Introducción

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Recuerdo cuando la tuve en mis brazos por primera vez. Las largas horas de dolor por el parto me habían vencido y caí desmayada cuando la escuché llorar sabiendo que eso significaba que había nacido mi bebé. Cuando volví a abrir los ojos, estaba confundida, ya no estaba en la sala de parto, a mi alrededor veía una habitación de hospital.

—¿Dónde está mi bebe? —Fue lo que pregunté a la enfermera que estaba a mi lado tratando de sentarme en la cama y recibiendo su ayuda. Recuerdo que mi voz salió seca y que no todas las palabras fueron vocalizadas.

—Señora, que bien que ya despertó —La enfermera no debía pasar de los treinta años, y su voz era suave y gentil—. Debe de estar preocupada por su hija, se la traeré de inmediato —Ella sonrió y me entregó un vaso con agua para luego alejarse unos pasos hasta el otro lado de la habitación en dirección a una pequeña cuna.

Me acomodé en la cama para tomar un poco de agua que se sintió refrescante en mi cuerpo, el líquido me ayudó a terminar de despertar y pude ver a la enfermera traer algo en sus brazos con delicadeza.

—Le ha estado esperando pacientemente —mencionó la enfermera pasandome a la pequeña recién nacida envuelta en una suave manta.

La tomé en mis brazos despacio sintiendo su ligero cuerpo, su piel era blanca y frágil, no tenía un solo pelo en su cabecita y el único color provenía de sus ojos, eran oscuros como la misma noche de un campo cuando no hay astros en el cielo.

Ella me miró fijamente con la respiración pausada y yo también la miré acercándome a su rostro, en mis labios se dibujó una pequeña sonrisa.

—Hola —La saludé sin saber muy bien qué decir o hacer.

Y algo increíble pasó... ella también me sonrió y recuerdo que ese pequeño gesto se sintió mejor que el vaso de agua que refrescó mi cuerpo, pues esa tierna sonrisa refrescó mi alma.

Con el corazón derretido de ternura acerqué a la bebé, mi bebé, hacia mi pecho, retiré mi bata y la manta que la cubría para sentirla piel con piel en nuestro primer abrazo.

—Mi hija —susurré brindándole mi calor—, Vera.

Recuerdo que juré protegerla con mi vida, juré hacerla sonreír, que mientras quede oxígeno en mis pulmones y mi corazón bombee sangre yo le daré todo mi amor incondicional. 


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¡Nuevo proyecto! Espero que les guste.
Estaré pendiente de sus comentarios y teorias.
Gracias por leer. 

Att: Jeido. 

VeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora