Capítulo 10

17 5 9
                                    


10

Kass

Los días restantes pasaron volando y el sábado no se hizo esperar, todavía estaba un poco nerviosa, pero a la vez demasiado emocionada porque por fin era el día.

Llegué al estacionamiento de la facultad veinte minutos antes de lo acordado, quería estar en el consultorio para cuando llegase mi paciente. Salí de mi Cadillac sosteniendo un contenedor de plástico con galletas recién horneadas y mi bolsa, donde tenía un bolígrafo estilográfico y la agenda donde tomaría todas las anotaciones pertinentes.

El día de hoy opté por usar unos jeans un poco holgados, un top blanco de manga corta, unas botas negras con algo de tacón. Necesitaba ir cómoda y muy discreta, no quería parecer alguien inaccesible en la primera consulta. Mi colgante con la "C" en brillantes diamantes y plata que siempre usaba para ir a todos lados yacía en mis clavículas, era como mi amuleto de la suerte y hoy la necesitaría. Mi cabello recogido en una coleta, con algunos mechones sueltos cerca del rostro, agregué ligeros toques de mi rubor favorito en color en mis mejillas y algo de bálsamo labial que aportaba una pizca de color.

Al exhalar hondo un par de veces volví a la Kass despreocupada y segura de sí misma, la cual todos adoraban. Caminé en dirección a los consultorios y entré al número siete. Cerré la puerta tras mi paso y me puse a ordenar las cosas. Deposité las galletas en un plato llano y las puse en la pequeña mesita de café que había entre el sillón donde se sentaría mi paciente y la cómoda silla que yo ocuparía. Saqué mi pluma y la agenda y me acomodé en la silla para esperar al susodicho.

Unos cinco o diez minutos después, escuché que estaban abriendo la puerta, levanté la vista para ver finalmente a mi acompañante en este programa. Mi cara dibujaba una sonrisa educada y segura, pero tan pronto como entró aquella persona, esa sonrisa se borró de mi rostro, dejando sorpresa y algo de confusión en su lugar.

—Hola, Kass—saludó el chico alto mientras entraba a la habitación.

—¿Es en serio, Christian? ¿Qué haces aquí? Estoy esperando a mi paciente, por favor sal en este momento—repliqué confundida.

—¿Todavía no lo entiendes? Yo soy tu paciente—afirmó dejando una sonrisa de victoria en sus labios.

—¿En serio? ¿Tú? —cuestioné incrédula.

—Así es.

—¿Cómo es que entraste en el programa?

—Necesitaban gente, yo necesitaba puntos extra, así que aquí me tienes.

—¿En serio? Esto no es ético, te compraron, no dirás la verdad y esto no funcionará. Nos conocemos, así que yo no puedo ser tu psicóloga.

—Creo que eres la única persona que puede ser capaz de sacar mis más oscuros deseos—afirmó sonriendo pícaramente.

—Christian, esto es serio, está mi calificación en juego. Iré a decir que te cambien de psicólogo.

Antes de que pudiera llegar a la puerta siquiera una mano poderosa me retuvo el brazo impidiéndome seguir mi camino.

—Quiero que me atiendas. No quiero y no voy a contarle mis problemas a ningún desconocido. No sé qué harán con esa información.

—Por ética y términos de confidencialidad, es norma básica que lo que se hable en terapia no pueda salir de ella. Un psicólogo no puede revelar información del paciente de ninguna manera.

—Quiero que seas tú quien me atienda. Haré lo mejor posible para que puedas entender mi mente y así tu calificación no se vaya a la mierda, ¿okay?

La Melodía de tu VozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora