Era una tarde soleada en París. En el barrio más moderno había tiendas, barberías, tabernas, casas con gran valor arquitectónico y grandes jardines por donde corrían niños y perros.
Pero había un perro que tenía algo especial, se llamaba Pongo, él era diferente a los demás. Era marrón oscuro y claro, pero también muy peludo; le encantaba comer, pero odiaba ducharse y siempre vestía como un mosquetero.
Era aventurero, gracioso y era un cachorro. Cuando en el barrio sucedían cosas extrañas Pongo siempre ayudaba con su gran amigo Sah. El ratoncito era su mejor amigo, era inteligente, dientudo y poco peludo. Cuando iban a ayudar a alguien, siempre se entretenían con algún tipo de comida; pues cualquiera de los dos tenía un gran apetito.
No sabían de que raza eran, tanto el perro como el ratoncito pero claro, tenían cosas más importantes que investigarlo.
Justo ese día es cielo se volvió gris y bajó una espesa niebla gris. Nadie sabía que la provocaba, porque no era una niebla como en veces anteriores.
Todo el mundo se fue para sus casas porque casi era imposible andar, todos menos Pongo y Sah, que les quedaba una larga, oscura y fría noche.
Estaban recorriendo las calles de París y vieron que por la calle de Notre Dame había más niebla y el pequeño ratoncito distinguió una sobra:
-Pongo, mira, allí hay una sombra, parece una especie de árbol- dijo Sah.
-Sí, yo también veo algo, vamos a investigar.
Cada vez que se acercaban al objeto, este se movía más adelante, lo malo era que cada vez había más niebla y...
-¡¡¡Ahhh!!!¡¡Pongo!! ¿Qué es eso?¿Tú lo ves bien?¿Ves lo mismo que yo?- dijo asustado Sah
-¡¡¡Sí!!!Es...
Lo que nuestros amigos ignoraban era que tras la espesa niebla, dentro del hueco de un árbol se hallaba un portal teletransportador con una forma desconocida ante los ojos de nuestros amigos... Una ducha.
