Le Rois du Monde [🦂Milo x Camus❄️]

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Cumplir itinerarios imposibles, llenar todas las expectativas sobre sus hombros, ser el mejor en todo...

Toda su miserable vida se resumía a ser lo que otros deseaban, y obedecer todas las órdenes que se le daban. Bueno, era el precio de vivir en la cima del mundo después de todo.

Tras recibir todos los cuidados de varios sirvientes, niñeras y nodrizas durante sus primeros tres años de vida, fue enviado a las más prestigiosas escuelas de élite. Siempre dejando hasta su alma en cada clase.

¿Amigos? Para la gente común quizás, como siempre decían sus padres. En el mundo en el que él vivía, no existían los amigos, lo máximo a lo que podía aspirar era socios de negocios.

Después de todo, en el mundo de la élite, cada uno estaba por su cuenta. Absolutamente todos velaban únicamente por sus intereses individuales, sin importarles un carajo a quien tuvieran que llevarse en el proceso. Todos eran enemigos en potencia, esperando el momento de atacarlo y hacerlo pedazos. No podía permitir que eso sucediera.

Ahora, a sus diecisiete años, era uno de los nobles solteros más codiciados. Con su porte, su gracia en absolutamente todo lo que hacía, su exquisito intelecto, su enorme belleza, y su noble procedencia.

Había aprendido todo lo que las academias más exclusivas podían enseñarle. Pero su educación continuaba, ahora a manos de tutores particulares, en la gigantesca biblioteca del palacio.

— ¿Todo en orden, señor Legrand?

Al escuchar la voz de su mentor, soltó un pesado suspiro, obligándose a volver a su deprimente realidad.

— Sí, señor Meursault.

— Creo que podemos dejar la lección hasta aquí por hoy.- Suspiró el profesor.- Parece algo cansado.

— De acuerdo, señor Meursault.

Tras despedir a su tutor, y solicitarle a la ama de llaves que lo escoltara hasta la salida, Camus decidió permanecer un momento más en la solitaria biblioteca.

Cientos de libros, todos los estantes repletos, un hermoso escritorio de madera importada, bellos candelabros en el techo, y enormes ventanales que permitían el paso de la luz natural a través de los vitrales... Sí, sin duda un lugar precioso, pero que lo llenaba de una profunda amargura.

Decidió salir de la biblioteca, y comenzar su recorrido por los pasillos del castillo, con su alcoba como destino, llevando en los brazos el libro que debía repasar para la siguiente lección.

De nuevo, la enorme sensación de desolación lo asaltaba. Las paredes de un blanco inmaculado, los azulejos de mármol en el suelo, los bellos ventanales... Pero solo le recordaban su suerte.

¿Ingrato? Quizás era la mejor palabra para definirlo, al menos así lo sentía él. Tenía absolutamente todo desde su nacimiento, pero siempre se sintió demasiado sólo.

No podía recordar una sola vez en que su madre o su padre se sentaran a conversar con él, a menos que de un asunto oficial se tratara. En fin, en unos meses más, después de su cumpleaños número dieciocho, debería casarse con la hija de un noble aliado, de la que no sabía ni su nombre, asumir todas sus responsabilidades como duque, esposo y padre, tener varios herederos, y prepararlos para legar el puesto... Sí, la vida perfecta.

— ¿Todo en orden, señor?

— Sí, señora Dupont.- Respondió cortante a la pregunta de su ama de llaves.- ¿Necesita algo?

— No, señor. Solo que lo he notado algo... Distraído los últimos días.- Respondió la mujer.- ¿Se siente enfermo?

— No es nada. Simplemente he estado algo cansado.- Afirmó con desgano.- Es todo.

Saint Seiya: One-Shot's, Drabbles Y Headcanons. Volumen IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora