𝙄𝙙𝙚𝙣𝙩𝙞𝙙𝙖𝙙

Discordante

Mi aliento se reflejaba como humo blanquecino ante mis ojos. El frío ingresa por mi nariz, quemando en su trayecto hasta llegar a mi garganta... Arde. 

Pero debo aguantar.

Es mi vida o la suya.

Las ramas, con cada paso, se incrustaron en mis pies. Dolía. Corrí lo más rápido que pude, sintiendo el ruido de sus pasos a unos pocos metros por detrás de mí. El dolor en mis piernas se intensifica por el esfuerzo.

Me iba a alcanzar, y esa no es la idea. Inevitablemente tropecé, cayendo de bruces en el congelado suelo, ensuciando mis manos con tierra en el acto. Ya no pude seguir cuando sentí el peso de su cuerpo encima de mí. Estaba bajo su total dominio...

Es mi fin.

Respiré profundo, aceptando mi destino, cerrando mis ojos... 1, 2, 3... 

***

Desperté con la alarma martirizando mis oídos a las 8 de la mañana, como era habitual. Lavé mi rostro, cepillé mis dientes, arreglé mi cabello frente al único espejo de la habitación, vistiendo la blanca indumentaria para salir al mundo.

Un nuevo mundo dentro de un edificio de tres plantas. 

El chirrido de las resecas bisagras de las puertas abrirse no se hizo esperar, dándonos la bienvenida a las rutinas del nuevo día. Tomé nota del cronograma y me dirigí por el pasillo hasta llegar a lo que podía llamar "mi guarida".

Trabajo en el ala de atención de un edificio donde me desempeño como médica psiquiatra. Es normal tener una agenda abarrotada de personas colapsadas emocionalmente que, por desgracia, la mayoría se convierte en paciente luego de prolongadas terapias sin resultados favorables. ¿Qué esperabas? Es Corea del Sur, mis amigos. La presión social es demasiada. 

A pesar del confort... Todo es extraño. Mejor dicho, siempre lo fue al menos para mi. 

Con el pasar de los años, aprendí a no encariñarme con el resto del personal, puesto que cada poco tiempo desaparecen, dejándome devastada. Lo sucedido hace una semana no es la excepción.

No sé cómo, pero sabía que ninguno estaba con vida.

Lamentablemente, las rutinas continúan y el protocolo debía seguirse al pie de la letra. En esta ocasión, la afectada fue Lee Jyo Jin, una estudiante que tenía el cargo de empleada de limpieza y finalmente se convirtió en paciente. Aunque la joven era de buena familia, su caso quedó en la oscuridad, en el silencio como los demás. Al ser un lugar prestigioso, la mala publicidad podía afectarnos a todos, especialmente porque nadie creería en los testimonios de una paciente diagnosticada con psicosis paranoide.

Y otra vez, la tranquilidad continuó. 

Cada nuevo integrante en el personal representaba una nueva inquietud. ¿Qué secretos guardaban para tener esos desastrosos finales? Evito la cercanía con todos, todos son sospechosos para mí. ¿Por qué la mayoría desaparecían? Nunca se sabe qué esconde la sonrisa de cualquier conocido, y eso... Me aterra hasta los huesos.

Otro día había concluido con éxito. El reloj marca las 19:52, lo que significa que en breves mi guardia termina. Dejé todo en orden y me encaminé por el blanco pasillo hacia mi habitación. La luz fría comenzó a titilar, erizando mi piel con cada paso en donde la distancia a mi puerta me hizo comprender que no estaba sola.