Cuando la vida de Clarissa da un giro inesperado debido a los problemas económicos de su madre, se ve obligada a mudarse con su mejor amiga Drea, una chica rica, enigmática y con un estilo de vida que destila lujo, pero también secretos oscuros. Cla...
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Nate:
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Clarissa:
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Drea:
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Prólogo
Nunca imaginé que una simple decisión pudiera cambiar mi vida de forma tan radical. Hace unos meses, mi mayor preocupación era ayudar a mamá a pagar las cuentas, mantenerme al día con mis estudios y, quizá, soñar con un futuro mejor. Ahora, estoy aquí, frente a esta mansión que parece sacada de una película, preguntándome cómo terminé en un mundo que no me pertenece.
"Bienvenida a mi mundo", me dijo Drea con una sonrisa que era mitad burla, mitad advertencia.
Drea siempre tuvo esa facilidad para brillar, para atraer la atención y mantenerla como si el universo girara a su alrededor. Para ella, todo parecía un juego, pero yo no podía evitar sentirme como una intrusa en este lugar lleno de personas hermosas, perfectas y terriblemente falsas.
El sonido de las risas y las copas chocando se mezclaba con la música que llenaba el salón. Todo era tan opulento, tan exagerado, que casi dolía mirarlo. Y, sin embargo, aquí estaba yo, intentando convencerme de que pertenecía a este mundo aunque cada fibra de mi ser gritara lo contrario.
Y luego lo vi. A él.
Nate, con su sonrisa arrogante y sus ojos que parecían leer cada pensamiento que intentaba esconder. Había algo en él que me hacía querer huir y quedarme al mismo tiempo. Era un caos envuelto en carisma, peligroso de una forma que no podía explicar.
Pero no era solo Nate. Había alguien más. Christian. Su mirada era como un puñal, intensa y desconcertante, como si pudiera desmontar cada capa de mi ser con solo mirarme. Era diferente a Nate, más calculador, más peligroso de una forma silenciosa y metódica.
Estaba atrapada entre dos fuerzas opuestas, cada una tirando de mí en una dirección diferente. Y luego estaba Drea, siempre en el centro de todo, siempre controlándolo todo... o al menos intentándolo.
En ese momento, lo supe. Este mundo no era para alguien como yo. Pero también supe que no había vuelta atrás. Había entrado, y ahora tendría que enfrentar lo que viniera, incluso si eso significaba perderme a mí misma en el proceso.