocurría con su vida y si corría peligro.Estaba blanca, no tenía pizca de hambre, el médico no me miraba con buena cara y me esperaba lo peor. Finalmente se acercó a mi, y dijo "le queda poco tiempo de vida, aprovechar lo que os queda, no creo que llegue al próximo mes". Me puse todavía más blanca, los ojos se me hincharon, y empecé a llorar, Alejandro me abrazó diciéndome que aprovecháramos el tiempo, que viviéramos como nunca antes habíamos vivido y que hiciéramos todo lo planeado y lo que habíamos soñado antes de que llegara el día.
Hicimos todo, todo lo que soñamos, todo lo que queríamos hacer, todos esos viajes, esos los hicimos, todo.Hasta que.......... Alejandro se desmayó, llamé corriendo al 112, corrí más que en toda mi vida, se lo llevaron, a mi tambiénAllí lo vi, sobre esa cama de hospital, en aquel sitio donde todo lo que pasa no es nada bueno. Me miró, lo miré, con los mismos ojos con los que lloré cansada de buscarlo por todo Madrid. Estaba cansada de verlo mal, verlo sufrir, esperando a que se fuera y dejara de sentir los latidos de su corazón. Lo abracé tan fuerte que dejé la marca de mis dedos sobre su piel blanca como la nieve, sobre esa piel que siempre me tranquilizaba y protegía, y me fui, me fui corriendo dejando mis huellas sobre el suelo, viendo como cerraba sus ojos de diamante y su vida se la llevaba el viento. No lo volví a ver más, pero nuestras almas siguieron juntas, conectadas desde el primer momento, en el que nos vimos por primera vez, y en mi, no quedaba un recuerdo, sino la ilusión de lo que viví, de que cumplí un sueño, y aunque sabía que no lo volvería a ver más en mi se quedaba la marca de un amor eterno
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HISTORIA DE UN AMOR ETERNO
RomanceComo duele ver que cuando has conseguido todo te quedas sin nada. Como duele extrañar lo imposible, pero intentarlo por si hay un "Quizás". Como duele fingir que estás bien, cuando en realidad te quemás por dentro. Y como duele ver que tú otra mitad...