murder drones swap au

Paseó por la nieve

Todos los exploradores caminaban en fila india, entrando de forma ordenada al inmenso portón llamado la "boca de la muerte". Una sensación escalofriante subió por la nuca robótica de Lester, haciendo que sus extremidades temblaran. Sus pies, sobre todo, parecían unos malditos resortes. Lester ahora estaba en modo automático, no en un sentido literal, sino imitando lo que el resto hacía: entrar por la puerta, bajar las escaleras de aquel pasillo oscuro. Mientras descendía, miró las paredes y el techo del corredor. Si estiraba un poco el cuerpo, podría tocar el techo con la palma entera. El poco espacio entre las paredes aumentaba la claustrofobia del sitio, haciéndolo parecer el pasillo de una favela venezolana. No podía dejar de pensar en cómo, si un grupo de idiotas quedaba atascado en la entrada o salida, todos acabarían atrapados allí, mezclados como ratas recién nacidas. Miles de exploradores gritando y moviéndose, buscando un hueco por donde entrar, siendo un blanco fácil para los murder drones... Mientras Nicolás, Nick, solo cantaba.

"Saber correr, saber saltar, saber que el sol me va a acariciar. Sueños sin fin, quiero subir, salir del mar. ¿Qué hay que pagar, para vivir, fuera del agua? Para dormir sobre la arena, ¿cuánto hay que dar? Pienso que ya lo entenderán, puesto que no prohíben nada. ¿Por qué habrían de impedirme ir a jugar?"

-¡Nick! Viejo, ¿podrías callarte? ¿O al menos cantar otra canción? -interrumpió Lester, mirando a su alrededor con incomodidad.

-Perdón, Lester, es que... ¡Todavía no puedo creer que vayamos por fin al exterior! ¡¿Con qué crees que nos encontraremos primero?!

-Probablemente con cientos de murder drones, chico -dijo otro explorador que iba delante de ellos. Era un drone adulto de ojos azules que, al igual que los demás, portaba una sudadera de camuflaje blanco, pero con la diferencia de que llevaba un sombrero de vaquero-. Así que, si yo fuera ustedes, me prepararía para lo peor -aconsejó el drone con un característico acento rural.

-Emm, disculpe... ¿Y usted cómo se llama? -preguntó Lester, despertando la curiosidad de Nicolás.

-Por Robot Cristo, ¿dónde están mis modales? Me llamo Beau, Beau Sawyer. Un gusto conocerlos, chavales -respondió el drone, haciendo un gesto de saludo con su sombrero.

-El gusto es nuestro, señor -respondió Nick con entusiasmo, haciendo un saludo militar como si fuera un boy scout.

Beau sonrió por la actitud del chico, pero un segundo después esa sonrisa se desvaneció en una expresión cansada y fatalista. Finalmente, dijo de manera firme:

-Traten de no morir, ¿sí? -y comenzó a caminar más rápido, ignorando al dúo de jóvenes novatos.

"Maldición", pensó Lester, invadido por el miedo. Ese sujeto no había ayudado en nada para calmarlo.

-No se preocupe, señor, eso haremos -dijo Nick, levantando el pulgar, confundido por el comentario de Beau.

Los dos jóvenes drones siguieron caminando por el pasillo hasta llegar a su destino: el alcantarillado. Las compuertas del refugio de los drones eran muy extensas. Tessa le había contado a Nick que al principio el refugio solo tenía seis secciones y no más de diez pisos con sus respectivas habitaciones y zonas de trabajo. Sin embargo, debido al aumento de la población y la llegada de más worker drones del exterior, Tessa empezó a escarbar, ideando nuevos pisos y empleos, como excavadores, constructores y recolectores. Durante la construcción de la zona residencial 13 del sexto piso, en la sección 9, un temblor de 6.6 grados en la escala de Richter provocó un accidente que, aparte de causar muchas muertes y desaparecidos, abrió la entrada al antiguo alcantarillado de la ciudad humana.

Nick iba completamente distraído, observando el sistema de alcantarillado. Las paredes de piedra estaban cubiertas de tuberías frías y rotas, de las que caían gotas de agua. De repente, una gota cayó sobre un drone que iba detrás de ellos, causando un cortocircuito. El drone comenzó a convulsionar y quejarse de dolor, solo para quedar completamente inmóvil poco después.