antes de nada, lo siento
...
Martin lleva reteniendo la respiración durante semanas.
A veces, es capaz de convencerse de que solo está en su cabeza. Pero por las noches, la incertidumbre consigue sacar lo peor de él, impidiéndole dormir, haciéndole analizar cada pequeño contacto y cada matiz en las palabras de Juanjo.
Por primera vez desde que tiene dieciocho años, su vida se cae a pedazos.
Ha intentado hablarlo con él, ha preguntado mil veces en los últimos meses a qué se debe la repentina distancia, el rehuir su cariño. Pero Juanjo no le da una respuesta.
Por primera vez en cinco años, no es capaz de decirle que le quiere.
Lo ve. En la manera en la que insiste en su agotamiento y se excusa en su trabajo. Como si no hubieran estado explotados desde que salieron de la Academia, como si su vida y su relación hubieran tenido estabilidad en algún punto.
Siempre habían sabido funcionar, de todas formas.
Sortear los obstáculos de sus carreras, de sus amigos, de la prensa... Todo había resultado fácil a su lado. Ahora, no le mira antes de irse a la cama y llevan días sin tocarse.
No quiere dormir con él. Quiere aferrarse a su piel y esconderse en su pecho.
El rechazo es demasiado obvio, demasiado hiriente, la realidad de su situación le abruma cuando lo tiene en la misma cama. Puede fingir que todo está bien, que siguen funcionando y que tiene sentido continuar, cuando lo vive en la distancia.
Pero no puede tenerlo al alcance de las manos y vivirlo como si se encontrara en otro mundo.
Sabe que para Juanjo, son algo en pasado.
Que él se está aferrando a un amor que ya no le pertenece, que ha dejado de ser suyo hace meses.
Sin embargo, no es lo suficientemente valiente como para admitirlo en voz alta. No cuando lo cambiaría todo. Puede conformarse, darle su espacio, aceptar que el deseo se enfría y que las relaciones tienen puntos álgidos y puntos bajos.
Excepto que ellos no son así.
Que Juanjo y Martin se quieren, con locura y hasta el final del mundo.
Que Juanjo es el amor de su vida, aun cuando no le mira a la cara al hablar.
Se plantea, más veces de las que le gustaría, cómo es posible que no haya pasado nada pero él acumule la presión en su pecho, reconociendo lo inevitable.
"Mañana podríamos salir a cenar." Están a punto de irse a dormir, Juanjo ha llegado especialmente tarde, tras haber insistido en volver a grabar una canción. Al menos, esa es la excusa que ha dado.
Sabe la respuesta antes de que conteste, por cómo sus hombros se estiran y su boca se tuerce.
"Creo que paso..."
"Llevamos sin hacer nada juntos desde hace semanas, amor." El apodo sabe raro en su boca, Juanjo arruga los labios, reprimiendo la molestia que claramente le provoca.
"Estoy muy ocupado." Dice, finalmente, mientras se mete debajo de las sábanas.
Juanjo, que siempre ha sido de expresarlo todo, de vivir a través de contar las cosas, ese mismo Juanjo, parece medir con cuidado cada palabra que le dirige.
"Antes eso daba igual." No puede esconder la frialdad en su tono. Hace tiempo que la herida en su garganta solo derrama veneno.
"Otra vez la misma mierda..." Juanjo da un bufido. "Joder, Martin, dame un poco de tranquilidad, de verdad."
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