Prólogo.

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𝕭ajo cielos oscuros y tormentas,
Impenetrables sombras se presentan.
En cada rincón, secretos se ocultan,
Nadie sabe qué los espera.

Voces susurran en la neblina,
Ecos de tiempos olvidados.
Ningún alma se atreve a explorar,
El misterio es demasiado profundo.

Nubes oscuras y bosques rodean la academia,
Invitando a perderse en su maraña.
De los árboles cuelgan secretos,
Ojos invisibles te observan.

Sientes la presencia en cada paso,
almas inquietas merodean.

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𝕯amian Wayne Al'Ghul, un heredero de una gran fortuna que compartirá con sus hermanastros, es el único hijo biológico de Bruce Wayne, el director ejecutivo y presidente de Wayne Enterprises.

El ya mencionado se encontraba caminando por los pasillos de la gran mansión, sus pasos resonando en los pisos de mármol, hasta que finalmente se detuvo, y con sus ojos verdosos comparables a los de un gato negro observó la perilla, antes de cruzar respiro hondo, estaba en problemas.

Al entrar a la oficina de su padre, pudo sentir el aroma de libros antiguos mezclado con el cuero de los muebles y la tinta, con la mirada vio a su padre sentado en el Gran escritorio de madera firmando un par de papeles con una elegante pluma.

La mirada que le lanzó fue intensa, presagiando la charla y el castigo que se avecinaba.

-Damián, sabes bien por que te llame. - dijo dejando la pluma a un lado y prestándole total atención a su hijo.

-Si padre, lo se. - contesto con un tono de fastidio en su voz, para el esto ya era una costumbre, y pensaba que esto era ridículo.

-Entonces sabes que no tengo por que repetirte, Talia no está aquí y Ra's tampoco, debes dejar tus costumbres, solo te acepto aquí por que eres mi hijo. - su voz resonando en la habitación, molesto el menor frente a el.

Damian no respondió, no había razón de hacerlo, solo esperaría el gran discurso de su padre y se iría a su habitación como siempre, sabe que todo esto será como siempre.

-¿En serio no sientes arrepentimiento?, me da vergüenza, acepto encubrir tus crímenes por que eres mi hijo, ¿pero dejar huérfana a esa niña?. - Dijo Bruce con molestia, los ojos de Bruce se posaron en el cuadro enmarcado en su oficina, una foto de él y sus padres.

La habitación quedo en silencio por unos breves segundos.

Un silencio.

Dos...

Tres...

Cuatro...

Cinco...

Seis...

- ¿Ya puedo retirarme a mi habitación?. - pregunto con su postura orgullosa, como un gato desinteresado en cada palabra que le han lanzado, y aquella mirada era... De muy mala suerte.

La cara de Bruce mostró tanto enojo, esa fue la gota que derramó el vaso.

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El coche negro se detiene frente a la enorme reja de hierro del internado. La mañana estaba húmeda y sus cabellos oscuros lacios se movieron con la brisa fría, el estaba allí frente a un castillo gótico. Damián baja del coche observando el imponente edificio con una mezcla de curiosidad y temor.

Alfred, el mayordomo que se había ofrecido a llevarlo descargaba las maletas. -Este es su nuevo hogar, Amo Damián. Espero que siga las reglas.Y recuerde, no intentar salir o entrar fuera de las horas permitidas es por su propia seguridad. -

Al cruzar la pesada reja de hierro, notó un letrero antiguo que rezaba: "Academia Gotham: Fundado en 1897". Las reglas del lugar, le habían dicho, eran estrictas y debían seguirse al pie de la letra.

Apenas puso un pie en la academia fue resibido por una profesora, de aparecencia Adusta, vestía ropas oscuras y elegantes, su cabello canoso y arrugas dejaban ver sus años de experiencia en la educación y sus ojos azules no mostraban más que indiferencia y desdén.

Mientras caminaban por los oscuros pasillos ella no hacía más que mirar con molestias las ropas finas y las numerosas maletas de Damián,

La profesora habló con un tono que mostraba su estrés y posible molestia de tratar con niños - joven Wayne las reglas son simples:

-No estar afuera de su habitación en horarios no permitidos.

-Usar el uniforme de manera impecable, eso significa nada de chucherías molestas de niños ricos.

-Nada de tintes de cabello.

-nada de cabello largo.

-nada de perforaciones.

-Nada de saltarse clases.

-Nada de mascotas, están absolutamente prohibidas.

-No mirar al espejo después de las 10 PM.

-No ir al salón de baile después de la medianoche.

-No abrir la puerta de la antigua sala de música si el piano empieza a sonar.

-La escalera oeste está prohibida.

-La torre del reloj está fuera de límites.

-Evitar la habitación 213.

-No entrar en la sala de trofeos después del anochecer.

-Nunca pronunciar el nombre del primer director.

-No se permiten visitas al sótano.

-No tocar la campana de la capilla.

-No leer libros del estante rojo en la biblioteca.

-Nada de molestarme fuera de el horario de clases, aunque tampoco es que me agrade que lo hagan dentro de este pero bueno reglas son reglas hasta la jubilación.

-Y por último no se puede quejar del compañero de cuarto que le toco, se que usted está acostumbrado a lujos. -

Dijo rapidamente sin parar y de manera muy acelerada tanto que fue algo confuso.

- Aquí no los tendrá, lo que toco toco joven Wayne, somos de élite pero le juro que nos importa un comino si a usted le cae bien o no su compañero de cuarto o si tiene su taza de té perfecta a la hora exacta traída por un mayordomo con pequeñas azucareras brillantes bañadas en oro. -

Ella rodó los ojos, y le dio la llave de su habitación para finalmente irse por el pasillo.

Silencio otra vez...

Un silencio...

Dos...

Tres...

Cuatro...

Cinco...

Seis...

Suspiro, realmente odiaba este lugar. empujo la puerta y detrás de ella estaba alguien de más o menos su edad, con lentes y una gran sonrisa al parecer esperándolo.

—¡Hola!. —

𝕯𝖆𝖒𝖎𝖆𝖓 𝖂𝖆𝖞𝖓𝖊 - 𝕸𝖎𝖘𝖙𝖊𝖗𝖎𝖔𝖘 𝖊𝖓 𝕲𝖔𝖙𝖍𝖆𝖒 𝕬𝖈𝖆𝖉𝖊𝖒𝖞  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora