Friday | TWO SHOTS | FINALIZADO

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Terminar una misión en el casino había sido agotador, tenían al sujeto y algunas cabezas había  rodado, pero habían ganado. Aprovechando su estancia en Las Vegas y que era viernes, donde el ambiente despierta por las noches, decidieron salir a explorar y disfrutar de la atmosfera caótica que ese lugar podría traerles, huir de Conway había sido fácil, el tipo no se enteraba de nada cuando estaba concentrado en su trabajo y cuando Isidoro los convenció de ir a un club, no dudaron en tomar dinero, pedir prestado un coche y esperar a que el destino los llevará a un buen sitio.

Llegaron a un club bastante inusual, no era el típico lugar elegante donde se servía champagne. Aquí las personas llegaban con vestimentas extravagantes, maquillajes brillantes y vivos, con neón púrpura y azulados aplicado para ir en juego con las luces que resaltan los detalles de líneas, puntos o formas. La música era seductora, lenta e ideal para bailar con copas de más o quizá un poco entonados con alguna sustancia que los hiciera flotar entre luces y olor a tabaco.

Los tres buscaron donde sentarse y pedir tragos, encontrando un sitio adecuado y comenzaron a beber mientras charlaban, desde hace al menos 5 minutos, Freddy no dejaba de mirar a Gustabo, atento a sus movimientos y perdido en su actitud divertida y espontánea que no había visto antes, dejaba de ser serio y estoico para pasar a ser alegre y bromista, era hermoso cuando reía y encantador cuando bebía y gritaba eufórico con la música. Luego estaba Isidoro, siendo un mal tercio apegado a él, abrazando su cintura, invitando tragos y coqueteando con descaro.

— No había sitio donde no me conociera, es una lástima estar encerrado tanto tiempo, pierdes amistades.

— Bueno, yo nunca me rodeé de amigos, sois los primeros con los que me la he pasado bien sin querer matarlos.

Freddy dio un ligero sorbo a su bebida y se detuvo frente a ellos. — ¿Eso debería alegrarme?

— Freddy, menuda cara de amargado que tienes, ¿por qué no disfrutas? Escucha, si os digo que conseguí, ¿prometed no contarle a Conway?

Gustabo se cruzó de brazos y miró a Freddy, quien efectivamente no tenía buena cara; sonrió para sí mismo, ya conocía esa mirada, estaba celoso. Se acercó a Isidoro para rodear sus hombros con su brazo. — Como si no nos conocieras, no diremos una mierda.

Isidoro sacó del bolsillo de sus pantalones una pequeña bolsa de plástico con dos píldoras en el interior. — ¿Queréis pasarla de puta madre esta noche?

Los ojos de Gustabo conectaron con los de Freddy, quien le arrebató la bolsita a Isidoro para sacar las píldoras y dejarlas en la barra, de su chaqueta sacó una navaja y con el mango las aplasto hasta dejarlas hechas polvo, ahora con la hoja de la navaja procedió a separar los polvos en tres líneas iguales. Isidoro sonrió, enrollo un dólar y se lo entregó al rubio, quien fue el primero en atreverse a esnifar; los ojos oscuros de ambos hombres se encontraron, Freddy no entendía cómo es que Isidoro podía ser tan hijo de puta para conseguir su cometido de follar con alguien, pero admitía que le gustaba jugar con ello y juraba que esta noche no le daría el placer de dejar al rubio en sus manos.

Gustabo volvió a enderezarse cuando terminó su parte, le entregó el billete a Freddy y le sonrió ladino, el pelinegro se inclinó hacía la barra para aspirar su parte y luego dejar lo último para Isidoro quien acabó con toda la porción que quedaba. Los tres se miraron cómplices y dejaron que el efecto comenzará, como un jodido estimulante, su ritmo cardíaco aumentó y sus pupilas se dilataron ante la euforia que comenzó a recorrer sus cuerpos.

Los tres se dirigieron a la pista, la música era más fuerte debido a sus sentidos más agudizados, no hacía falta conseguir pareja, tenían entre ellos para disfrutar de un baile lento y sensual, Gustabo tenía la emoción recorriendo su cuerpo cuando Isidoro tomaba su cintura por detrás y sus cuerpos chocaban entre sí, restregándose y disfrutando de ellos, cuando creyó que con Isidoro podía volverse loco, Freddy apareció ante sus ojos y se había unido a ellos, acercando su rostro contra el suyo para combinar sus erráticas respiraciones, las personas les impedían moverse adecuadamente, ya que estaban presionados entre muchedumbre, las luces parpadeaban y confundía sus sentidos, alterando su visión.