Desperté sobresaltada, con el corazón aún latiendo desbocado en mi pecho. La habitación de la posada estaba sumida en una penumbra inquietante, y me tomó unos segundos recordar dónde estaba. Los eventos de la noche anterior se arremolinaban en mi mente como un torbellino de imágenes borrosas y sensaciones escalofriantes. ¿Realmente había visto a La Ánima Sola o había sido producto de mi imaginación alimentada por las historias del pueblo?
Me levanté de la cama, tratando de sacudirme la sensación de opresión que se aferraba a mí. Necesitaba aire fresco. Al salir de la posada, el pueblo parecía desierto. El sol apenas comenzaba a despuntar, y un silencio sepulcral envolvía las calles. Caminé sin rumbo fijo, intentando aclarar mis pensamientos. Cada paso que daba resonaba con un eco inquietante que me hacía mirar por encima del hombro constantemente.
Decidí regresar a la biblioteca del pueblo. Quería revisar los documentos de nuevo, encontrar alguna explicación lógica para lo que había visto. Quizás había algo que me había pasado por alto, algo que pudiera desmentir la existencia de La Ánima Sola. Sin embargo, al llegar, encontré la puerta entreabierta. Una sensación de inquietud se instaló en mi estómago.
Entré despacio, y allí, entre las sombras, la vi nuevamente. La figura etérea, con su halo de luz tenue, estaba de pie frente a una estantería. Mi cuerpo se tensó, y un frío glacial recorrió mi columna vertebral. Tragué saliva, intentando encontrar mi voz.
—¿Qué quieres? —logré preguntar con un hilo de voz.
La figura se giró lentamente, sus ojos llenos de una tristeza abrumadora. Dio un paso hacia mí y, de repente, la sala se llenó de un susurro apenas perceptible, como si docenas de voces estuvieran hablando al unísono.
—Libérame —repitió la voz fantasmal.
Parpadeé y la figura desapareció. La biblioteca estaba vacía nuevamente, pero el frío persistía. Me acerqué a la estantería donde la había visto y encontré un libro antiguo, cubierto de polvo. Lo abrí con manos temblorosas y descubrí páginas llenas de símbolos y textos en latín, muchos de ellos ilegibles por el paso del tiempo.
De repente, el susurro regresó, más fuerte esta vez. Los textos en el libro parecían moverse, las palabras se reorganizaban formando frases en un idioma que no podía entender. Cerré el libro de golpe, mi corazón martilleando en mis oídos.
Salí de la biblioteca apresuradamente y me dirigí a la iglesia. Necesitaba hablar con el sacerdote de nuevo, buscar una explicación. Pero al llegar, la iglesia estaba vacía. Llamé varias veces, pero no hubo respuesta. Sentí una opresión en el pecho, como si las paredes mismas se cerraran sobre mí. La iglesia, que había sido un refugio de calma la noche anterior, ahora parecía un lugar lleno de sombras y ecos.
Finalmente, decidí regresar a la posada. Mi mente estaba en un torbellino de confusión y miedo. ¿Había realmente visto a La Ánima Sola o era todo una ilusión, un producto de mi mente sugestionada por las historias? El camino de regreso fue una serie de flashes de imágenes borrosas y sonidos distorsionados. Cada sombra parecía moverse, cada susurro del viento sonaba como un lamento.
Cuando finalmente llegué a mi habitación, cerré la puerta con fuerza, como si eso pudiera mantener fuera a los fantasmas que parecían acecharme. Me desplomé en la cama, agotada. ¿Qué estaba pasando? ¿Era real o simplemente mi mente jugándome una mala pasada?
Esa noche, los sueños fueron fragmentos de pesadilla. Una y otra vez, vi el rostro de La Ánima Sola, sus ojos llenos de desesperación y tristeza. Desperté varias veces, empapada en sudor, con la sensación de ser observada. Las horas se alargaron, cada minuto una eternidad.
A la mañana siguiente, la línea entre la realidad y la fantasía era más borrosa que nunca. Mi escepticismo inicial se había desmoronado, reemplazado por una confusión creciente. ¿Qué era real y qué no? La única certeza era que la leyenda de La Ánima Sola me estaba llevando al borde de la cordura, y no tenía idea de cómo detenerlo.

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La Ánima Sola
ParanormalEn las profundidades de un pequeño pueblo enclavado en la cordillera andina, circula una leyenda que ha infundido miedo durante generaciones: la historia de La Ánima Sola, un alma en pena condenada a vagar en soledad por la eternidad. Alma, una jove...