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El imperio de la dinastía Min se extendía por vastos territorios, pero había un último reino que deseaban conquistar: Begin. Este reino, cuya fuerza radicaba más en su capital intelectual que en su poder militar, estaba establecido de forma pacífica en un extenso valle repleto de recursos naturales. Era un lugar tranquilo y ajeno a los conflictos políticos y armados que el imperio Min había fomentado a lo largo del tiempo.

El emperador Min anhelaba esa tierra, creyendo que así lograría la paz con todos sus vecinos. Solo esa pequeña porción de territorio le faltaba para asegurar su imperio contra guerras y conflictos. Había subyugado a los demás pueblos, pero este reino en particular se le había resistido, ya que no habían podido establecer contacto con ningún habitante. Aunque el lugar parecía poblado, sus mensajeros, al llevar las cartas de declaración de guerra, no habían podido hacer más que deslizarlas bajo la puerta principal, como simples recados.

Llevar un ejército a ese lugar era inconveniente debido a la altura y el difícil acceso del valle. Los mensajeros habían informado que en cierto punto del ascenso debían abandonar el equipaje y los caballos, ya que el riesgo de caer por el barranco era considerable.

A pesar de contar con los recursos, el emperador no quería arriesgar a sus soldados en una misión que mostraba muchos signos de ser infructuosa y costosa, considerando todos los preparativos necesarios para llegar al valle.

Durante una reunión del consejo, se discutía qué hacer con ese "enemigo" que aparentemente no estaba al tanto de serlo. Habían dado el plazo habitual de tres semanas para responder a la declaración de guerra, pero ya había pasado un mes sin señales de respuesta.

En la junta sobresalen dos opiniones:

—En mi experiencia, propongo iniciar la guerra cuanto antes. No sabemos si en este tiempo se han estado preparando para tomarnos desprevenidos, pero entrar en guerra es inevitable.

—No, no se puede empezar una guerra si la otra nación no está plenamente consciente de que sucederá.- Intervino el general de la familia Lee, un hombre conocido por sus victorias y larga trayectoria como líder de los escuadrones del imperio.- Esa regla fue impuesta por nosotros mismos. ¿Qué se dirá de nuestro imperio si actuamos de la misma manera de la que fuimos víctimas?

-No, debemos volver a mandar mensajeros para darles un ultimátum, tal vez su estrategia es ignorarnos y tomarnos desprevenidos.- Una parte del consejo empezó a murmurar sobre esta opinión, unos coincidían y otros negaban que fuera asi.

-Señores, escuchen.- Otro integrante de la junta intervino.- nuestro imperio tiene fama de valeroso e inteligente para la guerra pero si hacemos esta guerra, seríamos tratados como faltos de palabra, que dirán sobre  que el mismo imperio que pidió clemencia y acepto ayuda de otros reinos vecinos por haber sido tomado de forma injusta y desprevenida, ahora haga lo mismo con otro reino.- Continuó el funcionario Choi.

-Recuerden que no solo está en juego esta guerra, sino también las posibles represalias comerciales de los países aliados de Begin. Además, nuestros soldados están regresando a sus vidas normales después de la última guerra.- Alegó otro funcionario.- No podemos volverlos a separar tan rápido de sus familias.

Más murmullos se empezaron a escuchar.

-Esto se tiene que ir a votación. ¿Quienes están a favor de una guerra y quienes están a favor de esperar un poco más de tiempo para recibir una respuesta o un tratado de paz? La paz también debe figurar entre nuestras opiniones, tal vez ellos mismos verán que serían fácilmente vencidos por nosotros y queden como un pueblo tributario, esto también sería beneficioso, nuestras arcas de dinero quedaron afectadas, en este tiempo mientras esperamos respuesta de parte de ellos, sigamos repartiendo el botín de los últimos dos reinos conquistados y administrando los nuevos tributos y ofrendas que nos llegaron.- El general Kang concluyó.

𝗔𝗝𝗘𝗡𝗢 𝚈𝚘𝚘𝚗𝚓𝚒𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora