"-¿Qué hago?- Otra vez la desesperación. Otra vez esta sensación de soledad repentina. Miedo e incertidumbre. -¿Y si mi cuerpo decide saltar?-" Pensé mientras miraba detrás de los barrotes de metal de esa enorme ventana que iluminaba mi habitación.
Perdí la mirada entre las flores del jardín y pude encontrar paz. Aunque estaba lejos, podía olerlas... como si estuviesen al lado mío. Mientras imaginaba la textura de los pétalos en mis manos percibí lo contradictorio de mis pensamientos. Por un lado adrenalina y alerta de escape, una bomba a punto de estallar; por el otro, mi mente haciendo mil preguntas. "-Si mi cuerpo decide saltar, ¿Dolerá? ¿Me atreveré? ¿Qué pasará después?-". En ese momento noté que no todo estaba tan mal. Si realmente estuviera en ese punto ni siquiera hubiera reparado en esos detalles, no tendría en cuenta los daños.
De repente mi corazón dejo de latir como si quisiera salir de mi pecho y huir de mi. Mis pulsaciones bajaron poco a poco y comprendí que tenía ese poder entre mis manos: la capacidad de perderme en una flor sin realmente tocarla...
-¿Estás bien? ¿Puedo pasar?- Preguntaron al otro lado de la puerta.
Dejé pasar unos segundos de silencio. Siempre me gustó el dramatismo para ser sincera. Pero esta vez contesté con mi mejor voz: -Pronto bajaré a comer, vé poniendo los platos en la mesa.-
El huracán pasó. Al menos eso sentí.
En el comedor de la casa la oscuridad se apropiaba del paisaje. Ronnie había dejado una lámpara encendida en un rincón junto al sofá. Parecía que solo alumbraba ese helecho medio triste que estaba junto al televisor. La persiana seguía baja a pesar que ya eran como las tres de la tarde.
Busqué entre la casa esa voz tierna que me había invitado a cenar... la voz de aquel salvador que interrumpió mi reflexión dramática. Pero ya no la oí. Solo estaba Ronnie en su versión de chico malo. Así que bajé la expectativa de cena que había creado en mi cabeza y pregunte sutilmente por la comida. Ronnie me miró fijo y con esa mirada vacía que lo caracteriza ultimamente, seguidamente volteó la vista señalando la cocina: - Hay que servir, faltan los platos. Solo puse los cubiertos y vasos. En un momento voy. - Dijo mientras se volvía a su mundo.
Miré el reloj y pensé "mañana trabajo muy temprano!" Y bajo ese contexto ignoré su seudopresencia y me dispuse a comer.
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El día que me enamoré de mi
Short StoryReencontrarme con mi niña interior no es una opción