Capítulo Único.

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— ¿Has oído las buenas noticias? — dijo el doctor Chilton entrando en la habitación.

Hannibal se sentía hastiado de la presencia de Frederick. Después de un año de visitas constantes, estaba tentado a intentar escapar solo para clavarle un cuchillo en su irritante boca. A veces incluso se preguntaba si valía la pena el esfuerzo que estaba haciendo para poder ser declarado demente, porque por supuesto era el único motivo por el que accedería a permanecer en la misma habitación que aquel cerdo despreciable.

— Me temo que mi imposibilidad para ir y venir a mi voluntad limita mi conocimiento en noticias actualizadas, Frederick. — respondió Hannibal abriendo los ojos.

El hombre estaba vestido con un traje demasiado elegante para ser una coincidencia, parecía que había hecho de su meta pavonearse con sus mejores ropas delante de Hannibal. Como si tuviera algo que probar, o como si quisiera regodearse por superioridad. Independientemente de cuál sea el caso, algún día lo haría pagar por eso.

— Acabo de encontrarme con la señorita Lounds, su carrera como reportera está despegando como nunca. — Frederick tomó la silla frente a la celda de Hannibal y se sentó cruzando una de sus piernas — Debo decir que ha sido todo gracias a ti, ella de verdad ha sabido retratarte en sus artículos.

Hannibal mantuvo su posición quieta y su rostro inexpresivo, esperaba que su rostro reflejara toda la molestia y aburrimiento que estaba sintiendo. Chilton se movió incómodo en su silla después de un par de segundos de silencio, y en un intento de disimular su vergüenza, se aclaró la garganta antes de seguir hablando.

— Al parecer ella estuvo en contacto recientemente con un viejo amigo tuyo. — presumió el hombre — Un amigo que no te visita tan seguido como yo, lamentablemente.

La sonrisa irónica de Frederick había pasado de ser molesta a casi ser insoportable. Hannibal sabía de quién estaba hablando el hombre, y también sabía lo mucho que deseaba no oír más de esa conversación.

— Debemos continuar donde lo dejamos ayer. — pidió Hannibal ignorando los comentarios del hombre — Capítulo diecinueve, trastorno de estrés post traumático, y crímenes de guerra.

Hannibal se levantó de su lugar y se giró en un intento de que su expresión no traicionara su determinación. Observaba sus dibujos hechos a través de los últimos 12 meses. Tiempo en el que se preguntaba si su elección había sido la correcta. Rara vez se cuestionaba el curso de sus elecciones, solo podía recordar un puñado de veces en las que se arrepentía genuinamente de sus acciones, y en cada ocasión estaba Will.

— ¿Pero por qué la prisa, Doctor Lecter? — dijo Frederick — ¿No desea saber de su buen amigo, Will Graham?

Quería con todas sus fuerzas decir que la pronunciación de ese nombre no le causó nada. Quería decir que un millón de recuerdos no invadieron su mente como una avalancha en medio del Everest, y quería más que nada decir que el dolor sordo en su pecho no se hizo más fuerte que de costumbre.

Hannibal intentó buscar refugio en su palacio de la memoria, caminando por las habitaciones que compartía con el recuerdo de Will y de todo lo que fueron. Hacia un año que había sacrificado su libertad por una esperanza, esperanza que día con día iba muriendo. No es que fuera una sorpresa que Will no lo haya ido a ver, o que pareciera haber olvidado su existencia, pero eso no quitaba la rabia mezclada con tristeza que experimentaba día con día encerrado. Se intentó refugiar en la galería Uffizi, en el recuerdo de su conversación compartida con Will ahí, en la corta esperanza que tuvo al casi sentir un poco de anhelo de parte de su chico.

— Él va a casarse — dijo Frederick y Hannibal tuvo que contener la respiración para evitar reaccionar.

Todo a su alrededor de su palacio de la memoria comenzaba a desvanecerse, siendo incapaz de mantenerse ahí por más tiempo, aunque quisiera, y realmente quería mantenerse, quería permanecer para siempre ahí.

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⏰ Última actualización: Jun 01 ⏰

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