Prólogo

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_¿Cómo están las cosas con Luke?_

Después de haber bebido durante horas Leto creía que sus compañeras ya no tenían noción de nada, pero allí estaba Isabella, preguntando por su novio.

_Pues... Bien, supongo_ se recargó en el respaldo del asiento con la copa en mano _si, eso es. Nos está llendo bien.

Aseguró más para ella misma que para el resto.

Era la misma pregunta que se planteaba cada cinco minutos ¿Estaba todo bien? ¿Cómo saberlo si nunca antes han estado las cosas bien?

Leto era lista, ingeniosa, bonita, tenía a sus padres que la apoyaban y estaba formando un buen patrimonio, pero siempre tenía la sensación de que fallaba radicalmente en sus relaciones amorosas, aún cuando todo parecía estar bien.

Suspiró cansada.

Incluso estaban celebrando su ascenso, pero ni eso le quitaba esa incomodidad.

_Ahora vuelvo_ Se levantó de su lugar y caminó hacia el tocador.
Amaba el sonido de sus tacones, la hacían sentir en control, pero todo se fue al carajo cuando vió salir de baño de hombres a su novio junto con una linda morena colgada de su brazo.

Muy, muy felices.

El tipo solo se quedó parado mirándola. ¿Qué tanto veía? Podía simplemente ignorarla, gritarle que era su culpa o echarse a llorar, ella conocía cada una de esas reacciones, al menos está vez era alguien un poco más original; sin creatividad, pero original.

_Leto_ Quitó el brazo de la chica de encima de sí _Leto, ¡oye!_ se apresuró tras ella cuando la vió girarse.

Suspiró por milesima vez en el día. Lo obresvó, le repugnaba la sensasión que le transmitía.

_Subete el cierre del pantalón_ su dedo apuntaba la cremallera de los pantalones de su ahora ex.

Aprovecho el momento y caminó de nuevo a su asiento para recoger su cartera. No sé despediría, de todos modos, dos de tres ya estaban inconscientes y la tercera no parecía entender lo que sucedía.

Caminó a la salida y una vez en la calle corrió, corrió como sabía hacer. Subió a su auto y limpió el rio de lágrimas que brotó durante todo el camino a casa.

Una vez se encerró con llave, se echó a llorar en su cama. Lo había hecho incontrolables veces. Se había prometido una y otra vez no volverse a enamorar, no volver a aceptar a ningún hombre, allí estaba, llorando una vez más.

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