La fuerza del amor

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Ginette abandonó el castillo en una carroza ostentosa y se dirigió a varias leguas de su condado. Había mucha niebla y la carretera estaba llena de barro, por lo que tardó más de lo que pensaba en llegar a la vieja cabaña de aquella hechicera clandestina. Estaba furiosa e impetuosa. Acostumbrada a los aromas exóticos de su fortaleza, le produjo desazón aquellos olores a moho, humedad y picor con las pulgas que veía saltar de los gatos negros. Nada más sentarse fue al grano.

-Mi marido habla en sueños y no deja de murmurar el nombre de Claudine...También lo he pillado hablando solo y mirando con nostalgia las montañas que nos separan de España. Sé que tiene flirteos con otras doncellas pero es deseo carnal. Lo que no tolero es que alguien tenga su corazón. Yo soy su Madame y solo yo puedo tener su amor. Me pertenece y es solo mío.

-Seguramente sea su amor imposible. Nunca lo puedes olvidar y además arrastras el amor de otras vidas. Será difícil que la olvide sobre todo si su amor está escrito en las estrellas- dijo la bruja con ojos brillantes.

Ginette sacó un saquito hecho de piel de cabra y dejó rodar cinco escudos de oro relucientes.

-¡Quiero que me digas el conjuro más potente que sepas para quitar de la cabeza a esa zorra que no olvida mi marido!- gritó golpeando la mesa con furia, apretando los dientes y achinando los ojos.

-Hay un conjuro muy poderoso pero correrás el riesgo que de aquí unos años seas castigada por el destino y...

-¿Unos años? ¡Quién sabe dónde estaré mañana! Solo me importa hoy. Me da igual que invoque el diablo. Lo que quiero es separarlos, borrar a esa maldita de su mente. ¡Dime qué tengo que hacer o les digo a mis hombres ahora mismo que te rebanen el cuello!- amenazó con mirada perversa y gritando con tanta fuerza que los gatos se erizaron de miedo.

-Mañana hay luna llena y una conjunción de planetas idónea...pero antes tendrás que seguir unos pasos que te voy a explicar ahora.

Ginette regresó a su hogar y buscó a su marido. De nuevo lo encontró en la almena oteando aquellas verdes montañas, cubiertas de niebla y ella apretó los puños. Le subía la bilis desde el hígado a la garganta cuando sorprendía a su marido tan soñoliento, en aquel estado de melancolía que no podía disimular. Le acarició los rubios cabellos y jugueteó con su barba pero él no reaccionó.

-Tienes que ponerte guapo para la próxima fiesta de cumpleaños que voy a celebrar. Quiero que la gente vea el marido tan maravilloso que tengo- dijo Ginette con voz sensual y dulce pero con unos ojos llenos de suspicacia.- Ven, hoy me encargaré yo misma de ser tu peluquera.

Lo agarró de la mano como un niño y lo llevó a su habitación, aquel frío aposento tan gélido como su amor concertado. Lo hizo sentar en un sillón tapizado y cogió una afilada navaja que miró con odio, pues por unos instantes le dieron ganas de matarlo. Empezó a cortarle el pelo y disimuladamente dejó caer algunos dentro del saquito de piel de cabra. Lo mismo hizo con su barba, que recortó hasta que unos pelos como virutas de oro se mezclaron con los otros. Con maestría le hizo un corte en la nuca que provocó una pequeña herida, suficiente para que un par de gotas de sangre cayeran dentro del saquito. Ella se disculpó por ser tan torpe y enseguida le taponó la leve raja.

-Hum, no serviría para peluquera. Se me dan mejor otros oficios. Te voy a compensar por este daño que te he hecho, ¿eh precioso mío?

Y sin que tuviera tiempo de reaccionar, se arrodilló entre sus piernas y extrajo su miembro que succionó vigorosamente hasta conseguir lo que más quería. Mientras él se recuperaba de su éxtasis, ella escupió una parte en el suelo y la otra dentro del saquito. Lo cerró y salió de allí contenta por lo fácil que había sido preparar aquel conjuro. Solo debía mezclarlo con sus propios fluidos y cabellos y listo. Las horas se hicieron eternas hasta que llegó la noche y subió a la atalaya para invocar a la luna.

-¡Te invoco señora de la noche, para que el corazón de mi marido sea solamente mío y de nadie más! Te veneraré con flores, haré sacrificios, mataré si es necesario, para que él olvide a esa indeseada y su corazón solo palpite por el de su esposa.

Se santiguó e hizo una reverencia y dejó el saquito entreabierto bajo los deslumbrantes rayos de la luna. De pronto le vino un pensamiento malicioso y apretando los puños añadió.

-¡También te invoco a ti diablo y a tu poderosa magia negra para que unas nuestro amor y destruyas el lazo entre ellos dos!

A la mañana siguiente, Ginette notó a su marido más cariñoso y enloquecido y sonrió de felicidad. Pero a lo largo del día le fue cambiando el estado de ánimo. Pasaba de la tristeza a la ira, del cansancio a la vitalidad. Pensó que serían los efectos secundarios. A 1500 km de allí, a Claudine le ocurría lo mismo. Se dio cuenta que algo pasaba porque no controlaba su carácter, pero lo que más le sorprendía es que había empezado a odiar a aquel hombre por el cual daría la vida. Lo rechazaba, le parecía un desconocido, lo odiaba...Empezó a ser consciente de que le habían hecho un trabajo de magia cuando se empezaron a morir plantas de su alrededor, gatos que la rodeaban y que fallecían retorciéndose de dolor, dolores fuertes en todo el cuerpo, velas que chisporroteaban enfurecidas o manchas negras en las paredes de su humilde hogar. Cuando estaba a punto de caer al pozo del odio, supo reaccionar y aquella noche de luna menguante, la que se utilizaba para cortar lo indeseado, Claudine invocó al amor, a la luz, al sol, a las fuerzas de la naturaleza buenas, pero sobre todo le envió un mensaje a él.

-Mi amor por ti es más fuerte que cualquier magia. Nada ni nadie podrá impedir que te ame, aunque no te tenga en mis brazos pero si en mi corazón y sé que tú también me tienes en el tuyo. Te amo y te amaré...-dijo con lágrimas en los ojos.

Aquella noche Ginette escuchó de nuevo a su marido hablar en sueños pero esta vez no solo nombraba su nombre si no que le decía que la amaba con todas sus fuerzas y vio como lágrimas se resbalaban por sus ojos cerrados. Ginette enloqueció de celos cuando le escuchó diciendo a su amada secreta, que su corazón le pertenecía.

No lo dudó y ordenó a un par de hombres que prepararan su carroza. Se dirigió a la casa de la bruja y la hizo detener. Estaba enloquecida de celos y rabia.

-¡Me has engañado maldita bruja! No solo no los has separado sino que has reforzado su amor. ¡Vas a arder mañana en la plaza del pueblo!-gritó como una poseída.

Y al día siguiente, mientras el verdugo encendía los troncos de la pira donde estaba atada la bruja, ésta sonreía como una loca, y antes que las llamas la devoraran, tuvo tiempo de gritar:

-El amor es el arma, la energía, la fuerza más poderosa del universo!

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⏰ Last updated: Jun 17 ⏰

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