La puerta se cerró con un clic definitivo, y en ese instante, como si alguien hubiera abierto una compuerta en su interior, Argo sintió el peso de los años desbordarse en lágrimas calientes que le ardían al resbalar por sus mejillas. No era solo emoción: era la culminación vertiginosa de noches en vela, de manos callosas y de sueños tejidos con hilos de obstinación.
Su hermana Canela no necesitaba palabras. Su silencio era un abrazo, y sus ojos verdes-dos pozos de luz en la penumbra-lo miraban con una mezcla de orgullo y nostalgia. A su lado, Alex, cuya sonrisa siempre parecía tallada a fuerza de golpes y esperanza, le dio un golpecito en el hombro, el mismo que solía darle antes de los entrenamientos más duros.
-Puedes hacerlo, campeón-susurró, y su voz tenía la textura áspera de quien ha visto demasiado. -Aquí no pasa nada que yo no pueda manejar. Tu hermana es mi vida, Argo. Te lo juro por cada cicatriz que tengo.
El televisor de pantalla curva-una rareza del mundo antiguo que Alex custodiaba como un tesoro-bufaba imágenes grises de otro noticiero plagado de tragedias. Nadie lo apagaba. Pronto comenzaría el espectáculo sagrado del nuevo mundo: las peleas en la jaula, ese ballet de huesos y furia donde solo los mejores conseguían gloría. Argo respiraba ese deporte, conocía cada luchador, cada técnica, cada derrota amarga. En un mundo donde el combate era lenguaje, él quería escribir su nombre en letras de sangre y sudor.
Alex cruzó los brazos, y su sombra se alargó como una advertencia sobre la pared:
-Tienes doce años, y eso significa que esta es tu única bala, chico. La postulación solo se abre cada lustro, y por trescientos cupos se matarían miles. -Hizo una pausa, dejando que el silencio afilara sus palabras-. Lo que viene no es un examen. Es una guerra.Argo apretó los puños. Recordó la historia que Alex le había contado mil veces: cómo él, en la Distinguida Primera Generación, había soñado con la Academia, pero el destino lo había sentado en una transpaleta, cargando cajas en el puerto bajo un sol inclemente. Y sin embargo... Aquel hombre había convertido cada derrota en un escalón, cada cicatriz en un relato. Hasta que encontró a Canela, y de pronto, el puerto ya no era un final, sino un comienzo.
La pelea estelar fue un fiasco. Argo maldijo entre dientes y se volcó sobre sus notas, revolviendo conceptos como un alquimista desesperado. Canela le rozó el hombro al pasar, y su perfume a vainilla y hierbas silvestres lo envolvió un instante.
-Buenas noches, hermanito-musitó, alzando la mirada como si sus palabras fueran semillas para las estrellas. Su cabello rojizo ondeó, vivo como una llamarada, y por un segundo, Argo sintió que el universo le guiñaba un ojo.
-Descansaré pronto-mintió, viéndola desaparecer tras la puerta con Alex.
El reloj de mano-una reliquia de cuerda que olía a aceite y nostalgia-marcó la una de la madrugada cuando eligió la alarma más cruel: un bip-bip metálico que le taladraría los sueños a las seis y media en punto. No había lugar para la piedad. No ahora.

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Neon Justice: Agente Argo
Science FictionEn un mundo arrasado por la guerra, Argo entrena para convertirse en un agente de élite, la última línea de defensa de la humanidad. Con el futuro de su gente en juego y sombras acechando en cada esquina, deberá superar pruebas letales y enemigos im...