James
Hacía horas que el sol se había ocultado tras los altos edificios que parecían rascar el cielo como agujas afiladas cuando dos figuras envueltas en capas oscuras recorrieron las entrañas de Central Park al cobijo de la noche. No cesaron de caminar en el más absoluto de los silencios hasta llegar ante la famosa estatua dedicada a Alicia en el País de las Maravillas, que representaba a la conocida niña sentada sobre una grandiosa seta y rodeada de otros personajes del fantástico mundo creado por Lewis Carroll.
James, uno de los dos encapuchados, observó a su acompañante, que se había adelantado unos pasos y se agachaba hasta tocar con la mano completamente abierta una de las piedras de corte cónico, semejante a un trozo de tarta, de las que rodeaban la escultura. Al momento, la piedra fue perdiendo consistencia, volviéndose más neblinosa hasta que desapareció por completo, dejando ver unas escaleras con forma de caracol que descendían hasta la oscuridad del subsuelo.
— Vamos. — Le dijo la chica que se ocultaba bajo la tela negra después de hacerle un gesto con la mano, luego se perdió bajo la estatua.
James obedeció, y una vez abajo descubrió lo que parecía ser una vivienda. La chica que lo había guiado hasta allí se había desecho de la capucha y había encendido una lámpara que despedía una luz brillante.
— Voy a traerte algo.
La siguió detenidamente con la mirada hasta que desapareció por una puerta del fondo de la sala a la que lo había llevado. ¿Quién diría que bajo una estatua en un parque podría vivir alguien? Aunque, para ser justos, había visto cosas más extrañas en Nueva York. Lo cierto es que aquella casa estaba muy bien. Contaba con una cocina, un salón, un dormitorio y un baño. Suficiente para él, de momento. Además no tenía ventanas, así que la luz del sol no podía llegar hasta allí. Lo único que necesitaba era una decoración más acorde a sus gustos, porque las preferencias de Sunshine y las suyas no tenían mucho en común.
Desde luego, aquella chica no era ni de lejos lo que podría considerarse normal. Su cabello, que apenas rozaba sus hombros, era rosa y sus ojos, de un azul pálido que él nunca antes había visto. Tenía muchos pendientes y algún que otro tatuaje dibujado sobre la piel, que recordaba a la canela, pero lo que más llamó su atención fueron las cuerdecitas con plumas de diversos colores que llevaba trenzadas en el pelo y que rozaban suavemente sus hombros.
Sunshine era bonita a su manera, teniendo en cuenta su larga lista de rarezas, aunque no era el tipo de James, pero poseía un encanto personal que la hacía interesante y con el que conseguía que no pudiese dejar de mirarla. También le gustaba su voz. Es verdad que James pensaba que la muchacha reía demasiado alto, algo que le llegaba a resultar en cierto modo molesto, sin embargo su voz era cálida y agradable, como acariciar terciopelo. Él no solía reír, a no ser que fuese con sarcasmo.
La chica había vuelto a aparecer. En sus manos portaba una copa de cristal llena de un líquido rojo muy oscuro. James supo de sobra lo que era por el olor.
Sangre.
Sunshine tomó asiento a un lado de la mesa redonda de madera pintada de azul que dominaba un lateral del salón, donde, por otro lado, solo había un par de sillones de aspecto cómodo y estanterías con libros que parecían ser muy antiguos. James hizo lo propio y también tomó asiento, quedando enfrente de su anfitriona. La chica apoyó la cabeza contra su mano. Sus ojos brillaban al mirarlo. James sabía que Sunshine no le tenía miedo, o al menos no lo aparentaba en absoluto, lo cual le causaba una gran curiosidad. No parecía preocupada por el hecho de que pudiese devorarla en cualquier momento.
— Bien, espero que te guste esto. Yo ya no vivo aquí, así que te lo puedes quedar. — Le dijo Sunshine, mirando alrededor fugazmente antes de volver a fijarse en él. James abrió la boca para darle las gracias, pero la chica continuó hablando—. Estaría bien que me contases algo de ti. — Añadió, sonriendo de medio lado—. Cómo te llamas, dónde y cuándo naciste, ya sabes...
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El círculo del cazador
FantasyHace milenios que las criaturas oscuras viven entre nosotros. Hace milenios que los cazadores protegen a los humanos de ellas. Sin embargo una serie de extraños sucesos amenazan con ponerlos a todos en peligro y poner fin al fino equilibrio que ha...