único

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- Hey, Rosie, ¿quieres desayunar?.-

Una amorosa y bella voz le llamaba cuando apenas iba entrando a la cocina, somnolienta.

Jisoo, su roommate, era una chica mayor que ella que siempre le ha llamado con ese apodo cariñoso.

Desde el primer día de verse, hasta su actualidad.

- Sí, gracias.- le respondió antes de bostezar.

Fue por un vaso de vidrio en donde se sirvió un poco de leche.

Cuando se giró, se encontró con que Jisoo la veía fijamente, viéndola pasar el líquido

Y con nerviosismo, quiso disimularlo dándole una sonrisa.

- Rosie, hoy no me esperes.- le dice una vez terminó con su desayuno, levantándose para llevar su plato al sink, en donde más tarde Rosé se encargaría de lavar.

Ésta, desde el comedor, miró a la azabache un poco con el ceño fruncido.

- ¿Llegarás mañana?.- le pregunta, ladeando ligeramente la cabeza.

Jisoo le sonrió y se guardó una manzana en su lonchera antes de negar.

- Saldré con unos amigos después del trabajo. Te invitaría, pero de verdad que no son muy agradables.- le dice.

- ¿Y por qué sales con ellos?.- cuestiona.

Jisoo se le acercó para llegar a la puerta de la casa, tomando la perilla antes de abrir.

- Digamos que...son negocios.- le dice, tratando de guiñarle el ojo, pero siendo un total fracaso que hizo reír a ambas.

- Bien, pero llámame cuando estés en camino.- le dice, viéndola quitarle el seguro a la puerta.

- Lo haré. Nos vemos, Rosie.- pronuncia cruzando la puerta, la cual volvió a cerrar.

Más tarde, Rosé ya se encontraba en la cafetería en donde trabajaba.

- Park, dos expreso a la mesa cinco, un late y capuccino a la dos y uno regular a la mesa tres.- le dice su supervisor.

Justamente su supervisor había escogido ese mismo día para ejercer más presión laboral.

En la mañana, cuando estaba alistándose para irse, se dio cuenta de algo.

Le había llegado el periodo.

El preciado (pero también maldito) periodo.

Ese ciclo de la vida que una persona de sexo femenino tenía que sufrir cada cierto tiempo de sus dolores, olores y malestares.

Así que, con ese tono en el que le habló su supervisor le hizo hervir la sangre.

Porque ese maldito tonito era de prepotencia, superioridad. Como si ella se tratara de un simple robot que acata las órdenes sin rechistar ni nada, porque así estaba programada.

Todos sus compañeros igual.

- Me estoy poniendo roja.- murmura a uno de sus amigos, quien también se encontraba en la máquina de café.

- ¿Por ese calvo?.- cuestiona el chico con una sonrisa de burla, haciendo que Rosé asienta y él ría.- Tranquila, Rosie, sólo piensa que es un frustrado sexual gay de clóset misógino y reprimido.- le dice, encogiéndose entre hombros y esta vez, logrando que Rosé carcajee.

Rosie era el apodo por el que muchos se dirigían a ella.

Sin embargo, Jisoo hacía que su corazón se derrita por el tono de su voz.

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