23 de octubre de 1939

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Querido diario.

Las cosas se están poniendo cada vez peor.

Anoche regresaron los bombardeos y de nuevo corrimos al sótano. Papá se cayó tratando de bajar las escaleras y ahora le duele mucho el brazo, le cuesta bajar las cajas y lo hace de una por una.

Mamá dice que debemos guardar comida, así que reducimos la porción, hoy solo cenamos un poco de puré de patatas. Tengo hambre y no he dormido bien, así que también tengo sueño.

Papá dice que debemos trabajar más que nunca porque todo aquí es cada vez más difícil para nosotros, te explico: Resulta que ya no podemos salir de casa después de las ocho de la noche, ni antes de las seis de la mañana, tampoco podemos ir a cines, parques, a ciertas tiendas (ahora debemos caminar una hora para comprar comida, porque las tiendas cercanas están prohibidas para los judíos), se están creando escuelas especiales para nosotros y estoy empezando a sospechar que el señor, para el que trabajamos, no nos mira muy bien. No le he dicho nada a papá, pero escuché que hablaba con otro hombre sobre despedirnos, sé que quizá hablaba de alguien más o escuché mal ¿Debería decirle? No lo quiero preocupar .

La luz también está fallando y ahora usamos velas, apenas puedo ver lo que escribo. La abuela y mamá siguen rezando en la sala, creo que mi papá también, quizá debería hacer lo mismo antes de dormir.

Hay mucho más que quería contarte, pero de verdad tengo mucho sueño.

Hasta luego.

Atte. JK


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