Espiral Descendente

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La confesión de Lucian resonaba en la mente de Ethan como una sentencia inescapable.

Lo que quiero es a ti. Todo de ti.

Esas palabras se repetían una y otra vez, convirtiéndose en un eco torturador que lo perseguía día y noche.

Ethan se encontraba en su apartamento, su refugio ahora convertido en una prisión. No podía dormir; cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de Lucian, sentía su presencia opresiva. Las pocas veces que lograba caer en el sueño, se despertaba bruscamente, empapado en sudor y con el corazón latiendo desbocado.

Las noches eran las peores. Ethan se sentía atrapado en una vigilia perpetua, cada sombra y cada sonido le parecían señales de que Lucian estaba cerca.

Había cerrado todas las ventanas y asegurado las puertas, pero la sensación de ser observado no desaparecía. Se pasaba horas sentado en la oscuridad, mirando fijamente a la puerta, esperando el inevitable momento en que Lucian aparecería de nuevo.

El agotamiento comenzó a pasar factura. Ethan dejó de comer, incapaz de sentir hambre en medio de su ansiedad constante. Su cuerpo se debilitaba, y sus pensamientos se volvían cada vez más confusos y desordenados.

En el trabajo, su rendimiento cayó en picado. No podía concentrarse en las tareas más simples, y los errores se acumulaban.

Una mañana, después de una noche particularmente terrible, Ethan llegó tarde a una reunión crucial. Sus colegas lo miraban con preocupación mientras intentaba explicar su estado, pero sus palabras salían entrecortadas y sin sentido. El director de la organización benéfica lo llamó a su oficina al final del día.

-Ethan, sé que estás pasando por un momento difícil - dijo el director con un tono compasivo - Pero necesitamos a alguien que pueda cumplir con sus responsabilidades. Lamentablemente, tendremos que dejarte ir.

La noticia le cayó como un balde de agua fría. Ethan salió de la oficina en estado de shock, sintiendo que su mundo se desmoronaba. Su trabajo había sido su vida, su propósito, y ahora se lo habían arrebatado. No tenía idea de lo que pasaría a partir de ahora. No sabía qué debía hacer a partir de ahora.

Mientras tanto, Lucian observaba desde las sombras. Había intensificado su acoso, asegurándose de que Ethan sintiera su presencia constantemente. Enviaba flores a su apartamento, notas crípticas que solo incrementaban la paranoia de Ethan.

Aparecía inesperadamente en los lugares que Ethan frecuentaba, siempre con una excusa aparentemente inocente.

- Nos encontramos de nuevo, Ethan - decía Lucian con una sonrisa que no llegaba a sus ojos - Espero que estés bien.

Cada encuentro era un recordatorio de la obsesión de Lucian, y cada nota y regalo un símbolo de su control creciente. Lucian disfrutaba del poder que ejercía sobre Ethan, pero al mismo tiempo, su mente comenzaba a desmoronarse bajo el peso de su propia obsesión.

Lucian pasaba horas en su mansión, hablando solo, susurrando el nombre de Ethan en la oscuridad. Su perfección física y su carisma eran ahora una máscara que ocultaba una mente en ruinas. Los espejos de su hogar reflejaban una imagen cada vez más distorsionada de sí mismo, una figura quebrada por el deseo incontrolable.

Contrató más investigadores para seguir cada movimiento de Ethan, asegurándose de que no pudiera escapar. La obsesión se había convertido en una necesidad patológica, y Lucian se encontraba atrapado en un ciclo interminable de deseo y frustración.

Despedido y agotado, Ethan se refugiaba en su apartamento, alejándose de sus amigos y seres queridos. No podía soportar la vergüenza de admitir que alguien como Lucian lo estaba destruyendo. La soledad y el miedo lo consumían, y cada día se sentía más desesperado.

Una tarde, mientras intentaba organizar los pocos proyectos que le quedaban, Ethan recibió una llamada de un número desconocido. Al contestar, una voz fría y familiar resonó en el auricular.

-Ethan, soy Lucian. Solo quiero asegurarme de que estés bien. ¿Necesitas algo? Puedo ayudarte.

La voz de Lucian le produjo un escalofrío.

- Déjame en paz, Lucian. No quiero nada de ti.
- Pero Ethan - respondió Lucian con un tono melancólico - todo lo que quiero es estar cerca de ti. No puedes escapar de mí.

Ethan colgó el teléfono, temblando de miedo. Sabía que Lucian tenía razón. Su vida se había convertido en una prisión, y no veía una salida. Sus intentos de buscar ayuda se veían frustrados por la influencia de Lucian, quien siempre encontraba una manera de acercarse más.

Desesperado y sin saber a dónde más acudir, Ethan decidió buscar refugio en la casa de un viejo amigo en las afueras de la ciudad. Empacó lo esencial y dejó su apartamento en plena noche, esperando que la distancia pudiera ofrecerle un respiro del acoso constante.

Lucian, sin embargo, no tardó en darse cuenta de su partida. Al descubrir la huida de Ethan, su mente se sumió aún más en la desesperación y la ira. La obsesión había llegado a un punto de no retorno, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para recuperar el control.

Mientras Ethan se dirigía hacia su nuevo refugio, sintió una mezcla de esperanza y miedo. Sabía que estaba tomando un riesgo, pero también sabía que no podía seguir viviendo bajo la sombra de Lucian. Con cada kilómetro que lo alejaba de la ciudad, su mente se aclaraba un poco más, pero el temor constante de ser encontrado seguía latente.

En la mansión, Lucian se preparaba para dar el siguiente paso en su enfermiza persecución. La obsesión lo había transformado en un ser oscuro y trastornado, y su única meta era poseer completamente a Ethan, sin importar las consecuencias.

El desenlace de esta oscura danza de obsesión y terror aún estaba por escribirse, y ambos sabían que el enfrentamiento final sería inevitable.

El desenlace de esta oscura danza de obsesión y terror aún estaba por escribirse, y ambos sabían que el enfrentamiento final sería inevitable

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