El llanto y un consuelo

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Bolivia había salido de una fiesta y se encontraba tambaleándose por las calles tan oscuras y solitarias que le recordaban a sus días actuales. A pesar de que estaba borracho, aún podía recordar y pensar cosas puesto que había bebido menos de lo que acostumbraba para regresar a casa sin ningún problema.

Al llegar puso a rodar la llave para quitar el seguro, entró con la cabeza hecha un lío y mientras cerraba la puerta, su mente le jugó una mala pasada, recordándole el por qué de su estado.

Aquel espacio entre la pared y la puerta que dejaba ver a dos amantes cegados por la lujuria de aferrar sus cuerpos íntimamente, cometiendo un pecado carnal.

Su mirada se tornó borrosa por las lágrimas que le nacían de su estrujado corazón, adolorido ante el hecho de recordar que uno de ellos era su pareja que se acostaba con una amiga en común.

Por más que quisiera contenerse, por más que cubriera su rostro con sus temblorosas manos, le era imposible calmarse. Afligido, se tumbó al suelo apoyando su espalda en la puerta, se cubrió con manos y rodillas su empapado rostro para sentirse seguro, como si evitara mostrarse vulnerable ante el mismo entorno.

Se sentía miserable por llorar de esa manera tan descontrolada. Esa misma mañana su estado había mejorado, se veía mucho mejor que días anteriores, eso le motivó a aceptar la invitación de Perú, quien organizó una fiesta con el apoyo de su pareja, México, para celebrar su 1º aniversario de boda. Participó en el festejo con la idea de haber superado lo ocurrido, pero su estado decayó en cuanto vio ingresar a una pareja sonrientes y agarrados de la mano. Sí, para mala suerte o de maldita casualidad, eran ellos dos.

Regresando a la actualidad, había pasado una media hora llorando hasta que pudo calmarse, aunque en realidad ya no podía soltar más lágrimas, sus ojos avellanos se encontraban ya secos.

De manera vaga, sintiéndose pesado, se reincorporó para dirigirse a la mesa de su sala. Agarró la cajetilla de cigarros para sacar uno y con el encendedor que últimamente llevaba consigo, lo prendió.

El humo que del cigarrillo aspiraba, lo expulsó mediante sus labios y fosas nasales. Fumar no era un hábito suyo, pero le hacia perder el tiempo, ya que se concentraba en ello y su cabeza vagaba en pensamientos vacíos, que no le atormentaba con su penosa tragedia.

Con la mirada apagada se encontraba ahí, sin emociones y ninguna expresión facial. No imaginó que su día terminaría de esa manera, pero era de esperarse. Simplemente se había perdido en su misma escapatoria.

Tan pronto como se sintió relajado, giró para encaminarse a su habitación, pero algo le detuvo. Una intensa mirada en un rincón de la sala.

Sin ningún pestañeo ni movimiento, en lo profundo de las sombras, lo observaba fijamente.

Él era consciente de que estaba borracho, pero también sabía que el alcohol no lo tumbaba tan fácilmente como para distorsionar su realidad...¿tal vez combinar tabaco con alcohol no era lo suyo?

Sin perder contacto visual, avanzó hacia las escaleras. Esos ojos tan tétricos lo seguían, pero creía que solo era una alucinación en su cabeza. Hasta el último momento siguieron observándose, sin embargo, le restó importancia y caminó hacia su habitación.

Al día siguiente se levantó confundido por la repentina perdida de conciencia, ¿cuándo fue que se durmió?, al mirar abajo estaba casi desnudo, solo traía ropa interior, ¿se había quitado la ropa antes de ir a dormir? qué extraño. Supuso que el alcohol lo dejó inconsciente e incapaz de recordar lo sucedido.

Era un nuevo día y uno para descansar, puesto que era fin de semana. De todas formas, tuvo que salir de compras para mantener la heladera con comestibles para las siguientes semanas.

De vuelta en casa, se alistó para preparar el almuerzo, pero algo no estaba bien, se sentía observado. Guardó silencio hasta que de pronto, alguien tocó el timbre.

– ¡Hermano!, ¿¡te encuentras en casa!?

Bolivia se dirigió a la puerta y apenas abrir su hermana se lanzó contra él para abrazarlo.

– ¡!...¿Perú, qué haces aquí?

Desconcertado hizo una pregunta directa, a la vez que le correspondía el abrazo. Siempre era bueno volver a verla y mucho mejor en estado sobria.

– Vengo a visitarte y, y pedirte perdón...

Su hermano le miró confundido.

– ¿Perdón por qué?

– Ya sabes...sobre ellos dos...–bajó la mirada lentamente y procedió– Miré que te pusiste mal en cuanto los viste entrar al salón anoche, luego de eso no te volví a ver hasta que te fuiste, no podía dejar solo a México con la cantidad de invitados que había, es por eso que no fui tras de ti, ¡lo juro!

En su delicada voz se escuchaba un lamento tan profundo que le dolió a su hermano verla quebrarse en llanto.

– Yo me aseguré de que las invitaciones no llegaran a esos dos, pero luego me enteré que fue por otras personas que llegaron hasta la fiesta. Quería que la pasaras increíble, ¡no que terminaras sintiéndote de la misma manera!

Para este punto, una cantidad de lágrimas recorría el femenino rostro de su hermana que desesperada volvió a abrazarlo como buscando consuelo, disculpándose una y otra vez.

– Warmi...no te eches la culpa –posó sus manos sobre los cabellos de su hermana para arreglarlos pasándolos por detrás de la oreja– Estaba claro que no podías controlarlo todo en la fiesta, pero aun así debo agradecértelo –pausó su voz y bajó su tono suspirando– lo mejor que me ha pasado aparte de tu nacimiento, es verte feliz a lado de tu esposo.

La palomitay, como a veces le llamaba su hermano, alzó su mirada con sus hermosos ojos esmeraldas, que le expresaban inocencia y arrepentimiento. Esto enterneció a Bolivia, que a pesar de compartir la misma edad, supieron desarrollar un cariño mutuo.

Pues cuando se necesitaban, se protegían el uno del otro.

Perú era carismática, con una gran belleza visual, portadora de una sensibilidad femenina y gentil, lo cual formaba naturalmente su manera de ser, la gente que la conocía, solía entablar una amistad con ella desde la primera vez.

En cambio, Bolivia era áspero y modesto. No tenía interés en mostrarle a los demás esa calidez que solo su hermana conocía de él. Era un hombre marcado por la inseguridad de su padrastro España, quien le exigía mostrarse varonil e inexpresivo a pesar de ser solo un niño en ese entonces.

Es por ello que siente que expresar signos de llanto u otra emoción es mostrarse débil y vulnerable a los ojos de la sociedad, algo incorrecto en su moldeada personalidad por su padrastro.

Y lamentablemente, cuando por primera vez tuvo la confianza de comportarse distinto y de ser él mismo, de mostrar cariño y amor hacia alguien de su mismo sexo a quien realmente amaba, se sintió defraudado, traicionado y burlado. Tanto que sintió que era su culpa toda la desgracia que le estaba ocurriendo por aceptar el "amor" de otro hombre.



¡Hola!, digamos que regresé a escribir estas historias tan insólitas. 

Imaginar o recrear con la mente escenarios y personajes ficticios ya se volvió casi una rutina para mí, de vez en cuando me surgen las ideas. Por cierto, el hombre de la imagen es Alain Delon, un actor francés con unos ojasos más hermosos jajaj! Simplemente me gusta el aura que emana en esa foto, como de un hombre rígido. La misma que quiero para Bolivia.

Esta historia puede sentirse surrealista, pero hago lo mejor que puedo. Si te desagrada el ship a desarrollarse o la trama de la historia, te invito amablemente a retirarte.

Si ves algún error ortográfico, no dudes en comentarlo para perfeccionarlo y aprender colectivamente.

Por ahora, eso es todo, espero te haya gustado.


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⏰ Última actualización: Aug 15 ⏰

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