uno | diciembre

179 25 111
                                    

"Si se oculta el sol, en tu cuerpo volverá a brillar"

   Una furgoneta de colores, cinco tablas de surf, una guitarra, algo de plata y poco equipaje. Todavía les sobraba juventud, no necesitaban mucho más.

   En una semana terminaba el año y los cinco amigos llegaron a la costa para pasar el verano en su lugar favorito del mundo. Para ahorrar algunos pesos, en julio habían alquilado un mini departamento con tres habitaciones a pocas cuadras del mar. Eso era todo lo que habían planificado sobre su viaje. Y tampoco tenían ganas de pensar cuando llegaron porque ni bien estacionaron, bajaron las tablas de surf y caminaron hasta la playa.

   Francisco iba más adelante, con Victoria y Amadeo. Un poco más atrás, los seguían Rocco y Guillermina. Ésta última se detuvo un segundo y tomó una Polaroid de los demás. Todos de espaldas con los trajes de neoprene, llevando la tabla bajo un brazo y las zapatillas en la mano contraria. Las calles eran de arena, que se les metía entre los dedos de los pies y les recordaba que estaban allí, a pasos de la playa, a metros del lugar que sanaba cualquier herida emocional que otros métodos no habían logrado cerrar. Con el viento en la cara, el aroma del mar y el sol del mediodía que en pocos días les broncearía la piel, los cinco pensaron que no se necesitaban grandes cosas para ser felices.

   Pasaron por debajo del cartel de bienvenida de la playa y acto seguido, ejecutaron la acción más liberadora que puede realizar el ser humano: correr hacía el océano. Pasaron horas allí, bajo las olas, sentados sobre las tablas, cayéndose y volviendo a subir. Surfearon hasta que el atardecer del jueves estuvo en su punto máximo, regalándoles un cielo naranja y rosa completamente despejado. Entonces salieron del agua y se sacaron los trajes.

―¿Qué mirás tanto? ―Le preguntó Victoria a Fran. Rocco se había ido a comprar algún trago y el rubio no dejaba de observarlo.

―Es lindo, ¿no? ―respondió ―creo que me gusta hace un tiempo, hoy lo veía mientras manejaba por la ruta y quería besarlo.

―Están los dos solteros, yo creo que tendrías que activar.

―¿Y si me rechaza? No quiero arruinar nuestra amistad, Vic.

―No te va a rechazar, Fran. En el peor de los casos te va a seguir el beso y después te va a decir que no quiere nada serio ―lo animó ella ―y quedate tranquilo que una amistad como la nuestra no se rompe por un beso, se refuerza.

   Ellos (todos) hablaban de su amistad como si se conocieran desde bebés y la primera vez que se habían visto era hacía exactamente un año atrás. Rocco estaba tocando en un bar al que, de casualidad, había ido Guillermina con su novio. Victoria estaba con dos amigos; Amadeo era bartender y a Francisco lo había invitado un chico con el que salía. Los cuatro habían quedado flechados escuchándolo y de alguna manera les gustaba decir que fue su música lo que los protegió de lo que aconteció luego. Por cuestiones de la vida, el chico de Fran inició en una pelea con el novio de Guille, que terminó con ambos detenidos en una comisaría. Los amigos de Vic tuvieron tanta química que se fueron a dormir juntos y Amadeo no tenía paciencia para enseñarle nada al nuevo empleado, quién para su mala suerte, era el hijo del dueño. Dos de ellos humillados por sus parejas, una chica abandonada por sus amigos y un reciente desempleado se sentaron en la mesa más cercana a la tarima, sin saber que la persona a la que escuchaban, con cada acorde comenzaba a entrelazar la amistad más sincera y especial que habían tenido.

   Un año después, la vida era un camino mucho más lindo para transitar porque estaban acompañados y, a su manera, cada uno llenaba de color las experiencias de los demás.

―¿Querés, Francito? ―Le ofreció Rocco. Tenía un trago rosa en la mano.

   Fran aceptó y le dió un trago bastante largo que lo hizo arrugar la cara ni bien el líquido pasó por su garganta.

si me das tu amor; rocco x francisco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora