Laura vivía sola en un apartamento pequeño pero acogedor en el centro de la ciudad. Era una noche lluviosa, y el viento hacia que las ramas de los árboles rascar las ventanas, creando un ambiente inquietante. Estaba sentada en el sofá leyendo un libro de terror, cuando escuchó un sonido sutil pero perturbador: un golpe seco y repetitivo que provenía del baño.
Laura se levantó lentamente, su corazón acelerándose con cada paso que daba hacía el origen del ruido. Abrió la puerta del baño y encendió la luz , esperando encontrar algún desperfecto común, pero todo parecía estar en orden. Excepto por el espejo.
El espejo sobre el lavabo tenía una grieta que no recordaba haber visto antes. Mientras lo observaba, el golpe seco se repitió, pero está vez más fuerte y claramente proveniente del espejo mismo. Laura retrocedió, sintiendo un escalofrío recorrerle la columna vertebral.
Decidió que lo mejor era ignorar el sonido y volver a su libro. Pero el golpe continuaba, incesante. La curiosidad y el miedo luchaban dentro de ella, y finalmente decidió enfrentarse a lo que fuera que estuviera causando el ruido.
Volvió al baño y se quedó frente al espejo, observando cada detalle. Entonces, vio algo que la hizo detenerse en seco: una sombra oscura moviéndose detrás de su reflejo, en un espacio que debía ser el baño vacío.
Laura giro rápidamente, pero no había nada detrás de ella. Miro de nuevo al espejo y la sombra seguía allí, inmóvil, observándola. El pánico comenzó a apoderarse de ella mientras trataba de racionalizar lo que estaba viendo. Tocó la superficie del espejo, esperando que todo fuera un producto de su imaginación .
Al contacto, el espejo se estremeció y la sombra comenzó a tomar una forma más definida: una figura humanoide con ojos vacíos y una sonrisa macabra. La sombra levantó una mano y Laura sintió una fuerza invisible apretándola el cuello, dificultando su respiración. Luchó por liberarse, pero era como si una mano fría y fantasmal la estuviera estrangulando.
Desesperada, recordó haber leído sobre antiguos rituales de protección en uno de sus libros de terror. Murmuró una oración que apenas recordaba, y para su sorpresa, la figura pareció vacilar. Laura aprovecho el momento y, con todas sus fuerzas, lanzó un frasco de perfume contra el espejo, haciéndolo añicos.
El espe se rompió en mil pedazos,, y la sombra se desvaneció junto a él. Laura cayó al suelo, jadeando y temblando. El baño estaba en silencio, salvo por el suave goteo del agua del lavabo. Miró los fragmentos del espejo esparcidos por el suelo y se dio cuenta de que la sombra había desaparecido.
Esa noche, Laura durmió con todas las luces encendidas y el sonido de la lluvia como su única compañía. Decidió que al día siguiente reemplazaría el espejo roto y tal vez buscaría un nuevo lugar para vivir. Pero en el fondo, sabía que nunca olvidaría la sombra en el espejo y el terror que había sentido. Sabía que algunas cosas no se podían explicar, y algunas sombras nunca desaparecían del todo.