Begonias

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El aroma a jazmín y rosas me perseguía como un fantasma. Trataba no, intentaba concentrarme en el libro de botánica que había encontrado en la vieja biblioteca del mercado, la voz de mi padre rompe la calma del jardín.

-Azalea, ¿puedes traerme más tierra para las begonias? —La voz de mi padre interrumpió mis pensamientos mientras estaba en el jardín.

Suspiro y cierro el libro de un golpe. -Voy! - me levanto lentamente. El invernadero está lleno de plantas exóticas y flores de todos los colores imaginables. Mi padre, es un mago de la floricultura, de ahí mi nombre la flor de la buena suerte como él me suele decir .Cultiva maravillas en su invernadero, tienen una magia especial. En cambio yo no me sentía atraída por la belleza efímera de las flores.

Entró al invernadero y tomó una bolsa de tierra rica en nutrientes. La luz del sol se filtra a través del cristal, creando un juego de sombras y luces sobre las plantas. Mi padre está arrodillado junto a una fila de begonias, sus manos moviéndose con precisión y delicadeza.

-¿Más amplificadores de energía?- pregunto, tratando de sonar interesada.

-Sí, algo así- responde él con una sonrisa.

-La luna está en retrógrado. Habrá mucha energía que debemos aprovechar.

No entiendo mucho de sus teorías sobre la luna y la energía, pero asiento de todos modos. - Voy a ver si necesitan ayuda en el mercado - miento, deseando escapar del invernadero. -Está bien, pero no tardes demasiado- dice él sin levantar la vista de las begonias.

Salgo apresuradamente, mis pensamientos volviendo a los libros y la tranquilidad de mi cuarto. Corro por la larga escalera de madera que cruje bajo mis pies. No he avanzado mucho cuando una voz resuena desde el otro extremo del jardín. No una voz cualquiera, sino LA VOZ. -¡Deja esos libros y ven a ayudarme con las rosas!- La voz de mi madre, firme y autoritaria, se hace eco en el aire.

Me giro lentamente, tratando de ocultar mi frustración. -Otra vez con esos cuentos de niños,- murmura ella, mirándome desde la puerta del invernadero. Sus ojos, color ámbar fundido, reflejan la dureza de su carácter.

- Tu futuro está en la tierra, no en el cielo. No tienes el temperamento para ser jinete- dice con severidad.-No se porque sigues con esa tonta idea tuya , creí que algún día ibas a madurar y te olvidarías de los dragones , no puedes entrar al cuadrante de dragones - veo el odio en sus ojos , o decepción . No me interesa saber la verdad .

-Sabes que tienes razón, madre. Voy a mi habitación a seguir soñando- respondo con un tono sarcástico.

-No hagas nada de lo que te puedas arrepentir, no sigas los pasos de tu hermano - advierte ella, pisando con desdén las azaleas.

Corro con lágrimas en los ojos, el aire fresco de la noche golpea mi rostro mientras me alejo del invernadero. Las palabras de mi madre aún resuenan en mi mente "Tu futuro está en la tierra, no en el cielo." Cada paso que doy parece llevarme más lejos de sus expectativas y más cerca de mis sueños. Las lágrimas nublan mi visión, pero no detengo mi carrera hasta llegar a la casa de Aric.

El jardín de su casa está en silencio, y con habilidad adquirida a lo largo de los años, escaló el viejo roble que crece junto a su ventana. La ventana está, como siempre, entreabierta, y me deslizo dentro con facilidad. Aric está sentado en su escritorio, concentrado en uno de sus mapas estelares. Al verme, se levanta rápidamente, su expresión pasando de la sorpresa a la preocupación.

-Lea, ¿qué ha pasado?- pregunta, acercándose y poniendo una mano en mi hombro.

-Es mi madre,- digo entre sollozos. -Discutimos otra vez. Ella no entiende, no escucha... Yo solo...-Mi voz se quiebra.

Aric me guía hasta la cama y se sienta a mi lado, esperando pacientemente a que encuentre las palabras. Respiro hondo, tratando de calmarme.

-Yo solo quiero ser jinete de dragones,- confieso finalmente, mi voz apenas un susurro.

Aric me mira con sus ojos llenos de comprensión y cariño. - lo sé Lea . Lo has querido desde que éramos niños.-

-Pero ella no lo entiende,- continúo, las palabras saliendo apresuradamente ahora. - Ella quiere que siga sus pasos, que me quede en la tierra, en el invernadero. No ve que mi corazón está en el cielo, volando con los dragones.

-Es difícil para ellos,- dice Aric suavemente. -Ellos te aman y quieren lo mejor para ti. Pero eso no significa que debas renunciar a tus sueños.

- ¿Cómo puedo seguir soñando cuando cada día es una lucha?- preguntó, con mi voz llena de desesperación. -Me siento atrapada."

-Azalea, nunca has sido alguien que se rinde fácilmente,- responde él, apretando suavemente mis manos. -Tu madre es dura, pero tú también lo eres. Tienes una fuerza dentro de ti que no puedes ignorar.

-¿Y si nunca logro ser jinete? ¿Y si todo esto es solo un sueño imposible?- Las dudas me abruman, como olas golpeando contra las rocas.

-Los sueños son difíciles, sí, pero eso no los hace imposibles,- dice Aric con firmeza. -Mira, hay una academia de jinetes de dragones en el norte. He oído que están buscando nuevos estudiantes. Podrías intentarlo, se que está lejos de tu hogar y todo .

-¿La Academia de Dragones de Elarion?- Mis ojos se iluminan con una mezcla de esperanza y temor. -¿De verdad crees que podría hacerlo?"

-Lo creo con todo mi corazón,- afirma Aric. -Eres la persona más determinada que conozco. Si alguien puede hacerlo, eres tú.

La idea de la academia se cierne en mi mente, una luz brillante en medio de la oscuridad.

-¿Pero qué pasa si fallo? ¿Qué pasa si no soy lo suficientemente buena?

-Entonces al menos sabrás que lo intentaste,- dice él. -Y estaré ahí para apoyarte, pase lo que pase.

Nos quedamos en silencio por un momento, el peso de la decisión colgando en el aire. Miro a Aric, mi amigo, mi confidente, el que siempre ha creído en mí incluso cuando yo no lo hacía. Su apoyo me da fuerzas.

-Voy a intentarlo,"-digo finalmente, mi voz firme. -Voy a seguir mi sueño, sin importar lo que cueste.

Aric sonríe, su alivio evidente.

-Sabía que lo harías. Y no estarás sola en esto. Te ayudaré en todo lo que pueda.

Nos abrazamos, y por primera vez en mucho tiempo, siento una chispa de esperanza encenderse en mi corazón. La conversación con mi madre ha sido dolorosa, pero también ha sido un catalizador, empujándome hacia lo que realmente quiero.

-Gracias,Ri - susurro. - No sé qué haría sin ti.

-Siempre estaré aquí para ti, Azalea,- responde él con sinceridad.

Mientras la noche avanza, hablamos de planes y sueños, y la idea de ser jinete de dragones deja de ser una fantasía lejana para convertirse en una posibilidad tangible. La ventana abierta deja entrar la brisa nocturna, y miro hacia el cielo estrellado, sintiendo que quizás, solo quizás, mi lugar no esté en la tierra, sino volando entre las estrellas.

Entre dragones y floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora