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Las letras en "cursiva" serían los pensamientos de Alastor o Lucifer dependiendo de la situación, se daría a entender de quienes son conforme a los sucesos.

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¿Cuantos horas han pasado? Maldición, no lo soporto. Alastor frustrado por el calor ardiente en su piel y la temperatura alta en el ambiente, junto con ese pequeño detalle en sus pantalones, una erección que no puede controlar, ni saciar con auto complacerse. Solo había pasado menos de una hora de que Lucifer lo dejó en su habitación por la situación con la princesa.

Algo estaba claro, no caería ante la lujuria y ese deseo abundante de aquel monarca haciendo maravillas con su ser. Esos primitivos instintos que permanecían ocultos se quedarían así, no se rebajaría a rogar por tales actos explícitos. No lo mal entiendan, disfrutaba la intimidad con su pareja sin embargo, ¿rogar por ella? Jamás, seguía siendo el Demonio de la Radio, demasiado elegante y orgulloso como para doblegarse de esa manera. Pero definitivamente estaba rozando sus límites esta vez. Que asco, no soy una mujer y aún así esto, agh, repugnante.

Tal vez un baño ayude. Una costumbre que se le había pegado de su Rey, una de las mejores. Se dirigió a la tina y abrió la llave para dejar correr el agua hasta que estuviera tibia, para así poder remojarse como de costumbre. Sus músculos se contraen a la vez que el agua toca su piel dándole temblores por cada gota que escurría por sus extremidades.

El baño había ayudado un poco, pero aún así sentía esa falta de aire, ese calor, ese líquido entre sus piernas, la sensación de las sábanas en su piel, ese leve roce que lo dejaba tan sensible, deseando ser abrazado, ser tocado por alguien, por Lucifer. Ese olor a colonia, madera y lluvia con un leve toque de manzana, fresco y embriagador y tan único de su majestad. Ese aroma impregnado en cada rincón de la habitación a solo unos cuantos metros, aquella alcoba donde el Rey seguramente estaba sentado en su escritorio haciendo cosas "muy importantes".

¡Esto no puede ser! Ya comí, ya dormí, ya me duché ya incluso asesine a alguien, porque no puedo deshacerme de esta cosa. Que humillante, no puedo creer que vaya a hacer esto.

Dirigió sus manos a su pantalón rozando levemente sobre la tela solo intentando averiguar la gravedad de el asunto. Su propia mano se sentía muy bien, un roce sutil sobre la prenda color negro, sacándole suspiros y tensando sus músculos. Se acomodó mejor en su cama, recargándose en dos almohadas hacia atrás para poder usar sus manos debidamente. Sobando de arriba a abajo en su intimidad buscando consuelo intentando satisfacer esa sed insaciable de cercanía.

—Mier—.

Sus propios temblores no permitieron que llegara al clímax, sintiéndose demasiado bien con tan poco, tan humillante, justo en su ego. Preferiría morir de nuevo,  pero, mierda.

Se levantó de su cama, no se molestó en tomar siquiera su abrigo, sentía las piernas como spaghetti, moviéndose por instinto, su mismo cuerpo se movía por su cuenta hacia la habitación de él ángel caído, siquiera prestó atención al pasar al lado de Charlie y Vagie en el pasillo, ambas expresando duda, confusión y sorpresa, nunca habían visto al Demonio de la Radio sin su distintivo abrigo rojo y mucho menos con una sonrisa tan frustrada como la que tenía pintada en el rostro.

Abrió la puerta sin antes tocar, la abrió sin más y la cerró con fuerza, viendo a Lucifer sentado en la orilla de su cama quitándose su abrigo. —¿Al, que pasa? ¿Todo bien? Justo iba a ir contigo—.

—Majestad...—.

Se acercó a él lo más que pudo y con su mano empujó despacio al Rey para recostarlo por completo en la cama. —¿Alastor? ¿Estás usando perfume? ¿Que ocu—.

Hidden instincts - AppleRadio +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora