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I still there, right where you left me.

Quackity y Luzu tenían la relación más linda de todos sus círculos sociales, eran el uno para el otro o al menos eso creía todo el mundo, hasta el propio Quackity.

Un lindo día de verano, el joven se alistado para una cita con su amado novio, se arregló lo mejor que pudo y fué al lugar de encuentro. Un restaurante.

Llegó y espero a su pareja hasta que llegó, este parecía…serio, y sin mucho interés en la conversación que el azabache empezaba.

Pidieron café y el castaño decidió hablar.

–Quackity, quiero que esto acabe–

Soltó la bomba.

–¿Qué?–

El chico estaba confundido, su corazón estaba roto y sentía que una parte de él dejó su cuerpo ante tales palabras del oji rubí frente a él.

–Pero Luz-

No pudo continuar al ser interrumpido.

–No, Quackity. Esto se acabó ahora. Lo siento, pero me retiro.–

No tuvo oportunidad de reaccionar cuando Luzu ya estaba dirigiéndose a la puerta del restaurante para salir del lugar.

Detrás de él, iba un lagrimeante joven que rogaba para no se fuera.

No lo consiguió.

Volvió a entrar al establecimiento. Sintió las miradas de todos, lo juzgaban y hacían suposiciones de lo que había pasado entre aquellos dos jóvenes que, en algún punto de su aún corta vida, se habían amado con fervor.

A paso lento, volvió a sentarse en la misma mesa de hace tan solo un rato, con la mirada perdida y lágrimas chorreando por sus mejillas, rojas por la reacción de su cuerpo ante el llanto.

Se quedó en ese lugar, por lo que creía, horas. Vio las luces del lugar apagarse; a los meseros y cocineros irse y, sorprendentemente, nadie lo corrió de allí.

Los días pasaban y, conforme ellos, personas se sentaban en su mismo lugar, como si no les importase que alguien estuviera allí antes que ellos.

Con los meses, vió la remodelación del establecimiento en carne propia, a los constructores, ingenieros y arquitectos ir y venir por la misma puerta, todos los días, hasta las 8 de la noche.

En Febrero reabrieron el restaurante, por suerte, no habían movido más que algunas cosas y mejorado la estructura del lugar.

El sitio donde su amado terminó con él, seguía allí, solo que con una silla mucho mejor y acolchada.

La rutina era la misma, personas de cualquier edad pasaban por allí, vio noviazgos empezar, pedidas de mano y, tal y como él, rupturas que quebrantaron el corazón de los afectados.

Vio reuniones familiares, niños crecer en su restaurante favorito, familias achicarse de a poco y mucho más. Todo, tal y como la vida lo tiene preparado para cada uno de ellos.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde la partida de aquel joven que alguna vez amó, de ese restaurante que ambos amaban tanto.

Miraba por la ventana todos los días, todas las noches, todo el tiempo, esperando a que volviera por él.

Una tarde de esas, vió a un antiguo modelo de coche estacionarse afuera del local, podía reconocer aquel vehículo como si fuera la primera vez. Sabía de quién era.

De él, bajó un ya muy mayor hombre, castaño con canas y de ojos rubíes. Luzu.

Entro al restaurante y se asombró silenciosamente por lo maravilloso que lucía el lugar, ya había sufrido 2 o 3 remodelaciones con el paso de los años, pero lucía tal y como alguna vez fue en el pasado.

Se sentó en la misma mesa, en el mismo lugar de aquella vez hace tantos años, como las veces de sus citas y la fatídica tarde que todo entre ellos acabó, cuando el lazo que los unía dejó de estirarse y se rompió en dos.

Cuando el castaño dejó de luchar, no era el indicado, no el de él.

Pero allí estaba, en el mismo lugar donde lo dejó.

El hombre lucía una camisa negra y un pantalón marrón, muy buen estilo para alguien que lucía añejo.

En un vago intento de tocarlo, su mano traspasó el cuerpo del hombre, no podía.

Vio a su alrededor e intentó tocar más cosas, la mesa, la mesera, los vasos. Nada.

Caminó por donde sea, tocando personas y objetos, no podía, simplemente no podía.

A tantos años del abandono, después de tanto tiempo, caía en cuenta que una parte de él ya no estaba, su parte terrenal, un pedazo de su alma.

Al ver al ya viejo Luzu levantarse se la famosa mesa, quiso seguirlo hasta el estacionamiento, intentar hacer algo para que lo note.

Cuando llego a la puerta, una fuerza inesperada evito que su “cuerpo” saliera, no podía irse de allí.

Vió el lugar nuevamente, ya no era un recuerdo. Era su prisión.

El recuerdo de su relación a sus 20's, de las tardes con su de ese entonces novio, sus amigos, todo, todo aquello que había perdido esa tarde.

Quackity, estaba justo en el lugar donde se quedó, donde lo dejaron, como si un de perro abandonado tuviera la esperanza de que su dueño va a volver por el.

A final de cuentas, no tenía nada más que perder a sus 23 años.

De ello, ya habían pasado más de 30 años de lo sucedido, de la desaparición de un joven al que su familia y amigos buscaban hasta debajo de las piedras, de un afligido ex novio que creyó que la desaparición de su antes pareja fue desencadenada por su culpa.

Pero luego de 30 años, lo habían olvidado en ese establecimiento, 30 años de los que solo 2 de estos lo buscaron antes de darlo por perdido, muerto, arrastrado de la tierra. Todos siguieron con sus vidas, sus amigos se casaron, otros rompieron sus relaciones pero siguieron adelante, no como él.

Hasta aquel momento, Quackity no cayó en cuenta de su muy acertada muerte, aquella última mirada de los comensales del restaurante fueron las últimas antes que la pareja saliera del lugar, para luego volver a lo suyo, no lo juzgaban, simplemente observaron la situación.

Esas noches en vela esperando a su amado, fue su espíritu que quedó en el traumático lugar, antes de que la tragedia que le arrebataria la larga vida que le quedaba.

No había más.

No había nadie.

Luzu jamás volvería a saber de él, jamás supo luego de casi 3 años de búsqueda sin descanso, no iba a afligirse por ello 27 años después.

Era un alma atrapada, y nada podría hacer que se fuera del lugar.

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*✰𝑹𝒊𝒈𝒉𝒕 𝒘𝒆𝒓𝒆 𝒚𝒐𝒖 𝒍𝒆𝒇𝒕 me*꙳︱ʟᴜᴄᴋɪᴛʏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora