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Ya muy tarde en la noche, un lastimado TaeSan tocaba el timbre del departamento de su novio. No se preocupó por despertarlo, hace unos minutos que le había escrito y le preguntó si podía quedarse a dormir. No quería ir a su propia casa, tuvo una pequeña discusión con su compañero de cuarto, JaeHyun y lo mejor para ellos sería estar separados, al menos por esa noche.

No pasó mucho para que un pelinegro con pijamada de peces abriera la puerta. Al principio, sus labios se curvaron hacia arriba pero al ver el estado de TaeSan, perdió todo atisbo de una sonrisa. Frunció el ceño para verse molesto pero a ojos de TaeSan se veía bastante adorable.

—¿Te peleaste de nuevo? —preguntó aunque ya sabía la respuesta—. Te he dicho que no te metas en problemas, mira como te dejaron.

LeeHan se acercó para tomarlo de las mejillas y dejar caricias ahí. Sus ojos se paseaban por todo su rostro, viendo cada pequeña herida.

TaeSan se sentía realmente mal, no le gustaba preocupar al menor, y eso era algo que casi siempre pasaba, todo gracias a su tendencia a meterse en líos. LeeHan continuó con el sermón, en un momento pellizco su nariz pero después le dio un besito al verlo hacer una mueca de dolor.

—TaeSan, estoy preocupado por ti —admitió al final jugando con sus manos, sin atreverse a mirar al mayor a la cara—. No quiero que nada malo te pase.

Él lo sabía, lo sabía muy bien. Conocía los riesgos de estar en una pandilla, mismos riesgos que hasta el momento no le importaba correr. Pero desde que conoció a LeeHan, tenía más cuidado con lo que hacía, ya no actuaba de manera irresponsable porque quería ser una mejor persona, una digna de estar con Kim DongHyun. Por eso había decidido dejar la pandilla de una vez por todas.

Se acercó y rodeó al pelinegro en un abrazo. Éste correspondió al instante. Aquel abrazo era algo que necesitaban ambos. LeeHan apretó un poco pero fue suficiente para sacarle un quejido al mayor. Se separó de manera brusca y lo miró con preocupación, temeroso de haberlo lastimado.

—Tranquilo, sólo son algunos moretones —acarició su cabello para tranquilizarlo, pero por la mirada que le dio LeeHan, supo que no le había creído nadita.

LeeHan lo tomó de la mano y lo jaló hacia adentro del apartamento.

—Eres un tonto —bufó abultando las mejillas—. Dices que es poca cosa pero eso no es verdad. Tienes suerte de que tenga un botiquín en casa.

TaeSan sonrió de forma automática. No pudo aguantar el impulso y lo atrajo a sí para juntar sus labios es un beso. Al principio el menor parecía sorprendido, pero no tardó en corresponderle.

Se sentía tan bien estar de esta forma, ambos se entendían y encajaban de una manera hermosa. TaeSan podía tener un millón de días malos, pero todo eso se acababa con un beso de LeeHan. Era increíble el como su sonrisa podia borrar cualquier rastro de tristeza, ira o estrés que pudiera tener.

—Te amo —susurró contra sus labios.

LeeHan se alejó de golpe con el rostro más rojo que un tomate. Cubrió parte de su rostro a excepción de sus ojos que lo veían de forma acusadora.

—Estúpido, no digas esas cosas tan de repente.

TaeSan sólo atinó a reír. Su novio era tan tierno que parecía mentira.

—Aish, sólo ven, te voy a curar esas heridas —dijo sin verlo.

Enserio, tenía mucha suerte.

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Con un algodón, LeeHan limpiaba las heridas del rostro de TaeSan bajo las quejas de éste último. Tenía un corte en la ceja y otro en el labio, por suerte su nariz había dejado de sangrar, aunque su mayor preocupación era el feo moretón en su mejilla.

—No seas un bebé llorón —dijo tomando otro algodón y llenándolo de alcohol.

—Como no es a ti al que están curando —susurró esperando que no lo haya escuchado.

—¿Cómo dijiste? —demandó ejerciendo presión sobre una de las heridas.

TaeSan soltó un grito que tuvo a LeeHan disculpándose al instante.

Más tarde, entre medio de quejidos y reclamos, TaeSan terminó con un montón de curitas en su rostro y algunas vendas en sus lastimados nudillos.

LeeHan desapareció en la cocina para prepararle un sándwich junto con algo de jugo. Fue hasta la habitación y se sentó a su lado en la cama.

—¿Cómo te sientes? —preguntó llevando sus manos a su pelo para acariciarlo.

—Mucho mejor gracias a ti —respondió llevando el sándwich a su boca—. Te adoro.

Una de las cosas que TaeSan más amaba de su novio, eran como se sonrojaba cada vez que le decía cosas cursis. Por eso no perdía la oportunidad de decirle lo mucho que lo amaba y lo lindo que era. Jamás en su vida habían sido tan feliz como lo era con LeeHan.

Cuando terminó de comer bajo las caricias del menor, se recostó en la cama y extendió sus brazos hacia los lados.

—Ven aquí —llamó.

LeeHan no tardó en obedecer y apoyó la cabeza en el pecho contrario.

—Te amo, TaeSan —murmuró adormilado—. No quiero verte lastimado.

—También te amo, LeeHan. Prometo que ya no haré nada peligroso.

Y con aquella promesa, ambos chicos se quedaron dormidos.

criminal love ⋆ gongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora