4. LA SEÑAL

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Jimin no había recibido señal alguna del castaño en todo el día, pero eso era común. Había decidido dar un paseo mientras luchaba en sus pensamientos por mantener la imagen de su compañero pulcra: ojos atentos y brillantes. Siempre bien comportado, tímido y con el bonito rubor que Jimin siempre observaba en él. 

Mientras caminaba, recordaba la manera en la que Jungkook siempre parecía tensarse cuando alguien desconocido se acercaba a él, los pequeños tics que había detectado cada vez que se encontraba nervioso. La mirada tranquila que tenía mientras leía algún libro y esa sonrisita de conejo pequeño que hacía cuando veía algún programa de su gusto o algo muy tierno. Quería mantenerlo así, lo estaba intentando con todas sus fuerzas pero no resultaba.

Cada vez que cerraba los ojos podía ver las piernas largas y delgadas descubiertas. Los muslos gruesos y naturalmente brillantes por la suave luz. La espalda fuerte, pecho de infarto y trasero pomposo. El cabello largo libre. Labios de un rojo cereza que lo incitaban a morder y dejarlos mucho más brillantes y rojizos al igual que la piel blanquecina del chico. Quería llenarlo de marcas, quería llenarlo. 

La idea le encantaba tanto que incluso se le hacía enfermizo.

Cuando llegó, vio las cosas de Jungkook en el recibidor. Todo estaba apagado y había muchas bolsas de regalos en la pequeña mesa de la sala de estar. Bolsas con nombres de marcas caras.

Jimin se escandalizó internamente cuando vio más bolsas en la cocina repletas de carne y verduras congeladas. Incluso habían diversas botellas de soju, otros tipos de licores así como pequeñas botellas de banana milk.El chico fue hasta su habitación pensando en la increíble cantidad gastada y la manera en la que seguramente Jungkook se habría opuesto resistido a recibir tanto.

«Pero, ¿quién?»

Jimin entró al baño y vio más bolsas. Tenían varias botellas de shampoo, jabones corporales, mascarillas y maquillaje que se veía costoso. Mientras orinaba logró ver un sobre de condón. Se sintió como si lo hubieran golpeado. 

Antes de entrar a su habitación escuchó algo que lo dejó helado y con otra erección.

—Vamos, Daddy, más... ¡Sí!

Jimin automáticamente vio al chico sonrojado y con sus ojos brillantes, debajo de él. La voz seguía siendo tan tímida y suave que lo dejó sin aliento alguno. Pensó que lo había imaginado.

El pelinegro estuvo a punto de abrir la puerta que ocultaba aquel canto que quería sólo para él, pero se detuvo con mucho esfuerzo y se auto-felicitó cuando puso seguro a su puerta y se metió bajo las sábanas de su cama. No pudo dejar de soñar con los gemidos de su compañero. 

A la mañana siguiente, Jungkook despertó debido al olor de la comida que llegaba hasta sus fosas nasales. Se alarmó al pensar que su puerta estaba abierta, pero no era así.

Logró distinguir el olor del usual jabón de ducha de su compañero, su colonia al que secretamente era adicto y a carne siendo cocinada. Se removió en su cama con una gran sonrisa por la imagen mental que tenía del otro chico con ropa ligera y cabello húmedo cocinando para ambos.

—Si tan sólo...

Jungkook soltó un grito bastante alto cuando se movió, sintió algo en su entrada que lo dejó sin aliento. Tenía su juguete dentro. 

Se había dormido jugando con su entrada después de que su amigo le ayudó a subir todo lo que le había comprado por su cumpleaños.

El joven estaba desnudo en su cama y se arqueó por la sensación tan fuerte que lo invadió. Inconscientemente se movía de adelante hacia atrás en busca de más contacto, imaginando que lo que estaba dentro de él, era alguien.

Jungkook tenía una fantasía con ser jodido mientras dormía, pero eso era algo que no estaba dispuesto a compartir con alguien más, por eso disfrutaba de jugar con aquellos objetos hasta dormirse para poder despertar de esa manera. Su mente le jugó una mala pasada cuando escuchó aquella voz ronca del otro lado de su puerta con un matiz de preocupación que sólo duplicó las sensaciones por la adrenalina.

—Jungkook, ¿estás bien?— dijo Jimin con la preocupación y celos pulsando en su pecho.

Jungkook gimió fuerte y claro.

Jimin lo escuchó y de nueva cuenta, ya tenía un problema en sus pantalones, pero parecía que su cuerpo no quería marcharse de ahí, sino todo lo contrario.

—Si-sí, Hy-hyung...— escuchó.

Jimin se mordía los labios porque había tenido la vaga esperanza de que el chico dijera su nombre.

—Está listo el desayuno— dijo tras un nuevo intento por conseguir su deseo.

—Gra-gracias, Ji-jimin.

Jimin se sintió gotear con aquello.

El chico dentro de la habitación había dicho su nombre con necesidad y matices de placer. Él estaba dispuesto a entrar, sin embargo, recordó que probablemente alguien más estaba con él y se alejó, mientras que Jungkook se había liberado al escuchar su nombre en la boca de aquel otro chico al mismo tiempo que jodía su agujero con rapidez. Dentro de esas cuatro paredes, Jeon podría ser él. 

Tras eso último y pensarlo mucho, Jimin se llevó su parte del desayuno a su habitación. No quería encontrarse con la conquista de Jungkook. Mientras comía con la intención de distraerse para bajar su erección, se dio cuenta de algunas cosas que provocaron que su pene doliera más:

Uno, Jungkook era gay. 

Dos, el chico estaba en el mismo mundo que él y tenían gustos muy similares. 

Tres, él quería poseer tan mal a Jungkook de tal manera que el chico le rogara por joderlo más y más todos los días a cualquier hora.

—Si Jungkook es mío, dame una puta señal, por favor...— rogó en voz baja.

El chico terminó de comer y escuchó la puerta de enfrente abrirse para después escuchar la del baño cerrarse. 

Cuando se paró a dejar el plato a su escritorio, revisó su teléfono, tenía un correo nuevo sobre el viaje del día siguiente.

Aquellas coincidencias tenían harto a Jimin, pero era la respuesta que necesitaba.

—Los jóvenes se hospedarán en una sola cabaña con su compañero de piso, sin excepciones...—leyó—. Joder...

Ahora Jimin estaba seguro que la timidez de Jungkook, era una barrera protectora para ocultar sus verdaderos gustos. No era un chico vainilla, estaba extasiado con aquello. Al fin había encontrado a alguien más como él. Sólo tenía que esperar. El pequeño monstruo en su interior rasgaba y mordía por salir. Su lívido estaba por los cielos.

Ninguno de los dos pudo dormir bien esa noche, pero ahí estaban al día siguiente, esperando el orden para subir a los autobuses.

TRIP ᯓ★ JIKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora