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Tomo otro sorbo de mi café mientras camino con la mirada fija en mi celular. La idiota de Nora volvió a publicar en sus historias como se la está pasando genial en una fiesta.

Ya ha ido a cinco esta semana, con razón sus calificaciones son un asco.

Me detengo en una en específico, en la que que se está besando con William.

Pongo una mueca de disgusto al instante.

El tonto y mujeriego de William. Lo único que se puede alagar de él es su belleza, porque sus calificaciones son incluso peores que las de Nora.

Y viendo lo bajas que son.

Pero, claro. Como su padre es el rector, su rendimiento académico es lo que menos le interesa.

Noto que alguien me sujeta del hombro con brusquedad, me giro asustada y veo como un señor de unos cuarenta y tantos me mira con disgusto.

—El semáforo está en rojo —se limíta a decir, soltando mi hombro.

Miro al frente y, efectivamente, casi cruzo la calle cuando era el turno los autos.

Guardo mi celular en el bolsillo de mi chaqueta y espero impacientemente.

Una sensación extraña hace que me ponga alerta, siento como si alguien me mirara fijamente desde algún lugar.

Miro a todas partes pero no veo a nadie, solo al mismo señor de hace un momento mirándome como si me hubiera escapado del manicomio.

Me hubiera escapado si no fuera porque todavía no me han internado.

La sensación de que me observan no desaparece, doy un respingón al escuchar como mi teléfono suena. Genial, ahora hasta mi celular me asusta.

Lo tomo y sonrió felizmente al ver que es Liam.

Al contestar lo primero que escucho es la fuerte música que ha de haber donde él se encuentra.

—Hola mi insoportable Astoria.

—Vaya forma de saludar la tuya.

—¿Dónde estás? Nora está diciendo que seguro te arrepentiste de venir.

Mi mueca de desagrado vuelve.

No se que obsesión tiene con hacerme quedar mal con todo el mundo.

—Ya voy en camino, estoy a una cuadra del edificio.

—Apresúrate, me siento extraño rodeado de tantas personas con pareja.

Suelto una carcajada, pero al ver que el señor de hace un momento me mira como si quisiera matarme dejo de reír al instante.

Él es el que se escapó del manicomio.

—A lo mejor es porque tu no tienes —digo, sabiendo exactamente lo que va a contestar.

—No es mi culpa que Kit Connor viva al otro lado del mundo.

Sonrió divertida.

Justo en ese momento el semáforo cambia.

—Yo no te mandé a nacer pobre —digo, mientras intento cruzar la calle lo más rápido que puedo sin que se me caiga el celular de la mano.

—Yi ni ti mindi i nicir pibri —me remeda con voz aguda.

Ahora si me permito reír libremente, pues; ya no tengo al señor extraño a mi lado, creo que hasta lo perdí de vista.

Me detengo frente al edificio con pinta de que viven famosos en él.

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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