Tú eres mío

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Una cicatriz más a las que ya tenía antes, más o menos así estaban todos al regresar a la UA tras la guerra. Era casi increíble que fuera capaz de ser deslumbrado por la luz del sol después de esos días tormentosos, pero se había logrado no solo por él, sino con la ayuda de todos.

Esos primeros días fueron extraños, a veces sentía como si todo fuera irreal y el estrés con el que vivió durante los últimos días lo abrumaba. La necesidad de pelear, de estar alerta, de vencer al mal que los sofocaba, pero entonces volvía al presente para darse cuenta de que las personas que sonreían junto a él eran los vencedores.

Ya había pasado, todos lo hicieron.

Y así, el sol realmente volvía a iluminarlo.

No podía superar aún ver a Kacchan preocupándose porque en algún momento se volvería una persona sin don. Era extraño y a la vez tan conmovedor que no le alcanzaba el corazón para sentirse mal por sí mismo, sino por él. Siempre estaba tentado a darle un abrazo para recordarle que aún podían seguir luchando juntos, pero eso no lo reconfortaba demasiado tiempo.

Tras un largo día más de entrenamiento, se dio cuenta de que las brasas de su poder podían aumentar un poco ocasionalmente sin que mermaran demasiado. Un golpe más fuerte o un salto más alto no provocaban alteraciones de ningún tipo, pero había comenzado a ahorrar fuerzas y a entrenar más su cuerpo para alcanzar el mismo nivel que el resto.

Volvía a depender de su mente aún más que antes y eso sorprendía mucho a los demás que ya estaban acostumbrados a verlo pensar demasiado, pero parecía que con las batallas que había luchado se hizo más natural para él pensar rápido y como dependía más de la estrategia, resaltaba.

Esa misma noche se encontró a solas con Bakugo ya que él le envió un mensaje. Estaba temeroso de que quisiera empezar una pelea de nuevo porque lo citó en el mismo lugar en el que All Might los sorprendió luchando no hacía mucho. Pero en cuanto notó que su expresión ya no era la misma, su corazón se calmó un poco por escaso tiempo, porque luego él le sonrió y algo en su interior explotó.

—¿Qué está pasando? Sabes que no deberíamos estar aquí.

—Aun así viniste, Izuku.

Cada vez que llamaba su nombre su corazón se aceleraba un poco, pero como ya se estaba moviendo como loco en su pecho, su rostro se coloreó y sintió las mejillas calientes.

—Sí, bueno... Un mensaje tuyo a estas horas de la noche no es muy normal. Quería saber qué estaba pasando y no dudé en venir.

—Seguro creíste que pensaba golpearte —dijo alzando un puño vendado.

Él negó varias veces y ocultó su rostro con ambas manos.

—No, bueno... Sí, por un momento quizás...

—Lo sé. No merezco que tengas tanta confianza en mí, sin embargo, espero que un día pueda ganármela.

Lo miró a los ojos con confusión por ese mismo instante.

—¿Qué dices, Kacchan? Claro que tienes mi confianza.

—Esto es algo diferente. Si pudiera borrar todo el pasado, realmente sería muy feliz si todo lo que te hice jamás hubiera pasado. Si hubiera tomado tu mano, si solo hubiésemos continuado siendo Kacchan e Izuku...

Verlo deprimido lo sorprendía demasiado siempre, pero estaba preocupándose mucho por lo que dio un par de pasos y tomó sus manos con firmeza para demostrarle que ya no importaba.

—Si realmente pudiera olvidarlo serías muy feliz, ¿no?

—No es eso... No quiero que olvides lo idiota que fui, así siempre podrás recordármelo para que me vuelva cada vez mejor.

Lo que nos une al finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora