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Rodrigo caminaba por el campus con su típica expresión indiferente, sus ojos entrecerrados transmitian determinación y su postura imponente asustaba a más de uno. Era conocido como el chico rudo de la universidad, alguien a quien no querías provocar. Sin embargo, su corazón guardaba un secreto que solo unos pocos afortunados conocían.
Iván, por otro lado, era el antítesis de rodrigo. Su presencia era suave y acogedora, con una sonrisa siempre lista para iluminar el día de cualquiera. Era un estudiante aplicado, pero lo que más destacaba de él era su paciencia y ternura, cualidades que contrastaban enormemente con la personalidad de rodrigo.
A pesar de las apariencias, rodrigo y iván eran inseparables. Se conocieron en su primer año de universidad, y desde entonces, su conexión se había fortalecido. Nadie entendía completamente cómo dos personas tan diferentes podían estar tan enamoradas, pero la verdad es que rodrigo solo mostraba su lado rudo al mundo exterior.
Una tarde soleada, rodrigo esperaba a iván fuera de la sala de clases. Cuando iván apareció, sus ojos se encontraron y una chispa especial iluminó el rostro de rodrigo.
"¿Cómo fue la clase, bebé?", preguntó rodrigo con suavidad, envolviendo su brazo alrededor de la cintura de iván.
Iván sonrió, apoyando su cabeza en el hombro de rodrigo. "Fue bien, pero estoy agotado. Necesito algunos mimos para recargarme".
Rodrigo soltó una risa baja. "Eres increible, ¿sabes? Nadie más en este campus te vería como el 'chico que necesita mimos'".
Rodrigo alzó una ceja con picardía. "Bueno, eso es porque solo tú conoces mi lado necesitado. El resto solo ve mi sonrisa".
Ambos caminaron juntos hacia el parque cercano, encontrando un lugar tranquilo bajo un árbol. Rodrigo se sentó y iván se acurruco en su regazo, cerrando los ojos con una expresión de pura felicidad.
"¿Recuerdas la primera vez que te vi?", preguntó rodrigo, acariciando suavemente el cabello de iván.
"Claro que sí. Eras tan intimidante, pensé que nunca hablarías conmigo", respondió iván riendo.
Rodrigo sonrió. "Y mira ahora, no puedo dejar de mimarte".
La conversación continuó mientras compartían risas y confidencias. Rodrigo, el chico rudo de la universidad, revelaba su vulnerabilidad solo ante iván. Iván, a su vez, mostraba su fortaleza al enfrentar el mundo exterior.
Mientras el sol se ponía, decidieron dar un paseo por el campus. Rodrigo, con su mano entrelazada con la de iván, notó algunas miradas sorprendidas a su alrededor. Era raro ver a el chico rudo mostrando su lado cariñoso.
De repente, se encontraron con un grupo de estudiantes que miraban con asombro la escena. Uno de ellos se atrevió a preguntar: "¿Rodrigo, eres tú? ¿El rodrigo intimidante tiene un novio y muestra afecto en público?"
Rodrigo miró con desafío al estudiante. "Sí, él es mi novio, y no me importa lo que piensen los demás".
Iván, sin perder la compostura, agregó con una sonrisa: "Las apariencias pueden ser engañosas. Todos tienen un lado tierno, incluso rodrigo".
Esa noche, mientras caminaban de regreso a sus dormitorios, rodrigo y iván se dieron cuenta de que su amor desafiaba estereotipos y rompia barreras. En la intimidad de su relación, el chico rudo encontró un refugio en los brazos de su dulce novio, y el chico tierno descubrió un apoyo inquebrantable en su inusual pareja.
Así, en el universo aparentemente opuesto de la universidad, rodrigo y iván continuaron desafiando expectativas y construyendo un amor que no conocía límites.
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