Prólogo

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Octubre. 1989

México

En el centro de la ciudad de México existió un bar local muy popular por ser el origen de muchas cosas extrañas, pero no fue hasta este día en el que sucedería la cosa más inusual jamás antes vista por los clientes de aquel bar.

Todo parecía ser bastante normal, gente bailando, cantando y divirtiéndose, algunos ahogando las penas en el alcohol y el tabaco mientras que los más ebrios se encontraban en algún lugar del suelo esperando ser rescatados por alguien.

En una esquina cerca de la barra una pareja de jóvenes se encontraban bastante enamorados compartiendo un dulce y tierno beso.

Poco a poco la intensidad comenzó a subir haciéndolos acercarse aún más, todo era tan perfecto hasta que ella emitió un gemido, aunque no uno de placer como se esperaba, si no uno de dolor.

—¿Estas bien? —preguntó el chico preocupado al verla separarse

La bella joven no pudo responder, los mareos la consumieron por completo, decidió que necesitaba un poco de aire fresco sin el olor a cigarro ni alcohol. Escuchaba que las personas le hablaban, pero sus voces eran como un zumbido en los oídos, fue entonces cuando sus piernas le fallaron haciéndola caer al suelo.

Cuando el chico y sus amigos fueron a ver si estaba bien se quedaron completamente perplejos al ver que su abdomen crecía y crecía.

Pongan la canción de arriba.

—¿Que carajos....?

Los gritos desesperados de ella los devolvieron a la realidad.

—Doctor —murmuró volteando a ver a su amigo— ¡necesitamos un doctor!

—S-si —tartamudeó para después salir corriendo del bar.

—¡AYUDENME... POR FAVOR! —gritaba la chica desesperadamente— ¡DUELE, DUELE DEMASIADO!

Y en menos de lo que uno diría, alrededor de ella ya se encontraban dos doctores, una enfermera y tres mujeres sosteniendo su mano y limpiando su sudor, además de todas las personas del bar que miraban atónitas algo inexplicable.

—No podemos hacerlo aquí —dijo uno de los doctores.

—Si no lo hacemos aquí lo tendrá en medio de la calle.

—¡Estamos en un maldito bar de malamuerte!

—¡Está sangrando! —la enfermera llamó su atención.

Ambos doctores miraron cómo en el piso se formaba un charco de sangre para después intercambiar miradas sabiendo lo que tenían que hacer.

—Necesitamos toallas.

Su compañero asintió corriendo a la cocina del bar.

—Escucha —le dijo a la chica— tu bebé y tú estarán bien, pero tendrá que nacer aquí.

—¿M-Mi que...? —fue lo único que ella pudo decir.

Y un par de minutos después, en medio de llantos, gritos y exclamaciones de terror pudieron escucharse los gritos de un bebé.

—Felicidades —dijo el médico entregándole a la chica un bebé envuelto en toallas, su bebé— es una niña.

Ella no tuvo más opción que recibirla preguntándose, que demonios había pasado.

● ● ●

En la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, 43 mujeres de todo el mundo dieron a luz. Lo raro de esto es que ninguna de ellas estaba embarazada cuando comenzó el día.

Sir. Reginald Hargreeves, un excéntrico multimillonario y aventurero, decidió adoptar la mayor cantidad posible de esos niños.

—Extraordinario..... —murmuró Sir. Reginald bajando la cobija que cubría a la bebé para verla mejor— ¿Cuánto quieres por ella?

—¿Q-que...? —susurró la chica perpleja

—Preferiría acordar el precio en mi oficina —habló firmemente su padre.

Ambos hombres estaban a punto de salir hasta que fueron detenidos por la chica.

—No. ¡No pueden llevársela! ¡No lo permitiré! ¡No es una simple tostadora que pueden....!

—¡Alexia! —la interrumpió bruscamente el hombre— ese fenómeno tiene que irse y no hay nada que puedas hacer.

Y dicho esto se fue por el pasillo, Reginald le dedicó una última mirada a la chica encontrándose con sus ojos los cuales eran una mezcla de odio, coraje y rencor. Se detuvo a mirarla unos segundos para después seguir al hombre dejándola sola.

—Diez mil por el fenómeno. Me parece un buen trato —habló el hombre estrechando la mano de Reginald— ¿Cuándo podrá llevársela?

—Cuanto antes —dijo Reginald.

—Justo ahora.

Ambos hombres volvieron a la habitación, sin embargo al momento en que abrieron la puerta no se encontraron nada más que una habitación vacía.

—No —gruñó el hombre— No. No. ¡ALEXIA! —exclamó corriendo hacia la entrada principal— ¡ENCUÉNTRENLA!

Algunos dicen que fue solo un impulso, otros que una decisión absurda, pero la mayoría concuerda de que lo que hizo la joven Alexia fue meramente producto de su instinto maternal.

Para este punto, la joven ya se encontraba del otro lado de la ciudad cubriendo a la bebé contra su pecho protegiéndola del frio de la madrugada causando que esta se quedara completamente dormida.

Bajó del taxi junto con la bebé fijando la mirada en aquel letrero junto a la puerta cuestionándose a si misma.

La casa de la buena madre

orfanato para niñas

Colocó a la bebé en una canasta para después dejarla en el piso, dejó la nota y la cubrió con las mantas antes de dejar en su cabeza un tierno beso.

—Lo lamento —susurró limpiando una lagrima rebelde— v-voy a arreglar todo y-y después volveré por ti ¿si?

Y dicho esto volvió a mirarla por última vez para después alejarse lentamente hasta subir de nuevo al taxi desapareciendo entre la noche dejando a la bebé completamente sola.

Fue solo cuestión de minutos para que un lujoso auto, el cual estuvo siguiendo al taxi, se detuviera frente al orfanato y de este bajara Sir. Reginald con una mirada complaciente mientras se acercaba a la bebé indefensa mirando la nota que la madre había dejado.

Alexia P.

La tomó en sus brazos descubriendo su rostro y al comprobar que en verdad era ella sonrió levemente subiendo de nuevo al auto con la bebé en brazos.

—¿Otro nuevo miembro para su academia? —le preguntó su chofer mientras conducía.

—No —respondió Reginald— tengo otras cosas en mente para ella.

Y sin más, el auto se fue desapareciendo en la noche, llevándose tanto a Reginald cómo a la pequeña bebé. Nadie volvió a saber de ella, nadie volvió a ver a Reginald nunca dejando la pregunta de que le pasó a la bebé como un misterio sin resolver.

Una sociópata y un psicópata [1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora