El sol parecía buscar refugio detrás de las montañas, dando paso a un hermoso atardecer que provocaba en Jiyan un pequeño escalofrío en su pecho.
— Son lindas. — La voz provocó que el general de jinzhou diera un pequeño brinco por la sorpresa. El pelirrojo miró con cierta diversión dicha acción.
— ¿Que haces aquí? — Preguntó Jiyan, mientras se paraba del lugar en donde había plantado las flores que el mismo chico frente a él había ayudado a fabricar.
— Nada importante, solo tenía curiosidad sobre ver tu pequeño jardín. Rover me comentó sobre él está mañana.
— ¿Mm? Me gustaría saber que te contó exactamente.
Ignorando completamente lo que le dijo. Mortefi se acercó hacia Jiyan, viendo de forma más detenida su propia creación. — Tuve mis pequeñas dudas sobre como se desarrollaría el óvulo del gimnosperma, y si sería capaz de madurar para generar nuevas semillas. — comenzó a murmurar, para este punto, el general ya no sabía si seguía hablando con él, o si el científico ya estaba divagando consigo mismo.
Sin embargo, Jiyan escuchó atentamente cada palabra que venía de la boca del pelirrojo, tenía conociéndolo lo suficiente como para saber que está era una especie de forma rara de brindar respeto por las personas que las flores representaban.
Estuvieron por unos minutos así, Mortefi divagando sobre el desarrollo de la semilla, agachándose por momentos para observar detenidamente las flores. Soltando análisis con palabras que Jiyan no conocía, y que realmente no le importaba saber su significado.
En el fondo, el general agradece su repentina aparición. Cuando suele visitar este lugar, normalmente sus memorias se tienden a poner melancólicas sobre sus recuerdos más preciados. Era agradable estar acompañado con este bello atardecer.
Sus pensamientos terminaron divagando en Rover inmediatamente, por la primera vez que la trajo a este lugar.
— ¿Cómo está Rover? — Soltó sin pensarlo, interrumpiendo el parloteo de Mortefi.
— ¿Eh? La vi bastante bien. ¿Por qué preguntas? — Respondió Mortefi con cierta cautela en su voz, cosa en la cual Jiyan nunca se dió cuenta.
El general se limito a cruzar sus brazos sobre su pecho, alzando los hombros con interés. — No sabía que había vuelto a Jinzhou, sería bueno pasar a saludarla.
— Me dijo que solo dió una vuelta por aquí, según entendí no se quedó mucho tiempo. —Despues de lo ya dicho, el pelirrojo sacó su mechero plateado, comenzando a jugar con el y las pequeñas chispas de fuego que irradiaba por momentos. Jiyan nunca diría en voz alta sobre como disfrutaba el sonido que este hacia al ser abierto y cerrado entre las manos hábiles del otro hombre.
— Se va haciendo tarde.— Rompió el silencio. El general miro el cielo, la luz del sol ya estaba oculta por completo, dando paso a la luna. — Debería regresar al laboratorio antes de que Baizhi me prohíba la entrada. — Finalmente guardó su mechero, escondiendolo en la bata de trabajo tan característica de Mortefi, dando media vuelta y haciendo una pequeña seña de despedida con su mano llena de escamas. — Nos veremos general, solo espero que no sea atendiendo una herida tuya.
Inmediatamente el general resopló ante las palabras dichas por su amigo. — Sé que no es tu cargo, lamento que hayas tenido que aprender ciertas cosas médicas para ayudarme.— Mortefi mostró una pequeña sonrisa, tan pequeña que era a penas visible para cualquier persona, pero no tanto para Jiyan.
— Te lo debo. —Dijo antes de acomodarse el marco de los lentes para tener una mejor vista en su entorno, dando una vuelta para darle la espalda al general, y comenzar a marcharse poco a poco. Pereciendo su imagen ante la vista de Jiyan.
Jiyan tuvo el fugaz pensamiento de quedarse más tiempo. sin embargo, cumplió su condena de tortura mental hace tiempo, por lo que decidió hacer lo mismo que Mortefi, largandose finalmente del lugar con un grande suspiro escapando de sus labios.