La sala común de Slytherin, iluminada solo por el parpadeo de las llamas verdes en la chimenea, era un torbellino de actividad. Las paredes de piedra oscura y los detalles en plata y verde parecían intensificar el bullicio que llenaba la habitación mientras los estudiantes entraban y salían apresuradamente, sus voces resonando bajo las bóvedas del techo. El ambiente era opresivo, casi claustrofóbico, pero a dos gemelos sentados en una esquina no parecía importarles.
Theodore Nott, de cabello oscuro y mirada siempre inquisitiva, estaba absorto en uno de sus libros favoritos, ignorando el ruido a su alrededor. Su hermana gemela, Audrey, sentada no muy lejos de él, charlaba animadamente con sus amigas, sus risas y voces alegres flotando en el aire como campanas en medio del caos. Theodore podía escuchar la algarabía de las chicas, pero su concentración no vacilaba. Su mente estaba perdida en los problemas que había encontrado en la clase de Pociones ese día.
De repente, sintió un pequeño empujón en su hombro, que lo arrancó de sus pensamientos y de las páginas del libro. Levantó la vista con el ceño fruncido, y allí estaba Audrey, de pie frente a él con una sonrisa traviesa en los labios.
-Oye, Theo -dijo con suavidad, sus ojos brillando con algo más que simple diversión-. Ven un momento, tengo que contarte algo.
Theodore suspiró, algo irritado, y cerró su libro con un golpe sordo antes de levantarse. Sin decir una palabra, siguió a su hermana hacia una esquina más privada de la sala común, alejada del bullicio de los demás. Audrey se detuvo y se volvió hacia él, aún sonriendo, pero con un leve atisbo de nerviosismo en sus ojos.
-¿Qué has hecho ahora? -preguntó Theodore, su tono mezclando irritación con curiosidad. Era el tipo de pregunta que le hacía a menudo.
Audrey se mordió el labio, vacilando por un instante antes de responder con tono burlón e irónico.
-No he hecho nada... ¿Qué te hace pensar eso?
Theodore la miró, cruzándose de brazos con expresión seria.
-Audrey, no soy idiota -dijo con voz firme. Conocía demasiado bien a su hermana para caer en sus juegos.
Audrey lo observó en silencio durante unos segundos, con una chispa de desafío en los ojos, antes de romper a reír.
-Ay, ya... Estaba con tu amigo más personal, Malfoy -dijo en un susurro que destilaba burla, sus labios curvándose en una sonrisa cruel. Por un instante, Theodore se quedó inmóvil. Su mirada, antes fría y tranquila, cambió de inmediato. Los músculos de su mandíbula se tensaron, y su ceño se frunció de manera tan intensa que Audrey se dio cuenta de que había cruzado un límite invisible. Él no reaccionó con una simple molestia, sino con algo mucho más profundo. En un movimiento inesperado, Theodore la empujó hacia atrás, no con violencia, pero con suficiente fuerza como para hacerla tambalearse.
-¿Por qué me empujaste? -preguntó Audrey, sorprendida y un poco molesta. Theodore nunca reaccionaba de esa manera.
Él la miró fijamente, su rostro ahora pálido de furia contenida. Sin quererlo, Audrey sintió una pequeña punzada de inquietud al ver a su hermano en ese estado.
-¡¿En serio con el idiota de Malfoy?! -dijo con un tono firme y cargado de rabia-. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? No quiero que estés cerca de él, Audrey. Aléjate de Malfoy.
Audrey lo miró, alzando una ceja con escepticismo.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te importa tanto? Es solo Draco, no es para tanto.
Pero Theodore no se calmaba. Su respiración se había vuelto más rápida, y sus ojos destellaban con una mezcla de miedo y furia.
-No es solo Draco -replicó Theodore con voz grave, dando un paso hacia su hermana-. No entiendes en lo que te estás metiendo. Malfoy no es solo un niño mimado con el que te puedes divertir. Está enredado en cosas... cosas que son peligrosas, Audrey. Él ya está demasiado cerca de Voldemort.
El nombre del Señor Tenebroso cayó como una roca entre ellos. Audrey sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero no lo dejó ver. Siempre había sabido que las familias de sangre pura como los Malfoy y los Nott tenían ciertas lealtades oscuras, pero jamás había pensado que su hermano se tomara esas cosas tan en serio.
-Theo... -comenzó a decir, con una sonrisa dudosa en los labios-. No me digas que tú también te estás asustando por todo eso de los Mortífagos. Es Draco, nos conocemos desde siempre. No me va a arrastrar a nada, soy lo suficientemente lista como para evitarlo.
Pero Theodore negó con la cabeza con frustración.
-Audrey, no es cuestión de ser lista o no. Draco no tiene elección, ¿entiendes? Su familia lo ha metido en esto, y si te acercas demasiado a él, terminarás en el mismo lugar. Lo que él está haciendo no es un juego. Voldemort no está jugando -su voz se volvió un susurro desesperado-. Ya he visto lo que puede pasar cuando alguien se mete con los Mortífagos. Yo... yo no quiero que eso te pase a ti.
El rostro de Theodore mostraba una preocupación genuina que Audrey rara vez veía. Por un momento, ella quiso tomar en serio sus advertencias, pero algo en su orgullo la hizo resistirse. Estaba cansada de que su hermano la tratara como si fuera una niña pequeña, como si no supiera cuidarse sola.
-No soy estúpida, Theodore -replicó con frialdad, cruzándose de brazos-. No me voy a meter en nada. Si Draco está haciendo cosas oscuras, él sabrá qué hacer con su vida. Pero yo puedo manejarme sola.
Theodore la miró con una desesperación que no pudo ocultar.
-Eso es lo que me asusta, Audrey -murmuró-. Nadie puede manejarse solo cuando se trata de Voldemort.
Audrey sintió un nudo en el estómago, pero lo ignoró. Le dio la espalda a Theodore, agitando una mano con indiferencia.
-Eres un paranoico -dijo, intentando mantener su tono ligero-. No todo es tan negro como lo pintas.
Pero Theodore sabía, en el fondo de su corazón, que sí lo era. Sabía que si Audrey seguía acercándose a Draco, eventualmente terminaría atrapada en algo que ni siquiera él podría salvarla. Y eso, más que cualquier otra cosa, lo aterrorizaba.
Audrey retrocedió un poco, con una mezcla de confusión e ira en su expresión. Las palabras de su hermano la herían, pero algo más profundo comenzó a agitarse dentro de ella. Sentía como si su mente se estuviera nublando, como si una sombra oscura se deslizara sobre sus pensamientos, susurrando palabras que no entendía del todo.
Trató de sacudir esa sensación, pero era como si ya no tuviera control sobre su propio cuerpo. Una voz, suave pero implacable, comenzó a envolver su conciencia, seduciéndola con promesas de poder, venganza y fuerza. Sus dedos temblaron mientras su mano derecha se dirigía hacia el bolsillo de su uniforme.
-¿Qué...? -murmuró, tratando de luchar contra esa fuerza extraña que la controlaba. Pero fue inútil. Antes de que pudiera detenerse, sacó su varita y la apuntó directamente hacia su hermano.
-¡Crucio! -gritó con una voz que no sentía como suya.
El hechizo impactó a Theodore de lleno. El chico se desplomó sobre sus rodillas, un grito desgarrador escapando de su garganta mientras el dolor le recorría cada nervio. Se retorció en el suelo, su rostro contraído por la agonía. Con gran esfuerzo, levantó la vista hacia su hermana, sus ojos llenos de confusión y desesperación.
-A-Audrey... ¿Qué diablos? -logró murmurar entre dientes, con el rostro desencajado por el dolor.
Audrey, aún con la varita en alto, comenzó a recuperar lentamente el control de sí misma. Su respiración se aceleró mientras miraba a su hermano, todavía arrodillado y retorciéndose. Sentía sus piernas temblar y su mano temblorosa bajó la varita. El eco del grito de Theodore resonaba en su mente, mezclándose con los susurros de la voz oscura que la había inducido a hacerlo.
-¿Qué acabo de hacer...? -pensó, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, mientras retrocedía un paso, mirando a Theodore con horror. La voz en su cabeza no se había ido; seguía allí, suave pero inquebrantable.
"Bien hecho...", susurró.
Audrey soltó un jadeo entrecortado. Se sentía perdida, atrapada en una oscuridad de la que no sabía cómo escapar.

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NOTT SIBLINGS
General Fiction"sacrificaría todo, incluso mí vida si se trata de ti... eres mí hermano" - Audrey & Theodore Nott ; 1st.