Los chicos estaban ante una nueva cliente, su nombre era Amelia Quiroga, una señora rica que hace aproximadamente un año tuvo un accidente cercano a la muerte. Casi muere, si no hubiera sido por el personal médico de emergencias. Sin embargo, después de ese fatídico día, Amelia se dio cuenta de que podía ver gente muerta.
Al principio fue raro para ella, pero con el tiempo se acostumbró. Con el dinero de la demanda del accidente, Amelia se compró una vieja mansión en Londres que hacía tiempo quería. Ella tenía mucho dinero desde antes, pero después de ganar el juicio del accidente, finalmente se dio el lujo de comprarla. La mansión era muy antigua, los vendedores le habían dicho que era de la época eduardiana, la época posterior a la reina Victoria. Al entrar en ella, era como viajar en el tiempo, y eso a ella le gustaba mucho.
Las primeras semanas fueron tranquilas, pero luego, no lo fueron. Cuando se despertaba a la mañana siguiente, tenía rasguños en la piel y moretones nuevos que dolían. Siempre escuchaba ruidos por las noches y sus parálisis del sueño se volvieron más horripilantes. Samantha estaba convencida de que intentaban asesinarla, porque a veces le lanzaban cuchillos de la nada, pero no había nadie allí. Amelia no podía ver a estos fantasmas, lo cual le daba el doble de miedo.
Un día fue suficiente para la señora, y pasó la noche en la casa de una vieja amiga. Allí conoció a un fantasma que le dijo que debía ir a ver a los detectives difuntos para que resolvieran su situación particular.
Así que ahora estaba allí, frente a cuatro adolescentes llamativos. En el escritorio estaba un muchacho elegante, pero se podía asegurar que era de una época muy antigua, y sentado en su escritorio estaba el otro niño, un joven punk que seguro pertenecía a los 70. A un costado estaban dos niñas, una chica asiática que parecía muy dulce y una chica con el cabello enrulado que parecía tener mucho carácter. Ellas eran humanas.
Cuando a Amelia le dijeron que un grupo de detectives podría ayudarla, no esperaba que fueran solo un grupo de niños pintorescos.
-Suena a que podemos tomar este caso- Charles había dicho, seguro de sí mismo, intentando brindar algo de seguridad.
-Sí, quiero decir, ya hemos lidiado con una casa embrujada antes-esa fue Crystal, haciendo alusión al caso del padre que asesinó a toda su familia, que tanto los había afectado en su momento.
-Bien, lo haremos-Edwin autorizó.-Con respecto al pago...-
-Oh... yo tengo lo suficiente-ella interrumpió. Tomó su billetera y puso el monto de billetes previamente hablado en el escritorio de Edwin. -Solo quiero vivir tranquila.-
. . .
Al día siguiente, la señora Quiroga los guió a su casa. En el fondo, Edwin sentía un mal presentimiento cada vez que avanzaban. El sentimiento había venido de repente y no sabía por qué. Algo le decía que tenía que correr y volver a la oficina, pero no podía. Habían aceptado este caso y la señora Quiroga les había pagado mucho dinero, el suficiente para pagar la renta del departamento de Crystal y Niko que habían conseguido aquí en Londres.
Los demás hablaban amablemente con la señora Quiroga, pero él no podía más que estar apartado de la conversación. Sabía que debía ser menos frío y estoico, pero ahora era algo que estaba fuera de su control.
-Edwin, ¿te sientes bien?- Charles le preguntó, porque como siempre, él es el único que puede leerlo así de fácil, sin que Edwin diga nada.
-Sí, es solo que... tengo un mal presentimiento sobre este caso-confesó. -No lo sé, es como si... no debiera estar aquí.-
-Tal vez son solo los nervios, quiero decir, el último caso similar a este nos afectó a todos- reconoció el punk. Edwin asintió, sabía que Charles intentaba animarlo, pero él sabía que era algo más que eso.
Mientras avanzaban junto a la señora Quiroga, ella se detuvo en una reja que a Edwin le pareció extremadamente familiar. Fue como un golpe duro de recuerdos espontáneos y borrosos.
-Primero debemos pasar por el jardín, lamento la demora.- En efecto, el jardín era grande y elegante y Edwin simplemente... quería vomitar.
Porque apenas llegaron al jardín, todos podían ver la gran mansión de la señora Quiroga, y de repente para él todo pareció detenerse. Todo se ralentizó y no podía mover su cuerpo. Reconocía esta mansión incluso si hubieran pasado décadas.
No había pisado este lugar en años, ver todo fue como un gran puñetazo, como si hubiera viajado al pasado. Comenzó a hiperventilar, se quedó estático mientras los demás avanzaban sin problemas. Él no podía seguir.
Recuerdos vinieron a él, de su madre, de su padre, su hermano... su hermano menor al que había abandonado porque sus padres lo mandaron a ese estúpido internado, al que no pudo proteger de los abusos de su padre sumamente estricto.
¿Cómo pretendían que entrara ahí? ¿Cómo podría resolver este caso sin desmoronarse en el camino? Ya no había marcha atrás, tenía que seguir o todos se preocuparían, aunque fuera extremadamente difícil.
-¿Edwin?- Charles volteó preocupado notando que Edwin no los estaba siguiendo para entrar a la mansión de la señora Quiroga. Al contrario, se había quedado estático y mirando a la mansión fijamente, luciendo asustado incluso. Vio cómo el resto entraba sin darse cuenta, pero él fue directo a su mejor amigo. --Hermano, ¿estás bien?-Realmente no sabía qué hacer, jamás había visto a Edwin así, no desde lo que pasó en el infierno.
-Lo siento, no puedo entrar ahí-fue lo que Edwin dijo temblando. Finalmente retrocedió y dándose la vuelta mientras lucía extremadamente intranquilo.
-¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso?- Charles ahora sabía que algo molestaba a Edwin, pero ahora debía averiguar qué carajo era.
-¡Chicos! ¿Qué hacen? ¡Vengan!- esa fue Crystal que gritó desde la mansión.
-Ya vamos, dame un momento, creo que Edwin no se siente bien- le respondió gritándole desde lejos. Crystal rodó los ojos y volvió a entrar. -Amigo- se volvió a dirigir a Edwin, -¿qué es lo que te molesta? Debemos resolver el caso y esto es muy impropio de ti- -
-Esa es mi casa, Charles- confesó entre nervioso y erratico. Charles se quedó confundido ante tal revelación.
-¿Tu casa? Pero no entiendo, tú...- entonces Charles miró a su alrededor, miró la casa desde afuera, parecía sumamente antigua y casi que podría decir que coincidía con la época de Edwin. Charles volvió a ver a su amigo, quien ahora estaba simplemente quieto y confundido. -Ouh... Edwin, escucha, yo estaré contigo, ¿sí? No tienes que hacerlo solo.-
-Es que simplemente no lo entiendo, ¿por qué mi casa estaría embrujada? No encontré a nadie de mi familia después de morir", Edwin quedó en un silencio pesado, como meditando las cosas. -¿Qué pasa si ellos siguen...? Entonces soltó otro sollozo. -Realmente no tendría la cara para verlos de nuevo- confesó. Charles se acercó a Edwin con cuidado.
-Ya te lo dije, no lo harás solo. Pero tenemos que ayudar a la señora Quiroga y... quizás tal vez podamos ayudar a tu familia. Quizás ellos siguen aquí porque en todo este tiempo no saben qué fue de ti, pero jamás podremos saberlo si no entramos.-Charles le tendió la mano. Edwin dudó, pero al ver la mirada valiente de Charles, se calmó un poco, secó sus lágrimas y tomó la mano de su mejor amigo.
Esto será traumático y doloroso, pero tenía a Charles para intentarlo.
ESTÁS LEYENDO
El caso de la Mansión Maldita [dead boy detectives] .
FanfictionUn cliente humano que puede ver fantasmas se acerca a los detectives difuntos sobre una mansión embrujada. La pandilla acepta el caso. Cuando llegan a la mansión, Edwin se congela; No ha entrado a ese lugar en años, no, no ha entrado a ese lugar en...