Cap.03 Pt.03

6 2 0
                                        

El sintético dijo:
-Por favor, sígame. Lo llevaré a la sala de evaluación-.

El droide condujo a Argo hacia el teletransportador más cercano e ingresó junto a él. Con un gesto ágil, indicó en la pantalla táctil el destino deseado y añadió con precisión:
-Por favor, permanezca en su lugar, joven Argo-.

Luego, se despidió con una sonrisa y un gesto de la mano antes de salir rápidamente para atender a más postulantes en el mesón. Mientras tanto, Argo se desvaneció mágicamente en el interior del teletransportador.

-Joven Argo- lo saludó amablemente el sintético que lo recibió en el otro ascensor, esta vez con una voz robótica masculina. Argo dejó escapar un "¡Guau!" mientras observaba las partículas de sus manos materializándose. Experimentó una sensación increíble y se maravilló ante la rapidez del proceso.

-Hola, ¿tú también eres ARIA? ¿En qué piso estamos?- preguntó, aturdido y sorprendido por el efecto en su cuerpo, ya que era la primera vez que se teletransportaba.

-Sí, joven Argo, soy ARIA, y estamos en el tercer piso- respondió el sintético con una sonrisa tranquilizadora.
-Por favor, tome asiento hasta que sea llamado por los altavoces o por un asistente nano-dron. Gracias- concluyó, indicándole amablemente que aguardara su turno.

Fue entonces cuando Argo notó el inmenso pasillo que se extendía a su lado. A lo largo de este, vio numerosas butacas pequeñas ocupadas por niños y niñas, algunos incluso más jóvenes que él, todos impacientes y esperando con ansias su turno. Al otro lado, varias puertas con números de sala marcados y un distintivo logo circular con las siglas "A.A." captaron su atención. Cada puerta estaba equipada con un sensor de identificación para permitir el acceso.

Sin embargo, lo que más le sorprendió fue la vista del lado opuesto a las butacas. A través del muro, se vislumbraba una plazoleta preciosa, adornada con fuentes de agua cristalina y bancas acogedoras, que invitaban a los visitantes a descansar o sumergirse en la lectura de un buen libro, tal vez adquirido en la biblioteca cercana.

Algunos residentes del domo disfrutaban de caminatas por los senderos serpenteantes, mientras que otros paseaban alegremente a sus mascotas entre los árboles frondosos. La escena estaba iluminada por farolas futuristas, que añadían un toque de encanto a este oasis de tranquilidad en medio del bullicio del pasillo.

De repente, Argo sintió una urgencia en su vejiga, provocada por los nervios y el almuerzo que acababa de ingerir. Se puso de pie rápidamente y se encaminó hacia la puerta con el logo neón azulado de los baños, ubicada a mitad del pasillo.

Mientras caminaba a paso veloz, Argo respiraba el agradable aroma y escuchaba las conversaciones animadas de los otros niños, quienes comentaban sus viajes. Muchos habían llegado por diferentes teleféricos y líneas: algunos habían disfrutado de paisajes desérticos, mientras que otros habían experimentado la belleza de entornos acuáticos y montañosos. Otros mencionaban el tiempo que llevaban esperando, lo cual solo aumentaba su nerviosismo. La idea de tener que aguardar durante horas también lo inquietaba, añadiendo más tensión a su situación.

Dentro del baño, el espacio se expandía hacia un área amplia y luminosa, impregnada de una sensación de limpieza extrema. Cada rincón relucía en un blanco brillante, y los azulejos reflejaban la luz de manera impecable. A medida que Argo avanzaba, se encontraba con diez cabinas personales, cada una mantenida en un estado impecable de higiene.

Supuso que, desde el baño, podría escuchar los altavoces en caso de ser llamado, así que se tomó su tiempo. Después de un rato, salió y regresó a su asiento, donde esperó pacientemente su turno.

Tras una hora observando cómo los niños y niñas entraban y salían de las puertas, cada uno con expresiones y reacciones únicas tras su experiencia, Argo se sentía cada vez más tenso. Algunos salían llorando desconsoladamente, mientras que otros lo hacían celebrando con alegría. También estaban aquellos que salían sin mostrar ninguna reacción aparente, lo que dejaba a los demás sumidos en la incertidumbre.

Al notar que algunos terminaban el proceso en cuestión de minutos, mientras que otros permanecían mucho más tiempo, Argo se sintió confundido. Imaginaba que se trataba de una entrevista o un examen de conocimientos, pero las rápidas salidas de algunos no encajaban con esa suposición. La variabilidad en los tiempos solo aumentaba su intriga.

De repente, llamaron a la niña que estaba sentada junto a él, quien hasta ese momento había pasado desapercibida para Argo. Solo cuando se puso de pie, él la observó, notando su timidez mientras caminaba hacia la puerta. Lo que más le llamó la atención fue el aroma de sus cabellos rubios que asomaban de la capucha larga y oscura que le añadía un aire de misterio a su figura.

Con un grito enérgico, Argo le deseó suerte, sintiéndose más vivo que nunca entre el bullicio de los otros niños. Su voz resonó, haciendo sonrojar a la desconocida, quien continuó su paso tímido hasta atravesar la puerta automática sin reaccionar visiblemente ante sus palabras. Sin embargo, en su interior, la sorpresa y el agradecimiento la inundaron, creando un momento inesperado pero profundamente reconfortante.

Argo sintió algo familiar en ese gesto, como si fuera un impulso instintivo que brotaba de lo más profundo de su ser. Se sorprendió de haber apoyado a la desconocida sin pensarlo, simplemente porque sintió que era lo correcto.

Mientras reflexionaba sobre el porqué de ese impulso, notó que la niña salió de la sala casi de inmediato; tal vez habían transcurrido apenas diez minutos.

Neon Justice: Agente Argo   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora