Oscuridad...

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El joven tocó con su mano las cañas de azúcar del lugar. Miró el cielo despejado pensando en lo vivido los últimos años; su etapa escolar, donde había pasado los mejores años de su adolescencia, había llegado a su fin.

—¿Qué haces?

—¡Ah! —gritó y se giró— Me asustaste.

—Es porque quizás no deberías estar aquí.

—Es el lugar al que vengo...

—Cuando estás asustado... lo sé —ella le sonrió dulcemente.

—O cuando quiero estar solo.

—¿Es tú forma de pedirme que me vaya?

El joven guardó silencio y volvió la vista al cielo. Le gustaba, pero nunca se atrevió a confesarlo. ¿Cómo podría? Ella era la chica perfecta... hermosa, inteligente, atrevida y él... él solo era el chico que no hablaba en clases, el tímido, el bicho raro...

—¿Hola? Tierra llamando a Enrique.... ¿Me escuchas?

—No molestes, Sofía.

—Ya te dije que mi nombre no se pronuncia así.

—¿Dsofia?

—No como una de es más parecido a un zumbido —ella rodó los ojos.

—Tú nombre es extraño. ¿Se escribe con Z que no?

—Con Z y S... —él no pudo evitar sonreír— No te burles, así es en mi país.

—Zsofia —volvió a reír negando con la cabeza—. ¿Ves que es extraño?

—Solo es extranjero —se sentó en el piso— ¿Me acompañas?

—Claro...

Enrique se sentó al lado de su compañera y se quedaron mirando el cielo en silencio.

—El colegio terminó.

—Pensaba lo mismo hace un rato.

—¿Hasta que te interrumpí?

—Sí... En realidad, pensaba en todo lo que hemos vivido.

—¿Nosotros dos?

—El curso... —Enrique soltó una risa nerviosa— nosotros dos no hemos vivido tantas cosas juntas.

—Fuimos a convivencias juntos.

—Fuimos con el curso.

—¿Y aquella vez que comimos helado?

—Estabas mal... habías terminado con tu novio.

—Él me engañó —lo miró ofendida.

—­Sí... así son todos.

—¿Todos iguales? Eres hombre, no puedes decir eso.

Ambos se rieron y luego cruzaron miradas. Los ojos café de ella le habían quitado el sueño decenas de noches.

—Oye...

—¿Mmmh? —le prestó atención apartando la vista que ahora estaba en sus labios.

—Yo... quiero preguntarte algo.

—Lo que sea.

—No quiero... que pienses cualquier cosa.

—¿Por qué lo haría?

—Quiero saber si... podríamos pasar un buen momento...

Agachó la mirada, estaba avergonzada, pero ella también había sentido muchas veces esa conexión con él. Era distinto, tranquilo, calmado, siempre alejado del ambiente al que ella estaba acostumbrada.

---Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz