Salto a la Muerte

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Luego de sacar el espejo trato de fijar la visión Del ojo derecho.

-Luzco mal- hace tres días que recibí visita, con ella trapos y comida en descargo de conciencia.

Con mirada turbia observo el corredor largo y silencioso; techo de zinc y goteras grotescas, columnas desgastas apunto de derrumbar, con una tenue luz que cuelga de una bombilla en su último aliento de vida.

La silla rechina con solo mirarla, nada que decir, menos que hacer. Los días y las noches transcurren planos, sin imaginación, sin nada, no hay sueños, ni pesadillas siquiera.

De más allá llega un olor a carburo que se mezcla con el rancio de los cuerpos, provocando una simple arcada que no logra expulsar nada mis tripas están vacías nada que vaciar nada que botar.

--Heme aquí-- guardianes cierren el paso....

Comparto el recinto con tantas figuras, encogidas entre sesenta y ochenta años, ninguna parece estar ni sentir, sin hombres, solo aquel jardinero de paso torpe con el que cruzó a veces la mirada.

Son mil quinientos años, aproximadamente, llevo 5 de ellos repitiendo el mismo ciclo de letargo, evitando tomar las gotas blancas ( prepago de la muerte) esperando con el ahogo instalado entre pecho y espalda, la pasión reprimida que en linea espiral sube y baja y aquella sed abrasante quemando dentro. Inmóvil, abandonada al desgano, esperando la señal de no sé qué, de no sé cuándo.

Cada minuto dificulta mis facultades, ¡Maldita sea!...
El ojo derecho parpadea más y la piel cuelga como trapo deshilachado; mis senos flácidos arropan parte de mi estómago y las nalgas casi desaparecidas dan paso a huesos forrados con piel.

-Soy un despojo de mujer, tirada al abandono por cual crimen cometío-.

Nada va ha interrumpir el proceso de vegetación, jamás ocurrirá algo, la clepsidra marca invariablemente los instantes.

-Paso lento, tiempo lento, alma muerta-

Por las noches, al apagarse el único bombillo de inicia el ciclo de terror esperando la llegada de algo presentido. Noche tras noche aquel maullido espeluznante y el paso casi imperceptible del animal. No sabía a ciencia cierta si era verdad o era ficción, se habían borrado las fronteras, quizás era la tarjeta de presentación de la muerte, llegando a buscar el alma que aún no roba.

-Lenta muerte... De que vendrás entre sábanas negras y aullidos de lobos solitario en luna llena.... Vendrás enmantada de grises con olores sombríos y aliento escalofriante... No hay espacio, se agotó mi tiempo.

Esa noche cuando el reloj marco las 12 y el aguacero golpeada fuerte paredes y techo, sentí la corriente helada filtrándose por las rendijas. Giro mi ojo hacia la ventana, con el relámpago percibo la silueta agazapada en el marco.

-¿Debo gritar?

Ningún sonido escapó de mi garganta.

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